Raid de los Andes: desafío de altura

Raid de los Andes: desafío de altura

Por Gonzalo Sánchez Segovia
Las carreras de aventura tienen dos objetivos: el primero es poner a prueba el físico y superar las barreras mentales para llegar a la meta. Y el segundo, atravesar caminos agrestes no exentos de ruda belleza, que le brindan un marco especial a la competencia. En abril, el Raid de los Andes eligió la Puna argentina como escenario para su primera edición, que se desarrolló entre el 13 y el 15. Allí, en tierras ancestrales, los participantes recorrieron áridos senderos de montaña, salinas y entraron en pueblos situa¬dos en las profundidades de La Quebrada de Humahuaca.

Señal de largada
La Puna comprende territorios de Perú, Bolivia, Chile y el noroeste de la Argentina. Miles de turistas llegan cada año para conocer los secretos que se esconden detrás de sus cerros coloreados. Si bien el clima frío y seco, con gran amplitud térmica entre el dia y la noche, puede producir dificultades, el principal desafío que se les presentó a los corredores fue la altura, ya que transitaron pasajes que iban desde los 1.540 hasta más de 3.400 msnm. La carrera se dividió en tres etapas que sumaron 70 kilómetros a lo largo de tres días, y la ciudad anfitriona que recibió a los 500 competidores fue Salta. A la largada, en la estación Chorrillos del Tren a las Nubes, le siguieron 24,8 kilómetros de descenso hasta Campo Quijano, donde los corredores pudieron descansar en un campamento de montaña. Los esperaba un agasajo por parte de artesanos y músicos locales que, entre obras y números folclóricos, brindaron una muestra de la riqueza cultural de la región.

Valles y quebradas
La segunda parte comenzó en el pintoresco pueblo de Tumbaya, en la provincia de Jujuy, habitado por una población multiétnica descendiente de pueblos originarios como los collas, diaguitas, quechuas y guaraníes, que encomendaron a la Pachamama el des tino de los atletas. El recorrido incluyó senderos montañosos a través de quebradas de tonos rojizos, repletos de cardones. Mientras que en Purmamarca fueron recibidos por el Cerro de los Siete Colores y un grupo de niños que correteaba junto a los competidores. El último día, el más duro por el cansancio acumulado y la exigen¬cia del camino, tuvo una largada deslumbrante: el desierto blanco de las Salinas Grandes. Con el sol, que acompañó toda la carrera bien de cerca, los atletas recorrieron 10 durísimos kilómetros sobre el salado terreno, que estaba inundado por las lluvias, y superaron los 3.400 msnm, una prueba exigente hasta para el más entrenado.

El final
De regreso en Purmamarca se entregaron los premios en la plaza del pueblo, todo un acontecimiento que rompió con la rutina del lugar. El equipo ganador fue Mercogliano Turismo, integrado por Gabriel Velázquez y Alfio Mercogliano, que cumplió un tiempo total de cinco horas y 19 minutos; mientras que en la competencia in¬dividual, el ganador fue Pablo Ureta, que finalizó el tra¬yecto en cuatro horas y 19 minutos. “Jamás había corrido en un salar, y menos con agua. Sin embargo, a pesar del frío y el cansancio, me encantó la experiencia y la volve¬ría a repetir”, comentó Ureta, emocionado.
REVISTA CIELOS ARGENTINOS