Con su salida de Microsoft, Steve Ballmer quiere romper el patrón que él mismo creó

Con su salida de Microsoft, Steve Ballmer quiere romper el patrón que él mismo creó

Por Mónica Langley
Una mañana nublada de enero, Steve Ballmer caminaba por su oficina mientras escuchaba las voces de los miembros de la junta directiva de Microsoft en una teleconferencia que sería el principio del fin de su reinado de 13 años como presidente ejecutivo del gigante tecnológico.
Microsoft estaba rezagado frente a Apple y Google en productos de consumo importantes, a pesar de sus extraordinarios ingresos en el segmento de software. Ballmer intentó exponer su plan para transformar Microsoft, pero un director no lo dejó continuar, reprochándole que estaba avanzando demasiado lento.
“Estamos en animación suspendida”, se quejó John Thompson, el principal director independiente. Ballmer dice que le contestó que podía avanzar más rápidamente.
No obstante, la explosiva llamada desencadenaría su decisión, anunciada en agosto, dejubilarse , lo que sacudió aún más a Microsoft, que ahora busca un sucesor para un hombre que ha estado en las entrañas de la empresa por 33 años.
“Quizás soy un emblema de la vieja guardia”, señala Ballmer, de 57 años, haciendo una pausa mientras se le aguan los ojos. “Por más que amo lo que hago, la mejor manera para Microsoft de ingresar a una nueva era es un nuevo líder que acelere el cambio”.
En una serie de entrevistas exclusivas, Ballmer cuenta cómo se convenció de que no podía guiar hacia adelante a Microsoft, que, de hecho, no la podía encabezar justamente por la cultura corporativa que él mismo había ayudado a instaurar.
La junta directiva y Ballmer concordaban en esto: sin descuidar su fuerte negocio de software, Microsoft debe reorganizar su estructura gerencial y reenfocarse en aparatos móviles y servicios en línea si quiere incrementar su ganancia a futuro y reducir su dependencia del menguante mercado de las computadoras personales.
La objeción del directorio era la velocidad. Los directores “no presionaron a Steve a renunciar”, asegura Thompson, un veterano de la tecnología que encabeza el comité de la junta a cargo de buscar un reemplazo. “Pero estábamos ejerciendo mucha presión para que se moviera más rápido”. Los inversionistas también presionaron.
La lista de posibles sucesores incluye, entre otros, a Stephen Elop, ex presidente ejecutivo de Nokia; Satya Nadella, jefe de software empresarial de Microsoft; y Alan Mulally , presidente ejecutivo de Ford Motor Company. La junta planea reunirse el martes en el marco de la asamblea general de accionistas para hablar sobre la sucesión, de acuerdo con una persona al tanto.
Representantes de Elop y Nadella dijeron que los ejecutivos no tenían comentarios sobre la búsqueda. Un vocero de Ford señaló “que no ha habido cambios” desde noviembre de 2012, cuando la automotriz afirmó que Mulally se mantendría como presidente ejecutivo hasta por lo menos 2014.
El próximo líder de Microsoft será apenas el tercero en su historia. Ballmer se unió a la empresa en 1980 por sugerencia de su amigo de la Universidad de Harvard, el cofundadorBill Gates , y es su segundo mayor accionista individual. Hijo de un gerente de Ford, Ballmer abandonó sus estudios de MBA en Stanford para convertirse en el primer gerente de negocios de Microsoft.
Fue la mano derecha de Gates, contribuyendo a transformar Microsoft en una fuerza que redefinió la forma en la que el mundo utiliza las computadoras. Asumió las riendas en 2000, consolidando aún más el sitial de Microsoft en los segmentos de software y manteniendo el flujo de ganancias. Durante su tiempo al mando, los ingresos se triplicaron a casi US$78.000 millones en el año que terminó en junio y la ganancia creció 132% a casi US$22.000 millones.
Sin embargo, aunque la utilidad de Microsoft venía de los mercados tradicionales, se perdió cambios épicos, incluida la publicidad ligada a búsquedas en Internet y la transición de los consumidores a aparatos móviles y redes sociales.
El año pasado, Ballmer buscó un reinicio de la estrategia. En una carta a los accionistas en octubre, declaró que Microsoft se convertiría en un proveedor de “dispositivos y servicios” para empresas y personas. Le dijo a la junta que quería encabezar el cambio y permanecer al mando hasta que su hijo menor se graduara del bachillerato en cuatro años. Inició su propia planificación para su sucesión, sosteniendo reuniones ultra secretas con posibles candidatos.
Ballmer recuerda haberse dicho a sí mismo: “Voy a reescribir todo mi manual. Voy a transformar toda mi marca”.
A la junta le gustó su nuevo plan, que incluía un cambio de la cultura de competencia interna. Pero cuando Ballmer se preparaba para implementarlo, la junta pidió que acelerara el proceso.
Sin embargo, Ballmer quiso esperar hasta el lanzamiento en octubre de la nueva generación de Windows, la gallina de los huevos de oro de Microsoft.
Pero la junta siguió exigiendo velocidad. Al coro se sumaron los accionistas, que empezaron a pedir que la empresa elevara su dividendo y se deshiciera de negocios no centrales. En septiembre, Microsoft elevó su dividendo pero sigue sin vender negocios señalados por los inversionistas, como el motor de búsquedas Bing.
Ballmer dice que su equipo ejecutivo sufrió con el “Nuevo Steve”, alguien que buscaba una mayor camaradería entre los jefes de las diferentes divisiones. Los gerentes se resistieron tanto a cambios grandes, como combinar equipos de ingeniería, como a pequeños, como realizar informes semanales.
En mayo, empezó a preguntarse si lograría el ritmo que le exigía el directorio y por primera vez pensó si Microsoft avanzaría más rápido sin él.
“Al final, necesitamos romper el patrón”, reconoce. “Aceptémoslo: yo soy un patrón”. Ballmer cuenta que empezó a redactar en secreto cartas de retiro.
A fines de mayo, en un avión desde Europa, Ballmer le dijo al gerente jurídico de la empresa, Brad Smith, que “quizás era hora de salir”. Al día siguiente, llamó a Thompson y le dijo lo mismo.
Gates le dijo a Ballmer que entendía por experiencia propia lo difícil que era dejar Microsoft cuando la empresa era su “vida”, según alguien cercano al cofundador y presidente de la junta. Gates le informó a la junta que apoyaba la salida de Ballmer si su partida garantizaba que Microsoft “siguiera siendo exitosa”, dijo esa persona.
Esa noche, Ballmer les contó a su esposa y tres hijos que probablemente dejaría Microsoft. Todos lloraron. El 21 de agosto, en una teleconferencia que duró menos de una hora, la junta aceptó el retiro de Ballmer.
El ejecutivo, sin embargo, se ha mantenido activo. Dirigió la compra de US$7.500 millones del negocio móvil de Nokia y está afinando estrategias de marketing de la tableta Surface y la nueva consola de videojuegos Xbox para la época navideña. En octubre, la empresa registró una ganancia trimestral mejor de lo previsto.
“Por más que me gustaría poder quedarme como su presidente ejecutivo, aún soy dueño de una gran parte de Microsoft, y la voy a retener”, dijo en una reciente reunión con ejecutivos con la voz entrecortada. Luego, casi en un susurro, agregó: “Por favor cuiden bien a Microsoft”.
LA NACION