Víctor Heredia: “no le podía negar la esperanza a mi madre”

Víctor Heredia: “no le podía negar la esperanza a mi madre”

Por Maby Sosa
Dice la palabra “democracia” y sus ojos brillan. A lo largo de su vida, Víctor Heredia fue testigo de varias democracias. Ninguna como esta que lleva 30 años. La última dictadura se llevó a su hermana María Cristina y a su cuñado que militaban en el PRT (Partido Revolucionario del Pueblo) y en él quedó la tarea de mantener la esperanza y de luchar por la justicia y la libertad a través de sus canciones. Tal vez haya sido por eso que “Todavía cantamos” fue un himno esperanzador para los militantes que recibían esta nueva etapa. Con la mirada firme y la voz cada tanto entrecortada, recorre estos últimos años de la historia y siente que a pesar del dolor, hoy el país del que hablaba en sus canciones está cada vez más cerca de este en que vivimos.
–¿Dónde estabas en 1983?
–Ya estaba acá, en Buenos Aires. Antes de esto había hecho mi segundo exilio en el ’80 que fue cortito también, había vuelto y estaba trabajando. Habíamos hecho Obras Sanitarias con el Cuarteto Zupay. Después mi propio Obras Sanitarias con el disco Puertas Abiertas y con “Informe de la situación” que había pegado muy fuerte. En el ’83, estaba estrenando “Aquellos soldaditos de plomo”, (donde estaban “Todavía cantamos”, “Dulce Daniela”, “Ahora imagínalo”) un disco que empecé a grabar antes de la caída de la dictadura y que la compañía se decidió a editar en el ’83, apenas al advenimiento de la democracia.
–¿Cómo era ese momento pre democracia?
–Estábamos llenos de expectativas. Vivíamos de reunión en reunión y seguíamos defendiendo nuestros lugares en el Sindicato de músicos por ejemplo. Teníamos contacto con muchos partidos políticos que estaban tratando de llegar al ’83 como mínimo con la plataforma armada. En lo personal, desde el punto de vista artístico, estaba trabajando en muchos café concert y había mucha vicisitud. No se sabía si todos los esfuerzos, las manifestaciones, las luchas por los Derechos Humanos, las quejas iban a ser atendidas y había una gran discusión acerca de cómo había que encarar ese proceso. La realidad es que estábamos inmersos en un mar de interrogantes, no sabíamos qué iba a pasar.
–Ya habías pasado por otras dictaduras y otras democracias. ¿Había algo diferente a las otras en esta democracia que estaba latente?
–La realidad es que con todas las pérdidas que cada uno de nosotros tenía –en el caso personal y siento que de la misma manera les pasaba a todos los que habían sufrido la contingencia familiar de tener un desaparecido–, las expectativas eran enormes porque creíamos que al llegarse a un acuerdo con todos los partidos políticos y una votación popular se iba a despertar la justicia. Una justicia a la que se había recurrido muchas veces durante la dictadura y que no había respondido, que negaba los hábeas corpus y lo que pasaba alrededor porque esa justicia estaba cooptada por la dictadura militar. Así que la idea era que en el ’83 también se esclarecieran los secuestros y las detenciones. A esa altura, teníamos esperanza de que fueran detenciones y que eso permitiera encontrarnos con quienes habíamos perdido. Pero tampoco eso sucedió. Recién con la CONADEP se empezó a entender qué había sucedido durante estos años.
–Tenías esta situación particular con tu hermana pero como artista te cargaste con una responsabilidad muy grande en la gestación de esta democracia. ¿Cómo te posicionaste ante la censura, los compañeros que desaparecían o se exiliaban, las amenazas?
–Las amenazas, sobre todo. En el ’74, ’75 ya tenía amenazas de la Triple A, y pensaba inocentemente que había sido porque había sacado Víctor Heredia canta Pablo Neruda y en realidad fue porque estaba incluida mi actividad sindical, mi postura política y cuando se van acercando las fechas del posible advenimiento de la democracia, la censura no dejó de presionarme. Siempre cuento que fui el único artista que no pudo trabajar con Mercedes Sosa en su concierto de regreso a la Argentina en el ’82. Eso casi no se sabe. Todos los compañeros que tuvieron la oportunidad de participar de ese concierto lo hicieron sin problemas, pero cuando se mencionó mi nombre los productores del espectáculo me dijeron que no lo permitían. La dictadura había censurado hasta esa participación. Lo recibí con mucho dolor, estaba en Mar del Plata y me habló Fabián (Matus) el hijo de Mercedes para avisarme. Así que imaginate las presiones eran muy fuertes. Fue muy severa conmigo la dictadura. Creo que el hecho de tener un familiar desaparecido los hizo temer que hiciera una denuncia a nivel público, a nivel internacional que tirara por tierra todo este plan que ellos tenían que “los argentinos somos Derechos y Humanos”.
–¿Cómo fue el tránsito de esos primeros años? Imagino que habrá sido con pies de plomo.
–No tanto. Con la llegada de Raúl Alfonsín salió a la calle mi disco Aquellos soldaditos de plomo donde planteaba la necesidad de tener un ejército popular, nada menos. Pie de plomo, nada. Y estaba más que elocuente la denuncia de lo que había sido la lucha de las Madres de Plaza de Mayo desde el “Todavía cantamos”, esas canciones que venía arrastrando desde antes porque las cantaba en los café concert y a la gente le asustaba. Me acuerdo una actuación mía en el ’78 con la canción “Informe de la situación” en un teatro donde había muy pocas personas, cuando terminé de cantarla, quedaban ocho. La gente se asustaba, se iba. Y era lógico pero tenía una bronca interna, la necesidad de hacer una denuncia y que todo el mundo se enterara.
–¿Y qué se respiraba? ¿Cómo se palpitaba el afuera?
–Desde el ’82 sentía que la dictadura estaba en decadencia. Era evidente que iban a tener que ceder. Abrir un espacio democrático o ceder. De hecho en esa etapa grabé Puertas abiertas donde estaba “Informe de la situación”, un tema al que la compañía se había negado durante cuatro años porque decían que ellos no podían asumir ese compromiso porque la censura iba a ser terrible. Así que en el ’82 hasta ellos se dieron cuenta, hasta la propia Polygram se dio cuenta que era factible grabar un disco de esa naturaleza, y yo entusiasmado con esa posibilidad propuse regrabar Víctor Heredia canta a Pablo Neruda del que se habían destruido todas las placas en el ’77, ’78. La sensación era que algo estaba por suceder. La participación popular, las manifestaciones, la generación de organismos como la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, las Madres con la ronda de los jueves y los pedidos cada vez más exacerbados de parte de los familiares de que se aclarara dónde estaban los detenidos-desaparecidos, habían puesto en riesgo la dictadura. Eso sumado al fracaso militar en las Malvinas, había hecho que el espacio empezara a abrirse ciertamente. Aunque no estoy de acuerdo que haya sido sólo Malvinas. Sería minimizar la lucha de muchos compañeros que tuvieron un papel muy especial.
–Esta democracia lleva 30 años de vida, cosa que no sucedió con otras. ¿Qué la hizo perdurar?
–Primero la concientización de todo un pueblo alrededor de hechos aberrantes como los que produjo esta dictadura y los grupos de tareas. Eso puso en alerta a todos los ciudadanos. Las anteriores dictaduras que viví (Onganía, Levingston, Lanusse) habían sido, desde el punto de vista de lo que sucedió después, mesuradas. Terribles desde lo político y social pero nunca desde la criminología que alentó esta dictadura. Al ver todo esto, la ciudadanía en pleno alertada por los propios partidos políticos, entendió que no se podía volver a vivir algo así, que a la democracia había que defenderla pese a todo. Y creo que también muchos políticos cedieron parte de sus convicciones en pos de seguir sosteniendo aún cediendo algún terreno dentro del espacio democrático. Ya no se podía ignorar todo lo sucedido por más que muchos dijeron que no sabían lo que estaba pasando en esa etapa. El ’83 los concientizó. Y creo que lo que pasó con el Nunca más, con la Conadep, que también fue muy discutido mostró lo cruel que había sido. Y el ejemplo chileno a muchos argentinos les abrió la cabeza en relación a los intereses que defendían y movían a esas dictaduras.
–¿Qué recordás de esos días, del día de las elecciones, por ejemplo?
–Fue una gran felicidad y nos generó expectativas que después se fueron frustrando con el tiempo de esta cosa cruenta tremenda, de que los desaparecidos habían sido asesinados. Para nuestra familia fue muy duro pero durante un tiempo conservamos esa esperanza. No le podía negar a mi madre esa esperanza. Y me decía “se puede producir la aparición en cualquier momento porque si se están abriendo campos clandestinos, hay gente que está saliendo, seguramente están tardando, vaya saber a donde militaron los chicos”. La verdad es que fueron asesinados por un grupo de tareas que ya sabemos de donde vino y presentamos una querella en Comodoro Py que la tiene el juez Rafecas.
–¿Ya en democracia hubo algún suceso que te haya hecho sentir miedo o hayas sentido que podía temblar la democracia?
–No. Durante la etapa de Alfonsín, al principio, el temor de esta exageración de paros nacionales que se le hizo a un gobierno que era incipiente, tan incipiente como la democracia y que trataba de salvar las circunstancias económicas y políticas que se le anteponían incluidas algunas asonadas militares. Todo eso me hizo ver la incapacidad de algunos dirigentes políticos para comprender el momento que se estaba jugando en la Argentina y lo peligroso que era no reclamar con la mesura que merecía ese espacio democrático y acusar a rajatablas cualquier error del gobierno acompañando las voces mediáticas que obviamente querían otra vez volver a un pasado dictatorial porque les había convenido, porque los habían protegido, los habían enriquecido, porque habían podido robar como se comprueba cotidianamente bienes de familias y, personales.
–Y cosas que se descubren en el proceso democrático.
–Sí, y es muy fuerte. Los que estábamos muy cerca de esas cuestiones lo teníamos muy claro desde el ’83 en adelante. Pero en general, los ciudadanos se van dando cuenta recién ahora porque la pelea ya es abierta. Nadie se esconde detrás de nada. Los buenos hacen la denuncia como corresponde y los malos aceptan la batalla y desembozadamente compran como estamos viendo ahora, voces, gente, organismos y políticos. Lamentablemente para destruir una construcción extraordinaria que hicimos los argentinos durante estos últimos 30 años que no fue gratuito. Costómuchas lágrimas, mucho sacrificio, incluso sacrificio político.
–A nivel emocional, el país también pasó muchas veces de la angustia a la alegría…
–Sí. Me acuerdo del acto extraordinario que todo el mundo critica por aquella desafortunada frase de “Felices Pascuas”. A la luz de la actualidad y mirando un poco en mis recuerdos, ese día había más de un millón de personas en favor de la democracia, dispuestas a dar la vida, en ponerse frente a los tanques a lo que fuera. Y muchos se fueron desilusionados porque querían confrontar y aniquilar todo foco posible que atentara contra todo espacio democrático. Ahora pienso con el diario de ayer: ¿Qué hubiera sucedido? Creo que hubiera sido una masacre, ninguno de nosotros hubiera sacado el cuerpo porque estábamos dispuestos a defenderla. Había una euforia democrática, una ebullición democrática y mucha bronca por lo que había hecho esa dictadura. Creo que llegamos a hoy merced a estas cuestiones que si bien desde el punto de vista político podían llegar a criticarse, entiendo que son partes de una cadena que fue juntando eslabón por eslabón con errores y aciertos para llegar a lo que somos hoy, a este pueblo concientizado y que da ejemplos en leyes sociales a todo el mundo.
–Este año votaron por primera vez los chicos a los 16 años ¿cómo viviste este hecho vos que fuiste en esos años un referente para la juventud?
–Me da una gran felicidad. Recuerdo mis primeros pininos políticos en la secundaria y ahora veo a los chicos hablando de las currículas educativas, peleando y luchando. Y están capacitados para votar y para dirigir y eso sí se debe a los últimos diez años porque la inclusión de la gente joven se había visto jaqueada por el temor de las familias que habían vivido la etapa democrática tratando de evitar que sus hijos no ingresen a ningún partido político ni se mezclen con ninguna cuestión que tenga que ver con las luchas sociales. Porque “mirá si les pasa lo que nos pasó a nosotros”. Ese terror que asoló a la Argentina durante tantos años empezó a diluirse. Ha sido sustancial esta claridad con que hoy se plantea la batalla entre el Estado y los medios corporativos.
–¿Cuáles son los desafíos de esta vida democrática?
–Están a la vista: la definitiva inclusión social y la equidad. Ese es el desafío. Una equidad y una inclusión social que fueron devastadas durante el menemismo y que tienen que ver con un proyecto de devastación cultural porque esta pobreza viene de la mano con una pobreza intelectual. Es extraordinario que se haya tratado la enseñanza a través de las computadoras para que los chicos tengan acceso a una diversidad de información porque así te podés incluir en un proceso democrático.. «
TIEMPO ARGENTINO