Mallorca: playas, leyendas y sabores

Mallorca: playas, leyendas y sabores

Por Ariel Duer
Mallorca es una isla en sentido literal, pero también metafórico: sus costas, bañadas por las azulísimas aguas del Mediterráneo, a una distancia prudente pero no excesiva (unos 250 kilómetros) de la Península Ibérica continental, son un remanso de calma que dejan atrás la vorágine del ritmo citadino. Aquí, en la isla mayor del archipiélago de las Baleares (como su nombre, que proviene del latín, lo indica), la calma y el sol gobiernan durante las cuatro estaciones. A lo largo y a lo ancho de sus 3.640 metros cuadrados de superficie se sucede un centenar de playas y calas, desde las más vírgenes hasta aquellas dotadas de todos los servicios y la infraestructura que se le puede exigir a un balneario.
Ellas son el anzuelo que atrae cada año a unos 12 millones de visitantes, quienes no tardan en descubrir que la arena blanca y el mar cristalino comparten cartel con otras atracciones. Un lugar paradisíaco que, como pocos en el mundo, conjuga naturaleza e historia; entretenimiento y arte; vestigios de culturas centenarias y una movida nocturna con nada que envidiarle a sus agitadas vecinas: Ibiza, Menorca y Formentera. Las huellas de antiguas civilizaciones que han habitado este enclave estratégico por su ubicación -romana, fenicia, griega, árabe, bizantina- se adivinan a cada paso. Las calles pintorescas y encantadoras de su capital, Palma, albergan tesoros arquitectónicos y arqueológicos, pero basta con alejarse un poco (alquilar auto es la alternativa ideal si se pretende recorrer la isla a fondo) para descubrir paisajes de ensueño: acantilados, formaciones rocosas, sierras, prados verdes y fincas en las cuales los viñedos, almendros, olivares y molinos trazan postales bucólicas.

Moderna y ancestral
Los ecos y leyendas de una historia milenaria retumban en Palma, una urbe con más de 400 mil habitantes -casi la mitad de la población de la isla- que no oculta su pasado renacentista, medieval y barroco. Mansiones, palacios señoriales, templos como la majestuosa y dorada Catedral y castillos como el de Bellver (considerado uno de los más bellos de toda España) realzan el magnetismo de esta urbe tan ancestral como moderna y cosmopolita, dotada de anchas y bulliciosas avenidas, un casco antiguo con callejuelas y patios que acreditan más de siete siglos de leyendas, y de un bulevar marítimo donde los bares lucen colmados a toda hora y frente al que amarran embarcaciones y yates de lujo. La gastronomía de la región tiene su espacio en sofisticados restaurantes y en fondas donde el sabor predomina sobre los artificios.
El catálogo de excepcionales playas, desparramadas en 550 kilómetros de costa, resulta extenso y heterogéneo. Eh la zona sur sobresalen la nudista Es Trenc y las más concurridas y cercanas a la capital: Platja de Palma y Ciudad Jardín. Al nordeste, las preferencias las encabezan Formentor, Platges de Pollenga, Can Picafort, Cala Mesquida y Cala Águila. Los amantes del surf hallarán las condiciones óptimas para dicha práctica en Sa Coma, una de las joyas del área este junto con Porto Cristo y Cala Murada. Mientras que en el sudoeste se destacan las espaciosas Palmanova, Cala Major, resguardada del viento y el frío por su privilegiado entorno. Para excursiones en barco lo mejor es enfilar hacia el norte, a los puertos de Sóller y Sa Calobra.

La más deseada
Conquistada por los romanos en el año 123 a.C, la codiciada isla ha sido escenario de batallas y disputas a través del tiempo. Las atalayas, fortalezas y torres de observación que se conservan intactos dan cuenta de aquellos períodos turbulentos. Pero las raíces de la presencia humana de Mallorca hay que rastrearlas en la Edad de Bronce. El asentamiento de Ses Paisses, reliquia de aquellos días, representa el legado de la cultura talayótica, la más remota que pisó este suelo según se tiene registro. Los contrastes, queda claro, están a la orden del día: no sólo en cuenta a tendencias estéticas, fruto de la diversidad de corrientes e improntas reflejadas en sus construcciones, sino también en la disparidad de propuestas y actividades al alcance del viajero. El que busca estilo y ostentación lo encontrará. El amante de la tranquilidad y la aventura sólo pensará en volver. Aquel que llega atraído por la vibrante oferta cultural no se sentirá defraudado. Campos de golf de primer nivel, una rica biodiversidad, parques naturales y acuáticos, cuevas, ruinas, reservas, observatorios. Mallorca, en definitiva, lo tiene todo.
REVISTA CIELOS ARGENTINOS