21 Oct Los mayores de 100 también tienen malos hábitos
Por Anahad O´Connor
¿Hay que tener hábitos saludables para llegar a los 100 años? Para quienes estamos convencidos de eso, los resultados de un nuevo estudio sobre centenarios resultarán un shock.
Los centenarios que participaron en el estudio fumaban y bebían tanto como otros adultos mayores que no habían vivido tanto como ellos. No tenían una alimentación más saludable o austera que la población general. Tenían sobrepeso y hasta habían hecho poca actividad física. Entonces, ¿qué factores influyeron en una vida inusualmente prolongada?
Desde hace tiempo, los científicos debaten sobre cuánto influye lo heredado y lo adquirido en la longevidad. Por ejemplo: los centenarios son mucho más propensos que la persona promedio a tener familiares longevos, lo que sugiere que vivir muchos años sería hereditario . Y otros trabajos habían demostrado que los gemelos idénticos separados al nacer y criados en entornos distintos pueden tener expectativas de vida muy disímiles (uno es longevo y el otro muere mucho antes), lo que indicaría que los genes no influirían tanto como se piensa.
En el nuevo estudio, que forma parte de una investigación en curso, un equipo de la Escuela de Medicina Albert Einstein se concentró en los judíos asquenazí, un grupo genéticamente más homogéneo que otras poblaciones. Esto facilita la identificación de las diferencias genéticas que influyen en la expectativa de vida.
Los investigadores siguieron a 477 centenarios asquenazí, que vivían de manera independiente. Les preguntaron qué hábitos tenían y qué estilo de vida habían tenido cuando eran más jóvenes. Con información reunida en los años 70, el equipo comparó al grupo de longevos con otro grupo de 3000 personas de la población general que habían nacido alrededor de la misma fecha que los participantes, pero que, en general, no habían llegado a cumplir 95 años. Observaron que los que habían cruzado la barrera de los 95 no parecían tener estilos de vida más saludables que los que habían fallecido más jóvenes.
El 43% de los hombres centenarios hacía ejercicio de intensidad moderada con regularidad, comparado con el 57% del otro grupo. Un 24% de los más longevos bebía alcohol todos los días, a diferencia del 22% del grupo no tan longevo. Entre las mujeres, la misma cantidad de ambos grupos tenía un alimentación reducida en calorías. Y fumaba casi el 30% de las participantes excepcionalmente longevas, una cifra algo superior al 26% del grupo control. En cambio, entre los hombres, fumaba el 60% de los más longevos, comparado con el 74% del otro grupo.
Por otro lado, los hombres y las mujeres de ambos grupos eran igualmente propensos a tener sobrepeso que la población general. La única diferencia fue que los centenarios eran menos propensos a ser obesos. Lo eran apenas el 4,5% de los hombres más longevos y el 12% de los menos longevos. Lo mismo ocurrió con las mujeres.
Entonces, ¿fue ese estilo de vida el que los hizo más felices y les extendió la expectativa de vida? Mucho se investigó sobre el optimismo y otros factores sociales que influyen en la longevidad. Pero en este último estudio, sólo el 19% de las personas que vivieron más de 95 años dijo que estaban convencidos de que “una actitud positiva” había tenido un papel importante en la longevidad, mientras que un 6% la atribuyó a la fe religiosa o la espiritualidad.
El doctor Nir Barzilai, autor principal del estudio y director del Instituto para la Investigación del Envejecimiento de Albert Einstein, dijo que muchos de los centenarios que estudió a lo largo de su carrera tienen una mirada de la vida optimista o positiva. Pero se desconoce si toda una vida de pensamientos positivos fue lo que les permitió llegar a la tercera edad con buena salud, o si desarrollaron una mirada optimista cuando se dieron cuenta de su buena suerte. “Es muy difícil responder estas preguntas -aseguró Barzilai-. Podría ser que las personas que nacieron en 1910 y vivieron la Gran Depresión y varias guerras ahora vean la vida, y piensen: «Es bastante buena. Debería estar feliz».”
Comentó que también había entrevistado a muchos hijos de centenarios que juraron que sus padres habían cambiado de muchas maneras entre los 80 y los 100 años. “Los hijos dirán: «Sí, ahora son agradables, pero los tendría que haber conocido cuando tenían 60 o 70… Eran tan insoportables»”.
CUESTIÓN DE HERENCIA
Un resultado que no sorprendió a los investigadores fue que un tercio de los mayores de 95 dijo que tenía varios familiares longevos.
Estudios previos sobre los judíos asquenazí habían permitido detectar una variación genética que aumenta significativamente el colesterol HDL o “bueno” en los centenarios que los protegería de la enfermedad cardíaca y el Alzheimer. Para las personas sin esa variación genética, también hay buenas noticias, según dijo Barzilai. “Un laboratorio comercial está desarrollando un fármaco con el mismo efecto en el HDL.”
Otros estudios habían revelado una reducción mínima de la función tiroidea en los longevos, sus hermanos y sus hijos. Este hallazgo abrió camino a otra línea de investigación genética. “Estamos identificando los genes del envejecimiento -comentó el autor-. Entonces, podremos diseñar fármacos que imiten sus funciones.”
Barzilai aseguró que los estudios sobre los centenarios confirman que para llegar a los 100 no sólo importan los hábitos saludables; tener los genes indicados también ayuda. Y está convencido de que la alimentación y el ejercicio son claves, en especial para los que no tienen padres o tíos longevos. “Si una persona sigue los consejos del médico y cuida su peso, bebe una copa de vino por día, hace ejercicio, no fuma y controla enfermedades, como la presión alta, podría vivir más de 80 años.”
LA NACION