26 Oct Turín, espíritu italiano
Por Lucas Le Breton
“Turín sin Italia sería más o menos la misma; Italia sin Turín, seguro que no”. El escritor italiano Umberto Eco sabe lo que dice: la ciudad siempre cumplió roles determinantes en la región desde antes de 1563, cuando se convirtió en la capital del Ducado de Saboya. Más tarde lo fue del Reino de Cerdeña, y luego fue decisiva para la unificación de Italia entre 1859 y 1870; y gracias al trabajo del conde de Cavour -reconocido político turinense- la ciudad fue nombrada primera capital italiana en 1861. Asentada en una planicie en medio de los Alpes, sobre los márgenes de los ríos Po y Stura di Lanzo, hoy es la capital de Piamonte y un importante centro económico del norte del país (allí se encuentra la fábrica de automóviles Fiat, fundada en 1899, por ejemplo). También es hogar de la Juventus, elegido como el mejor club italiano del siglo XX y uno de los más importantes de Europa, campeón de las últimas dos temporadas de la Serie A. Después de ser elegida como sede de los Juegos Olímpicos de Invierno en 2006, Turín fue nombrada Capital Mundial del Diseño en 2008. En su momento, el jurado aseguró: “En los últimos años, Turín se convirtió en una vibrante urbe cosmopolita, con una arquitectura de clase mundial, una economía pujante y el espíritu italiano de la dolce vita”. Además de sus antiguas iglesias, palacios y museos, en la Universidad de Turín se formaron destacadas figuras de la cultura, como los escritores ítalo Calvino y Umberto Eco, y enseñaron prestigiosos profesores, como el famoso criminólogo Cesare Lombroso.
Ciudad museo
Caminar por Turín es como caminar en un museo a cielo abierto. Pero antes de empezar el city tour, una buena idea es subir al Monte dei Cappuccini (a sólo 15 minutos de la Iglesia de la Gran Madre di Dio) para obtener una espectacular vista panorámica de las cúpulas de toda la ciudad. Incluso en la cima se puede almorzar en algún restaurante.
El recorrido por Turín debe empezar en la Piazza Castello, su corazón, donde confluyen las principales vías del centro, que todavía mantienen la estructura de un antiguo asentamiento romano, con calles perpendiculares como un tablero de ajedrez. Allí se encuentra el Palacio Real de Turín, residencia de la Casa de Saboya, una influyente familia que dominó ese ducado hasta 1714. Este importante centro político -que ostentó la corona del Reino de España entre 1871 y 1873 y la del Reino de Italia hasta 1946- fue originalmente un palacio episcopal. De estilo barroco, conserva piezas artísticas de gran valor y permite apreciar cómo vivía la aristocracia en esa época.
Signo religioso
Conocer sus numerosas iglesias es otra manera de entender la relevancia de Turín. Detrás de su impactante fachada de mármol blanco, la Catedral atesora el Santo Sudario. A pesar del gran debate que despertó entre científicos y teólogos, muchos sostienen que es el lienzo con el que se cubrió a Jesús después de la crucifixión, ya que se puede ver su cara impresa en él. Por su parte, la Basílica de Superga, terminada en el siglo XVIII, alberga la tumba de muchos príncipes y reyes de la Casa de Saboya. La Iglesia de la Gran Madre di Dio, frente a la Piazza Vittorio Véneto, de estilo neoclásico, contrasta con la mayoría de las construcciones barrocas, como el Santuario de la Consolota, un templo que es considerado una obra maestra en su estilo.
La Mole Antonelliana, símbolo de la ciudad, fue pensada como una sinagoga judía pero debido a la mala relación entre el arquitecto Alessandro Antonelli y esa comunidad, terminó cumpliendo otras funciones. La altura del domo es de 167 metros y en la actualidad en su interior funciona el Museo Nacional del Cine.
REVISTA CIELOS ARGENTINOS