06 Nov Murió Juan Carlos Calabró, un hombre que supo hacer reír desde la picardía
Por Mercedes Méndez
Fue un tipo que no le mintió a la gente” dijo Carlos Rottemberg cada vez que le preguntaron cómo había que recordar a Juan Carlos Calabró. Según su íntimo amigo, eso que se veía en televisión era lo que él era: un tipo inocente, que contagiaba alegría, algo torpe, muy social y que encaraba su trabajo con una seriedad que en esta época parece anacrónica. Sus personajes emblemáticos como Aníbal, Johny Tolengo y El Contra, tenían mucho de su esencia. “Me pasó muchas veces de estar cenando con él en un restaurant y entrara una persona muy famosa y él, bajito, me dijera: ‘¿Y este quién es?’ Ahí estaba la base de El Contra”, contó el productor. Con 50 años de carrera y creaciones inolvidables, este actor hizo humor a partir de situaciones ingenuas y ridículas, era capaz de hacer reír porque confundía a una mujer con un hombre o porque se ponía a bailar en cualquier contexto, mientras hacía las compras o caminaba por la calle, acompañado por tres bailarinas con vestidos de seda brillosos y guantes hasta los codos, que cantaban: “¡Qué alegría, que alegría!”
Ayer a las 7:30 de la mañana, Juan Carlos Calabró murió a los 79 años en el Hospital Británico, luego de luchar el último año contra la enfermedad que lo aquejaba. Su médula no podía producir suficientes glóbulos rojos y debía recibir transfusiones de sangre periódicamente. Los restos de Calabró fueron velados desde ayer en una casa funeraria. Hoy a las 11, el cortejo fúnebre partirá hacia el Panteón de Actores del Cementerio de la Chacarita.
El cómico nació el 3 de febrero de 1934 en Buenos Aires. Empezó su carrera en los años ’60 en el programa Telecómicos y participó de varios ciclos pero hubo algunos que marcaron hitos en su carrera como Gorosito y señora en 1973 y Calabromas, en 1978, de donde salieron varios de sus personajes más conocidos. Para esa época, Calabromas fue un espacio innovador en el género de las parodias. Había personajes muy exitosos como las caricaturas que Calabró hacía de Batman y Robin. Cada personaje famoso que aparecía en Hollywood era motivo de parodia para este actor. Un recurso que él anticipó y que luego se volvió muy popular.
La repercusión de sus creaciones televisivas lo llevaron al cine. Entre una veintena de películas figuran Villa Cariño está que arde, Yo también tengo fiaca, Donde duermen dos… duermen tres y Gran Valor. En algunas de ellas, la gran estrella era su personaje de Johny Tolengo que llegó a compartir cartel con Susana Giménez. Su popularidad iba en ascenso. En 1987, la película Johny Tolengo, el majestuoso alcanzó más de un millón de espectadores, en una mala época para el cine, que se vio afectado por el surgimiento del VHS. El estribillo de su canción “¡Qué alegría, qué alegría! Olé, olé, olá. Vamos flaco todavía, estás para ganar”, alcanzó la masividad como una de las canciones preferidas de los hinchas de fútbol para alentar sus equipos. Calabró había alcanzado la masividad al ver tribunas enteras cantando su canción.
En la década del ’80, formó una poderosa dupla cómica con su tocayo Juan Carlos Altavista, con quien protagonizó la saga de Mingo y Aníbal, dos de los personajes más emblemáticos de los cómicos. La camiseta de Aníbal y su famoso Topolino, un Fiat 500 rojo que cuidaba con devoción y al que Mingo lo llamaba “albóndiga maldita”. Con Minguito hizo las películas Mingo y Aníbal, dos pelotazos en contra (1984) y su secuela Mingo y Aníbal en la mansión embrujada (1986). Las películas, que cada tanto siguen exhibiéndose en el cable, fueron muy populares.
Más tarde, en los ’90, El Contra tuvo su propio programa en el que recibía cada semana a un invitado famoso al que, indefectiblemente, confundía con otro, siempre con el latiguillo previo de “¡Pedro! ¡Mirá quién vino!” Por El Contra pasaron cientos de famosos, como Sandro, Luis Landriscina, Ethel Rojo, Carlín Calvo, Lolita Torres, Susana Giménez, Gerardo Sofovich y Maradona, antes del Mundial de Estados Unidos en 1994.
En 1999 fue convocado por Pol-ka para participar de la tira Campeones de la vida, donde interpretaba a Ciro D’Alessandro, un viejo sindicalista, junto a Osvaldo Laport y Soledad Silveyra. En 2004, hizo su última aparición en una ficción con una participación especial en Padre Coraje donde compartió elenco con Facundo Arana.
En teatro fue uno de los protagonistas de la primera versión argentina de Extraña pareja en escenarios porteños, la mítica obra de Neil Simon y participó en varias comedias. En los últimos años regresó a las tablas con Vení a reírte con Cala, obra que marcó su vuelta a los escenarios porteños. Al año siguiente hizo Carnaval de estrellas, donde compartió escenario con Raúl Lavié y Estela Raval. En 2011 compartió escenario con María Marta Serra y su hija Iliana en El gran Burlesque, un music hall producido e ideado por Flavio Mendoza que subió a escena en Mar del Plata durante una temporada.
En agosto pasado conmovió al público cuando estuvo en la entrega de los Premios Martín Fierro para recibir el homenaje que le brindó APTRA. En el escenario del Teatro Colón, visiblemente debilitado por su enfermedad pero sin perder el humor y, acompañado por sus dos hijas, se emocionó por el premio. Ahí le dijo al público que lo aplaudía de pie: “Soy un artista popular que transitó durante 50 años por la televisión argentina sin decir una sola mala palabra.”
Cultor del perfil bajo y bastante serio en la privacidad, estuvo casado desde 1962 con Coca, su gran compañera de toda la vida y madre de Iliana, (actriz) y Marina, (periodista). “Lo tuve conmigo 56 años, pero me faltó un poco más”, dijo ayer Coca, emocionada, ante los medios. La mujer que lo acompañó durante el mayor tiempo de su vida, fue la que lo despidió ayer a la mañana. “Estuvimos todo el tiempo con él, pero estaba esperando un momento a solas con mamá, con su esposa, que fue el amor de su vida, para poder irse en paz”, dijo Iliana.
Calabró defendió siempre su estilo de humor blanco e inocente, sin malas palabras. Por eso, aunque nunca quiso hablar de la muerte, lo único que le pidió a su familia fue que cuando lo entierren, en su lápida diga: “Aquí yace un hombre que alguna vez hizo reír a un niño”.
TIEMPO ARGENTINO