27 Nov Descubrir la trama de las cosas
Por Luis Aubelle
Soy un científico con un perfil algo atípico. Incluso este laboratorio de neurociencia integrativa es un espacio atípico donde se reúne gente que no suele reunirse. Hay lingüistas, psicólogos, hay médicos, físicos, hay matemáticos, gente que investiga la teoría de la computación. Es que estudiamos algo que es necesariamente interdisciplinario: el pensamiento humano”, explica el licenciado en Física Mario Sigman, jefe del Laboratorio de Neurociencia Integrativa de la Universidad de Buenos Aires y autor, con el doctor Sebastián Lipina, del libro La pizarra de Babel, puentes entre neurociencia, psicología y educación.
Educar mejor. “Neurociencia es el estudio del cerebro, ese gran sustrato de donde emergen las emociones, la memoria, el lenguaje?” Estamos convencidos de que al comprender cómo funciona el cerebro tendremos una información que nos permitirá educar mejor. Hay aspectos de la educación que funcionan mal, como por ejemplo la pedagogía matemática o la pedagogía de la ciencia,
Tribus que antes no se hablaban. Para el investigador, la ciencia es una especie de telescopio que permite ver cosas que normalmente no están a simple vista. “Pero en el diálogo entre ciencia y educación, el científico suele pensar que la educación es algo blando y variable, que cada chico es un mundo y que cada escuela es un problema. A su vez, el educador piensa que el científico es alguien muy abstracto incapaz de comprender que los chicos tienen urgencias como problemas de nutrición y de transporte. Pareciera que hubiera una distancia demasiado grande por recorrer entre educadores y científicos. Pero desde hace tiempo, y con éxito, estamos acercándonos. Así, se da el encuentro entre tribus que antes no se hablaban.
Construir puentes. En su libro La pizarra de Babel Sigman reunió artículos de científicos e intelectuales que quieren construir puentes entre las distintas disciplinas. Tomaron el tema de Babel como metáfora de lugar de encuentro entre gente que viene de distintos caminos pero que mira para el mismo lado.
Formación, dentro y fuera del colegio. “Ahora tenemos la posibilidad de ver la mente en funcionamiento, en la que coexisten distintas opiniones respecto de un problema. En realidad la mente es una deliberación, una especie de senado”, reflexiona el físico. “Cuando uno piensa en educación piensa en el colegio, pero un chico pasa sólo el 20% de su existencia en las aulas. El restante 80% lo pasa afuera, aunque durante ese tiempo también se está educando y esa formación es tanto o más importante que la educación del colegio.”
Chicos científicos. “¿Cómo construye el mundo un chico? Se parece mucho a un científico, porque está confrontado a una realidad que desconoce: ¿Para qué es esto? ¿Para qué sirve esto? se pregunta, y ése es el primer elemento primordial de un científico. Porque se topa con elementos de la naturaleza que desconoce y que lo provocan. Frente a eso, como el científico, pregunta, experimenta, interviene y se mueve. Trata de comprender, de descubrir la trama de las cosas. Después hace teorías sobre cómo entiende que funciona el mundo.”
Teoría de la mente. Después, tanto los chicos como el científico tratan de transmitir ese conocimiento. No tomaron un curso de pedagogía, pero si uno lo piensa: ¿qué es lo que hace falta para enseñar? Primero, que haya otra persona que, si bien tiene una mente, no tiene el mismo conocimiento que tiene uno. Esto en psicología se llama teoría de la mente y significa entender que el otro mira la realidad desde una perspectiva distinta y sobre la cual tiene conocimientos distintos. El filósofo y lingüista norteamericano Noam Chomsky se preguntó por qué los chicos empiezan a leer a los cinco años. “Por qué no a los siete, a los cuatro, a los tres. No somos una página en blanco, afirmaba, y sostenía que los seres humanos nacemos ya con un dispositivo cerebral innato y especializado que nos permite aprender el idioma materno en la más tierna infancia casi de forma automática con sólo oír frases sueltas en el seno familiar.”
Algo más que gruñidos. Según Chomsky, no es posible explicar el origen del lenguaje como la evolución gradual desde una jerga de gruñidos, gestos y gritos dados por los monos hasta las primeras palabras humanas, sino que, por el contrario, el hombre debió hablar bien desde el principio. La distancia que hay entre un gruñido de primate y el órgano del lenguaje innato del hombre es un abismo profundo e insalvable para la evolución. Se trata de un órgano complejo hecho de redes nerviosas, con una estructura especial, que ya existe en el recién nacido.
El área de Broca. La hipótesis de Chomsky de que todos los lenguajes humanos, a pesar de su variedad, están ya predeterminados por una gramática universal, fue confirmada mediante pruebas neurológicas que identificaron en en el área de Broca, una región del cerebro, la gramática común que subyace a todos los lenguajes humanos. Chomsky pensaba que podríamos crear una educación revolucionaria sobre la base de lo que estamos potencialmente preparados para hacer.
“Todos fuimos científicos y también fuimos artistas y ésa es una buena reflexión final para imaginar el futuro de nuestras vidas”, concluye el científico.
LA NACION