Chaqueño Palavecino: “ya no tengo que rendirle cuentas a nadie”

Chaqueño Palavecino: “ya no tengo que rendirle cuentas a nadie”

Por Maby Sosa
Ya está el taxi esperándome”, dice Oscar “Chaqueño” Palavecino en el hall de un hotel céntrico donde está alojado por apenas unos días. “No tengo tiempo para nada, nosotros no tenemos tiempo”, afirma y se sienta esperando responder rápidamente para partir.
Mientras habla, inclina muchas veces la cabeza con intenciones de saludar a quienes entran y salen del lugar. Todos, absolutamente todos, le dedican un saludo. “La foto después, esta noche”, contesta él ante algún pedido. No se lo ve agobiado, sí tal vez cansado. Viene de realizar la cena para la Fundación Rancho Ñato (ver recuadro) antes de esta entrevista se preparaba para subir a cantar en el ciclo Música al Atardecer de la Secretaría de Cultura de la Nación y a primera hora del día siguiente partía hacia Salta para volver ese fin de semana a festejar el Día Nacional del Gaucho.
El Chaqueño lleva 30 años de carrera. Trabajando como conductor de ómnibus de larga distancia, trasladó por muchas localidades su sueño de cantor. Y en la década del ’90, cuando el folklore estaba en pleno renacer en lo que respecta a la industria discográfica, de la mano de Julio Maharbiz, Los Chalchaleros y Luis Landriscina, apareció en la escena festivalera y se convirtió en uno de los artistas más popular del folklore. Vestido de gaucho y con una fuerza desmedida en su canto, fue nombrado sucesor de Horacio Guarany por el mismo cantor.
Oscar Esperanza Palavecino nació en el paraje Rancho El Ñato, en el chaco salteño. En ese vértice donde se encuentran la República Argentina, Bolivia y Paraguay, cerca de Tartagal. De ahí trae el estilo del canto, herencia de cantores que pasan sus noches acompañando la desolación del paisaje con música.
A lo largo de su carrera, vivió más de una aventura. Desde llegar a Cosquín paseando a caballo por la peatonal de la ciudad, a montar un rancho criollo (con asador y todo) en el escenario, hasta armar un espectáculo en La Bombonera. Tiene una agenda apretadísima de shows y demás obligaciones. “El descanso llega pero es poco. Son dos o tres días en los que estoy en mi casa haciendo cosas. A veces me voy en diciembre a la Costa o a mi lugar, pero trato de tirarme una semanita a comienzo de año para arrancar bien. Enero y febrero son dos meses tremendos, ¡no se para!”
–Tu carrera fue vertiginosa, ¿cómo hacés para estar así, siempre tan arriba?
–Mirá yo ahora estoy a punto de subirme al escenario y tendría que estar calentándome la garganta, pero te estoy dando una nota a vos porque mañana temprano me voy a Salta. Llego allá y estoy grabando un disco, haciendo mi versión –con todo respeto hacia Atahualpa Yupanqui–, de Navidad nuestra con un tenor. O ya viene el otro disco que lo estoy armando con otro músico. Más la fundación que también me quita tiempo porque estamos viendo qué compramos para la escuela. A veces estoy en mi casa donde me hice un estudio para no irme a otro lado, pero es otra manera de estar afuera. Y digo, bueno, “pucha paro hoy pero el técnico necesita trabajar y los músicos también y varios de ellos vienen de otra parte”. Uno hace mucho, más allá de lo que uno ya ha hecho. Yo ya no tengo que rendirle cuentas a nadie pero sé que por todas las cosas que hicimos es que el público nos acepta. Es así, la rueda sigue y uno no puede parar. Yo tengo esa sangre de caballo criollo que me hace seguir.
–¿Te asusta parar?
–Y sí, porque hay empleados en relación de dependencia otros prestadores de servicios, entonces a veces podés parar y otras no.
–¿Cómo te va con el disco?
–Me está yendo muy bien. Creo que ya va para Platino a pesar de que hoy se compra uno original y se compran diez truchos, hablando vulgarmente. Pero bueno, por suerte, el seguidor de uno es honesto con ellos mismos y con uno de comprarnos el disco original que para nosotros es un trabajo enorme, entre arreglos y horas en plata.
–¿Cómo es el trabajo previo?
–Es un trabajo enorme. Tenés que tener en cuenta primero la selección de los temas, después de qué los vestimos… O sea los arreglos. El trabajo con el técnico de ir a grabar, después de que graben los músicos tengo que grabar yo. A veces nos metemos en el estudio y eso lleva horas y el gasto es caro. Una hora de grabación está arriba de 300 pesos y un tema para terminarlo tiene muchas horas, cuando uno quiere hacer algo completito, gasta mucho. Después viene el asunto de la mezcla para que esté todo bien, es como hilvanar una aguja. Y después viene la masterización, el arte, la foto… Parece que es poco pero es mucho lo que hay ahí adentro.
–Pero vos ya lo venís haciendo hace mucho.
–Sí, pero por ahí capaz que quedan otras cosas al costado. Hay muchas que dejo de lado. Las emociones, por ejemplo, de lo que se va conquistando. Cuando uno va a grabar por uno o dos discos, lo hace sin pensar qué sale. Pero cuando ya hace tiempo que viene haciendo esto, decís, “bueno, veamos todos los errorcitos, qué cosas se pueden componer”.
–Y cómo se da ese tiempo con una carrera tan movida como la suya
–Y no, no paro. Tengo mucha gente que trabaja conmigo. Son más de 20 personas, antes era el bombo y la guitarra y hoy sos una empresa. Cuando alguien se va hay indemnizaciones, juicios, sos un gran pagador de la DGI, un gran aportador a poetas a tu sociedad que es Sadaic, de la gente que nos cuida como Aadi, Sadaic, Sadem también generamos trabajo para ellos. Más el trabajo de sonido, todos los demás. Somos una empresita andante que ya le da trabajo a mucha gente.
–No hacés mucha carrera afuera, ¿te interesa?
–A los países limítrofes estoy yendo cada nada. Yo estoy en una empresa argentina con la que no se ha hecho nada afuera. Pero sí fui a Canadá, a Europa, a los Estados Unidos, que me ha ido muy bien. Pero a mí me sobra tanto acá y además, es tan grande nuestro país y es tan folklórico tan de consumir la música argentina… La verdad es que le hace falta hay muchos chicos que cantan folklore pero no tienen su lugar como antes. Que te elegían, te veían y te hacían famoso. A mí me sobra trabajo, ahora estoy dejando mucho porque no lo puedo hacer. Uno ya va a los festivales y ya es amigo de los organizadores. Yo voy a cumplir 30 años de lo mío y sigue intacto el cariño de la gente y se sumó mucho más. Por eso te digo que he pasado la barrera de todos y de acá en adelante no me siento con ningún peso sino con mucha responsabilidad con la gente que te rodea porque no es solamente el Chaqueño hay un equipo. Si hubiera sido Larralde o Cafrune con una guitarra y el caballo serían menos las preocupaciones pero yo armé este equipo de gente que ya es una familia.
–¿Cómo te llevás con la composición?
–Soy más de la música. Además, hay tantos que escriben bien aunque los poetas ya son pocos. Hay más letristas. Yo soy más intérprete. Escucho mucha música, mucho folklore.
TIEMPO ARGENTINO