Un público diverso revive la Reserva

Un público diverso revive la Reserva

Por Carolina Amoroso
“Vinimos de visita a Buenos Aires por diez días y buscábamos algo para hacer al aire libre, por eso vinimos. Me gusta estar en un lugar donde pueda andar en bicicleta y estar en contacto con la naturaleza, y dentro de Buenos Aires éste es el lugar más natural que conocimos”, explicó Ariel Ahronberg, una turista israelí de 24 años que eligió pasar el día junto con dos amigos en la Reserva Ecológica Costanera Sur, de Puerto Madero.
Como Ariel, son muchos y muy diversos los visitantes -locales y extranjeros- que recibe la Reserva. Cada fin de semana, ingresan cerca de 30.000 personas, según datos del Ministerio de Espacio Público de la Ciudad, y, si bien sábado y domingo son los días en que se registra mayor concurrencia, el promedio no baja de 3000 personas por día.
Esos 45.000 visitantes semanales se convierten en una cifra reveladora si se tiene en cuenta que parte de la actual reserva fue ganada al río con escombros provenientes de varias demoliciones. El área natural comprende 360 hectáreas, que incluyen lagunas, bañados, matorrales, bosques de sauces y alisos. Allí llegaron a avistarse, a lo largo de su historia, 280 especies de aves.

recorrido

El catálogo de visitantes de la Reserva incluye corredores, ciclistas, parejas jóvenes, lectores solitarios, grandes grupos de amigos y observadores de aves. Se suman también las visitas de turistas extranjeros que, si bien siempre fueron habituales, parecen haber aumentado en el último tiempo, según observan algunos visitantes frecuentes.
“Muchos extranjeros vienen como parte del recorrido turístico de la ciudad y otros para observar aves”, señaló el director de la Reserva, Eduardo Haene. Pablo Lutzen, un joven uruguayo de 24 años, visitó el lugar por primera vez y quedó sorprendido: “Es un punto de conexión con la naturaleza. De lo que he descubierto por ahora, es el único espacio así en la ciudad”, dijo.
Además de su riqueza natural, la Reserva también ofrece un refugio cercano para muchos porteños que buscan distenderse y escaparle a la vorágine de la ciudad. “Es el mejor paseo gratuito que tenemos, es como un pequeño oasis en la ciudad”, expresó Sandra Campostrini, un ama de casa de 29 años, que visita habitualmente la Reserva junto con sus tres hijos.
Están también los que eligen ir al menos una vez por semana para realizar alguna actividad física, en compañía o solos. Este es el caso de Javier Quiroga, de 31 años, que corre tres o cuatro veces por semana en el trayecto que va desde la entrada de calle Viamonte hasta la de la calle Brasil. “Es un lugar para olvidarse del trabajo, de las preocupaciones, para tener un poco de tranquilidad dentro de la ciudad”, dijo.
Patricia Velazco, de 38 años, también elige la Reserva para trotar o andar en bicicleta junto con su esposo.”Es un lugar ideal para nosotros, por la tranquilidad, por la amplitud y porque nos permite ver algo de verde, aun viviendo en la ciudad”, señaló.
Entre los visitantes más jóvenes también suelen verse, en la zona cercana al río, grandes grupos de amigos y parejas jóvenes que optan por pasar tardes enteras allí.
Joana Martínez y Carlos Servin, de 25 y 22 años, definieron la Reserva como “un programa ideal” para una tarde de verano, para ir en pareja o con amigos. “Es la mejor alternativa que hay en la ciudad. Es otro aire”, dijo Carlos, y añadió: “Si no fuese gratuita, pagaría”.
Durante el verano, son muchos los visitantes que desearían poder refrescarse en el agua. Sin embargo, si bien está permitido caminar por la costa, está prohibido bañarse en el río debido a que la contaminación del agua puede propiciar el contagio de enfermedades. A pesar de eso, algunos intrépidos confiesan que lograron escapar de la vista de quienes vigilan la costa y se aventuraron a entrar en el agua.
Si bien destacan las virtudes de la Reserva, quienes la visitan frecuentemente piden que se mejoren ciertos aspectos de su cuidado, entre ellos, la limpieza de la costa, la iluminación de algunos sectores -en especial, en invierno-, y la instalación de más y mejores baños.
LA NACION