Entre Ríos al natural

Entre Ríos al natural

Por Alex Macipe
La provincia mesopotámica de Entre Ríos hace honor a la etimología de su nombre: sus líneas fronterizas son, naturalmente, ríos. Su superficie de 78 mil kilómetros cuadrados y los 16 departamentos que la integran están limitados por el caudaloso Paraná al oeste, el Uruguay al sur y al este, y el Guayquiraró al norte, con sus afluentes, los arroyos Basualdo y Mocoretá.
En La Paz, el quinto departamento más extenso de la provincia, precisamente entre los distritos de Chañar y Tacuaras, se encuentra uno de los paraísos entrerrianos en lo que respecta a flora y fauna: el Área Natural Protegida Don Sebastián, que se extiende sobre 1.783 hectáreas. El objetivo de la protección de este área desde hace una década es conservar una muestra representativa de la región del Espinal con influencia de la selva Paranaense y el delta e islas del Paraná, junto a los humedales temporarios que se forman en época de desborde del río Guiayquiraró.
Don Sebastián integra cuatro ecorregiones muy bien delimitadas; la primera de ellas es la llamada Selva en galería, que se despliega como un bosque húmedo entre el arroyo Las Mulas y el río Guayquiraró, con especies arbóreas dominantes como el Guayabo, el Ceibo, el Sauce Criollo y el Curupí. La segunda región es Los blanquizales, que se caracteriza por un alto grado de salinidad que se acentúa en las épocas de sequía. Allí se forman bosques bajos abiertos de Quebracho Blanco, Algarrobo Negro, Chañar y algunas especies cactáceas. Cerca de allí, el Bosque semi-xerófilo está dominado por árboles de Ñandubay, Espinillo, Coronillo y Quebracho Blanco, entre otros que se caracterizan por crecer en suelos más secos. Por último, los Humedales temporales corresponden a las zonas bajas y forman lagunas temporalmente, luego de fuertes lluvias y debido a los desbordes del río Guayquiraró. Allí se alimentan distintos tipos de aves acuáticas y mamíferos.
En Don Sebastián conviven alrededor de 25 especies de mamíferos, como carpinchos y gatos monteses; 12 de anfibios y reptiles y 54 de aves, por lo que es un destino turístico ideal para amantes de la naturaleza, ornitólogos y fotógrafos. Además, la presencia del río Guayquiraró besando las costas llena aún más de vida a este lugar tan particular. El constante zigzagueo de sus aguas dentro de la reserva genera curvas en forma de acantilado y otras con grandes playas de arena blanca en donde muchos animales descansan durante la mañana.
Desde que sale el sol, toda la zona es un espectáculo de colores y sonidos. Al internarse en sus bosques, los visitantes pueden oír, sentir y ver el baile y el canto de los miles de pájaros que coquetean con la naturaleza. Basta levantar la vista hacia la copa de los árboles para encontrar diversos nidos y muchísimos horneros, el ave nacional.
Para los turistas, divisar animales de mayor tamaño es más difícil porque el área se mantuvo prácticamente virgen hasta la fecha, por lo que los animales no están acostumbrados al público, a diferencia de Iberá, donde sólo les falta posar ante las cámaras. De todas formas, es emocionante ir en busca de especies como los ciervos, especialmente durante la noche, ya que se quedan inmóviles ante los reflectores de las 4×4 y se disfruta de esos breves instantes de intimidad entre el humano y el animal en los que el click de la cámara fotográfica debe ser preciso y veloz.
Otro hot spot de la noche son las estrellas y los cuerpos celestes. Bien vale la pena contratar a un guía que pueda descifrar los infinitos caminos de las constelaciones, ya que la ausencia de luz y la lejanía de la ciudad hace que se vean muchas más estrellas.
Lamentablemente, todas las especies están padeciendo los efectos devastadores de la deforestación y el desmonte de los campos cercanos en pos de plantaciones de alto rendimiento, como la soja. Son muchos los animales que se están quedando sin espacios verdes, a lo que se suma la caza furtiva, que aún no pudo ser erradicada.
El futuro dirá si la naturaleza podrá sobrevivir a la acción humana y sus desaciertos. Sin embargo, visitar estas áreas permite al hombre conectarse con la naturaleza, el infinito y todos lo secretos que tal vez, algún día, aprendamos a descifrar.
EL CRONISTA