Uruguay: de campos, playas y ciudades

Uruguay: de campos, playas y ciudades

Por Florencia Angilletta
A Uruguay no se va. Se vuelve siempre. Porque es de esos destinos que invitan a redescubrir itinerarios: en el vintage de los banderines de colores de sus pueblos, en la distinción de sus paraísos naturales y hasta en la famosa calidez de sus habitantes, dispuestos a compartir un mate y una amable sonrisa.
Montevideo, la capital nacional, permite combinar la vida urbana rioplatense con el encanto pueblerino. Para comenzar, la Ciudad Vieja, de calles empedradas y casonas históricas, ostenta la Plaza Matriz, la Catedral, el Cabildo, el museo Torres García y el mítico Teatro Solís -icono de la música clásica, recientemente restaurado-. El paseo continúa en la tradicional Plaza Independencia, en el centro comercial de la Avenida 18 de Julio, en joyas arquitectónicas como el Palacio Salvo y el Castillo Pittamiglio, en paseos verdes como el Parque Rodó y en el Museo Histórico Nacional, del Gaucho y la Moneda. El sábado, la cita es en el Mercado del Puerto, con sus bares de antaño y tiendas de marroquinería, mientras que el domingo es momento de conocer las excentricidades e incunables de la feria de antigüedades de Tristán Narvaja. Por la noche, el itinerario sigue en la peatonal Sarandí o en los modernos restos de Punta Carretas. Pero, sin dudas, el gran protagonista de la capital uruguaya es el río, que puede disfrutarse en La Rambla -su famoso paseo costero- y en playas cercanas como Pocitos, Buceo, Malvín y Carrasco; o más lejanas como Piriápolis, custodiado por el cerro Pan de Azúcar.

Herencia y vanguardia
Declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 1995, Colonia del Sacramento mantiene intacta la magia de su pasado. Así, sus callejuelas de adoquines alumbradas por faroles son hoy un reducto de espíritu hipster y cafés gourmet que vibran en el Casco Antiguo. Este famoso paseo incluye la Casa del Virrey, la Calle de los Suspiros, la Puerta de la Ciudadela y mu¬seos como el Municipal y el del Azulejo. Además, el paseo costero de San Gabriel regala una vista perfecta del atardecer y, después, la jornada culmina en algún bar típico donde se deleita una comida artesanal mientras suenan los acordes de una nostálgica milonga. Más allá de Colonia, el recorrido puede continuar hacia Colonia Valdense o hasta Nueva Palmira, o también en la Ruta de las Bodegas, que conjugan campiña y delicioso sabor del tannat, la cepa insignia. Y a 80 kilómetros, Carmelo es otro sitio ideal para el descanso, el paseo en bicicleta y la vida náutica, con su linda Playa Seré como punto de encuentro.
Asimismo, Punta del Este es el otro gran orgullo de la República Oriental. Inspiradora y excepcional, ostenta delicia natural, belleza arquitectónica y aura chic. Las preciosas playas esteñas se diferencian entre la Mansa- de mar suave y arena fina- y la Brava -elegida por los amantes de las olas y los deportes acuáticos-, mientras que la distinción de La Barra y José Ignacio atraen a los más jóvenes. El eclecticismo del Este incluye, además, talleres abiertos, galerías, la fundación Pablo Atchugarry -con parque de esculturas y selección de arte moderno- y Casapueblo, el imponente museo-atelier de paredes a la cal de Carlos Páez Vilaró. Y, por supuesto, shows de figuras internacionales y diversión garantizada durante las 24 horas en el icónico hotel Conrad, donde el casino nunca duerme. También ofrece opciones de ecoturismo como Lapataia, canchas de golf que ostentan signature internacional, y deportes náuticos como windsurf y kitesurf. Bajo un cielo estrellado, la noche esteña invita al tradicional paseo por los restaurantes y tiendas de Gorlero, o por los casinos, discotecas y fiestas privadas, donde el jet set y las bebidas burbujeantes tienen su cita obligada.

Paraíso natural
Custodiadas por nítidas aguas verdes, las playas del departamento de Rocha invitan a encontrarse con la naturaleza y a conocer pueblos de encanto costero. La Paloma y La Pe¬drera -signados por olas tubulares y acantilados- son los elegidos por las familias y los devotos del surf. En tanto, Cabo Polonio es la meca eco-friendly, sin motores, calles ni energía eléctrica, donde sólo prima la decoración retro y la cerveza compartida a la luz de la luna. En tanto, Valizas y Punta del Diablo sobresalen con sus cabanas, sus ferias artesanales y sus delicias de mar. Asimismo, tierra adentro, la travesía continúa en estancias, desde Lavalleja a Santana, que conservan la arquitectura del siglo XIX y atesoran el testimonio de tradiciones como el ordeñe, las cabalgatas, la ronda de cartas y, por supuesto, el asado. Entre playas, campos y ciudades, se delinea el itinerario mágico de Uruguay. Porque aun para quien ya tuvo el privilegio de visitar estas tierras, siempre es tiempo de conocerlo de nuevo.
REVISTA CIELOS ARGENTINOS