50 años de la muerte de El campeón del pueblo

50 años de la muerte de El campeón del pueblo

El 12 de noviembre se cumplió un nuevo aniversario de la muerte del mítico José María Gatica.

¿Qué habrá pensado José María Gatica mientras yacía en el pavimento de Herrera y Lujan, con su cuerpo destruido por las ruedas traseras de ese colectivo 295 que le acababa de pasar por encima? ¿Se habrá acordado de ese viaje en tren que 30 años antes, cuando era un pibe de ocho años, lo depositó desde Villa Mercedes en la enorme y -pronto lo descubriría- inhóspita Capital? ¿Habrá rememorado esas cuatro peleas con Alfredo Prada, su más grande rival, que siempre contaban con Juan Domingo Perón entre los espectadores? Es lindo creer que lo último que pasó por su mente fue la ovación que tantas veces escuchó de parte de ese Luna Park que lo erigió como el más grande ídolo que dio el boxeo argentino.
Dos días después de aquel 10 de noviembre de 1963 en el que La borrachera lo hizo caer del estribo del colectivo que se iba a tomar para volver de la cancha de Independiente, donde había ido a vender muñequitos para ganarse ese mango que hacía tiempo escaseaba, Gatica moría en el Hospital Fiorito de Avellaneda por las heridas internas del accidente. Tenía 38 años y estaba otra vez sumido en la miseria, de la que alguna vez había logrado salir gracias a la furia de sus puños. Después de una infancia difícil y una adolescencia que pasó entre botas lustradas y peleas callejeras, el Tigre de Mercedes debutó como profesional el 7 de diciembre de 1945 con un triunfo por KO en el primer round sobre Leopoldo Mayorano en el Luna Park, el estadio donde construyó su leyenda: 44 veces peleó en el templo de Corrientes y Bouchard, que siempre se llenó para aclamarlo. La popular lo adoraba. Peronista declarado (subía al ring con una bata que rezaba “Perón-Evita”), Gatica representaba para el público el sueño concretado. Amante de la ropa extravagante y la vida nocturna, el dinero que no despilfarró, lo regaló a los que menos tenían, sin pedir nada a cambio. En el ring side, los platudos que se paseaban con sus billeteras abultadas y sus mujeres enchapadas en oro y cubiertas con pieles, lo detestaban. Ya demasiado tenían con ese aluvión zoológico que había tomado la Casa Rosada como para también soportar que otro cabecita negra del interior les enrostrara desde arriba del ring que los desposeídos también podían ser. El Mono, le decían los que pagaban las entradas más caras sólo para verlo perder. “Mono, las pelotas”, contestaba Gatica cada vez que lo llamaban por ese seudónimo, que el periodismo adoptó como propio. Nunca peleó por un título del mundo. Apenas si salió cuatro veces a pelear fuera del país. Ni siquiera se colgó el cinturón argentino. No lo necesitó. Porque Gatica fue el Campeón del Pueblo. Y esa corona será suya por toda la eternidad.
TIEMPO ARGENTINO