02 Nov Mykonos: paraíso terrenal, infierno celestial
Por Alex Macipe
Arena blanca y agua turquesa, atardeceres de incontables colores, iglesias, bares y museos históricos; todo esto suena muy bien, pero por sobre todas las cosas, Mykonos tiene algo especial: su único e incomparable estilo. Esta pequeña isla ubicada en el archipiélago de las Cícladas, en el mar Egeo, es el destino que todo turista sueña conocer, sobre todo en los meses de verano.
Este pequeño bloque urbano cuenta con una población estable de unos 11 mil habitantes que viven principalmente del turismo, como sucede en la gran mayoría de las islas griegas, por lo que aguardan ansiosamente la llegada del verano y de los miles de visitantes que arriban año tras año. Si bien presenta atractivos arqueológicos, museos y construcciones que narran la historia de la batalla mitológica entre Zeus y los gigantes, pocos son los turistas que desembarcan en esta joya de las Cícladas para conocer únicamente los aspectos sobresalientes de su pasado. Las bellezas naturales son tan fuertes como las históricas.
Por lo general, en Mykonos la vida comienza después del mediodía, y la mejor manera de moverse es en moto, porque para llegar a las playas mas alejadas hay que tomar caminos que son angostos y no siempre están en muy buen estado. Además, debido a las cortas distancias entre sus playas, los inquietos visitantes disfrutan de dos o tres balnearios diferentes en una misma tarde. Cuando cae el sol, quienes quieran conocer el pulso de la isla de la mano de famosos DJs, tienen su lugar en las famosas playas Paradise y Super Paradise.
Quienes no quieran únicamente un turismo de arenas y mar, una buena alternativa es visitar el barrio llamado Pequeña Venecia, que se caracteriza por sus angostas calles y casas con los balcones sobre el mar, desde los que se aprecian las puestas del sol que compiten en belleza con las de otro destino emblemático de Grecia, Santorini. Además, mientras en algunos lugares del mundo el atardecer es sinónimo de que el día se acaba, en Míkonos es el momento en que todo comienza.
Las luces de la noche
Una vez que salen las estrellas, cenar bajo la luz de la luna con la imagen de los molinos de viento iluminados de fondo, esa postal tan conocida de Mykonos, es lisa y llanamente imperdible. Peces y frutos de mar grillados, acompañados de aceite de oliva, limón y un vino blanco Asírtico (la variedad local) es el maridaje regional perfecto para disfrutar de una velada en la isla. Otra opción nocturna más que interesante son las bouzoukia, salones para bailar y escuchar típica música griega, en donde los locales se dejan hipnotizar por el profundo significado de la letra de las canciones y arrojan rosas al escenario para homenajear al cantante de turno.
Si bien la isla recibe todo tipo de turismo, Mykonos es un destino gay friendly desde hace muchos años, y los tradicionales isleños pasan por alto las excentricidades de algunos turistas para que todo se fusione en un clima muy amable, divertido y de muy buena convivencia, aún a altas horas de la noche y en sus más de veinte ruidosas discos.
Con respecto al alojamiento, Mykonos es un destino con un rango muy amplio de posibilidades, que van desde un camping en la playa hasta hoteles de lujo. El referente de la isla es el Santa Marina Resort and Villas, que ha albergado a famosos como Bratt Pitt y Angelina Jolie, quienes, en un viaje relámpago, ocuparon el 50% de sus 100 habitaciones. Las suites se encuentran a diferentes alturas, la mayoría de las cuales tienen balcones y pequeños decks de madera para broncearse sin salir de la habitación. Por supuesto, todas ostentan increíbles vistas al mar Egeo. Para aquellos que buscan aún más privacidad y confort, lo ideal es optar por una de las 11 villas con piscinas privadas que parecen continuar hacia el infinito por un fondo en el que el mar se confunde con la bahía de Ornos. Un completo spa y una playa privada completan esta oferta de lujo y relax.
Como contrapartida del excelente clima que envuelve a la isla durante todo el verano, las Cícladas se caracterizan por recibir el fuerte viento Meltemi durante varios días en el mes de agosto, que si bien es algo molesto, no logra aplacar el eterno carácter veraniego de la isla.
En resumidas cuentas, si Grecia es un paraíso en la tierra, Mykonos sería su infierno, y no sólo por sus días de más de 30 grados, sino por sus noches frenéticas, su gente y costumbres que se fusionan en un ritmo tan alocado como inolvidable.
EL CRONISTA