12 Oct Los Bianchi, palabra autorizada dentro de nuestra actividad
Por Juan Pablo Toscano
¿Cómo comenzó la relación de los Bianchi con el turf?
Mi padre trabajaba en el Harás Los Cardales, en Carmen de Areco, provincia de Buenos Aires. Nosotros vivíamos en el campo y más adelante, como era lógico por vivir todo el día con los caballos, me empezaron a gustar. A los 14 años me fui a trabajar al Harás El Turf, de los hermanos Menditeguy. Allí empecé de peón para ser después segundo capataz. capataz y encargado. El Harás El Turf era un lujo.
¿Cómo llegó la posibilidad de cuidar? Llegó porque, en su momento, el padrillo Pronto iba a terminar su campaña y había que lograr que sus hijos fueran a parar a buenas manos. Para eso, los Menditeguy buscaron a Sergio Lema, un fenómeno de cuidador, como Lapistoy. Pero él no quería trabajar mucho y les dijo que no. En aquel momento, Lema tenía alrededor de dieciocho caballos: les cuidaba solo a los amigos. Yo tampoco quería venirme como capataz porque el cambio del trabajo del harás al que se podía hacer acá era muy difícil. Pero, a la vez, tenía una gran ventaja, la de conocer a esos hijos de Pronto aesue que nauían nauíuu, una yian ventaja que tampoco se podía desaprovechar. Los Menditeguy me habían ofrecido la posibilidad de que me viniera a mitad de año y me dijeron que tenía tiempo para pensarlo hasta fin de año. Finalmente, Sergio Lema agarró esos caballos pero con una condición: que yo viniera. Todo esto, a pesar de que casi no lo conocía; él solo tenía referencias mías. Lema les dijo a los Menditeguy que se hacía cargo de los caballos hasta que yo estuviera preparado para seguir solo. En aquel momento, los Menditeguy tenían dos ejemplares buenos, que fueron a manos de Lema junto con unos veintidós anímales que eran la primera producción de Pronto. De esa carnada salió nada menos que Uruguayana, para arrancar de la mejor manera. Luego ganamos tres Pellegrini en cuatro años, triunfamos con Indian Chief en 1968, con Practicante en 1969 y con Uruguayo en 1971.
Finalmente, largarse a cuidar solo no llegó de la manera que a todos les habría gustado.
Lamentablemente, llegó por la desgracia que tuvo Sergio Lema. Nosotros íbamos a ir juntos a las ventas de Palermo, pero llegaron unos propietarios de otros caballos y él me dijo que me quedara, que iba solo. En ese viaje, a Lema lo asaltaron y lo mataron. La verdad es que, después de eso, parecía que se iba a desmoronar todo, pero no fue así. Sin que lo solicitara, esa misma noche Lotería y Casinos me otorgó la patente de entrenador. Desde el 27 de octubre hasta el 31 de diciembre, gané veintitrés carreras. Todo el mundo pensaba que se iba a hundir el barco, pero lo que no sabían era en qué condiciones me había preparado. De los 73 caballos que había, tras el fallecimiento de Lema se fue uno solo. La verdad es que había buenos peones, capataces, un gran equipo. Además, a mí me encantaba esto y, como era muy curioso, nunca me equivoqué Por no preguntar. Siempre se puede aprender algo del que uno menos piensa.
Luego vino la etapa más conocida por todos, la de los triunfos constantes, la de las estadísticas, la de haber ganado todo…
luve la suene ue yanai la esiauísuua uuranie vanos anos, pero lo que me llama la atención es que en la actualidad se ganan las estadísticas con el mismo número que lograba yo. Como antes no había luz, se disputaban ocho o nueve carreras por jornada, y solo se corría durante dos o, como mucho, tres días a la semana.
El año 1978 quedó marcado a fuego en la historia del turf. Fue cuando lograron la Cuádruple Corona con Telescópico, el último caballo que lo consiguió en nuestro país. Una de las cosas lindas que tuvo ese logro es que la historia no arrancó fácil, ya que el caballo no mostraba en la pista lo que hacía por las mañanas. ¿Es así? En aquel momento, los diarios tenían dos páginas enteras sobre turf, algo que no sucede en la actualidad. La gente se enteraba de todo lo que ocurría en nuestra actividad. Me acuerdo de que le di el caballo a Jorge Valdivieso, y en abril, tanto a él como a los periodistas les dije: “Tenemos el crack del año”. Entonces, lo corrió Valdivieso y, para lo que andaba, el caballo fracasó, entró quinto, y volvió a fracasar dos veces más. Valdivieso me dijo que no se entendían, por lo que decidimos dárselo a Marina Lezcano para la siguiente carrera. El caballo perdió por ocho cuerpos, una barbaridad, pero por lo menos había corrido mejor que en las anteriores. Ese día, cuando Marina se bajó. me dijo que había perdido porque le había pegado con la fusta. Entonces, pensé: “Qué sencillo va a ser. La próxima no llevas la fusta”. Se iba acercando la Polla y estábamos sobre el filo. El caballo era muy sensible, y le dije al presidente de la Comisión de Carreras que Marina no iba a llevar la fusta en la siguiente carrera. Él me explicó que el reglamento decía que había que llevar fusta, pero que ellos iban a informar por altoparlante que en esa carrera no se iba a usar. Ese día ganó por trece cuerpos; Marina no le pegaba, le gritaba, le amagaba, pero no le pegaba. A los veintiún días ganó la Polla, luego el Jockey Club, el Nacional y el Pellegrini. El secreto era que no había que pegarle.
El caballo fue vendido, pero afuera nunca pudo demostrar lo que había hecho acá.
Cuando el caballo se vendió, lo agarró el mejor cuidador de Francia, que había ganado todo, y él se dio cuenta enseguida de que era bueno. Una noche me llamó para preguntarme si no quería ir a cuidarle el caballo. En aquel momento, tenía muchos ejemplares a mi cargo, y era imposible Irme. Recuerdo que le dije que había que encontrar un jockey que no le pegase, y me contestó que eso allá era muy difícil. El caballo fracasó más de una vez… se ve que los jockeys no lo escuchaban. El cuidador me volvió a llamar y me dijo: “Gané todos los clásicos, pero este es el segundo mejor caballo que tuve en mi vida. Quiero que venga la chica a correrlo”. Ella era la primera monta de mi stud; no se la podía mandar. De todos modos, le dije a Marina que había una oferta para ella, para Irse por un tiempo a seguirle la campaña a Telescópico, pero tampoco quiso ir. El caballo siguió fracasando.
Luego llegaría el momento del regreso…
Un día me llamaron y me dijeron: “Ya que no tuvimos la suerte de ganar con el caballo, queremos tener una foto de lujo”. Sería por lo que lo habían pagado (se ríe). Me preguntaron si podían mandármelo para ganar una carrera y acepté. Cuando llegó acá, pasó algo Increíble, que demuestra la capacidad mental que tienen los caballos. Lo fuimos a buscar adonde había estado en cuarentena, con el mismo camión que lo llevaba a las carreras, el del señor García. El caballo venía flaco. Llegaron al stud y cuando bajaron la planchada para que descendiera, sacó ia cabeza y relinchó dos veces. Le dije a Guillermo, el mismo peón que tenía antes de irse, que lo dejara porque quería ver qué hacía. Lo soltamos y el caballo se fue solo a su viejo box… entró caminando solo a su box número diez. También estaba su herrero y, cuando pasó por al lado -venía con los vasos destruidos-, lo enfrentó y levantó la mano solo. Telescópico era un crack en todo sentido.
¿Qué recuerda de ese regreso?
Al director de Lotería de ese momento se le ocurrió una ¡dea extraordinaria, que a mí no se me habría ocurrido. Me mandó llamar y me preguntó a qué había venido Telescópico. Le contesté que había regresado para sacarse una foto. Le dije que, si el caballo se podía acomodar, querían sacarse una foto triunfal. En esa época, ya no iban a Palermo 60.000 personas; el público había empezado a mermar y por reunión asistían no más de 16.000 o 17.000. Él me dijo: “Creo que si el caballo corre acá de nuevo, vuelvo a llenar el hipódromo, aunque sea por un día. El público argentino quiere al caballo bueno y va a venir a verlo”. Le contesté que iba a llevar un tiempo ponerlo, que no había vuelto en las mejores condiciones. Finalmente, con el mismo equipo de antes, el caballo estuvo listo en un mes y medio, no en los tres que yo pensaba desde un principio. Lo llamé al director, le dije que el caballo me había sorprendido y que estaba listo, Me pidió que le dijera la distancia que quería correr y que él iba a hacer un clásico. Recuerdo que le contesté que quería correr 2500 metros y él me preguntó si estaba seguro. Le respondí que se quedara tranquilo, que el problema iba a ser mío. Finalmente, hizo la carrera de esa distancia, salieron catorce caballos y fueron 62.000 personas al hipódromo. La redonda era una locura y ni te cuento cuando volvía de la carrera; había ganado por diez cuerpos y las tribunas se caían.
Se podría decir que fue el primero que le tuvo una enorme confianza a una jocketa, algo que en aquel momento era mucho menos habitual que ahora. ¿Cómo era trabajar en aquella época con Marina Lezcano?
Marina fue un caso muy especial. Para cualquier cuidador, en aquel momento o en este, contar con una Marina Lezcano es una solución. Tenía un reloj en la cabeza. Para ella no había ni caballo ni desarrollo malo. Le teníamos tanta confianza que casi habíamos dejado de darle Instrucciones. Ella sabía muy bien lo que debía hacer y cambiaba la estrategia de carrera de los caballos porque entendía los desarrollos a la perfección. Además, podía ganar un día el Pellegrlni y al día siguiente, temprano, era la primera que llegaba a la cancha de entrenamiento porque no quería que otros le montaran los caballos buenos. Lamentablemente, todavía no la he podido reemplazar. Es una pena que las mujeres, quizá por su condición, tengan menos lugar en nuestra actividad. Si jocketas como Lucrecia Carabajal o Andrea Marinhas tuvieran más apoyo, les iría mucho mejor. En el caso de Lucrecia, ha ganado más de quinientas carreras; es muy difícil lograr ese número sin demasiado apoyo. Me gustaría saber cuántos jockeys han ganado esa cantidad de competencias. La mujer tiene que estar más presente en nuestra actividad. Por suerte, hoy las tenemos Incluso trabajando en las caballerizas: atienden a los caballos con más cariño y eso el animal lo siente. En este momento, nosotros estamos trabajando con Florencia Peñalva, una chica con grandes condiciones. Si tiene suerte y apoyo, creo que va a ser una gran profesional.
¿Se hace difícil elegir uno entre tantos caballos buenos que tuvo?
El mejor caballo que cuidé fue Fort De France, una máquina de correr. Cuidé muchos caballos buenos y clásicos, pero ese era terrible. Lamentablemente, tenía muy mal carácter y problemas físicos, por lo que quizá no haya podido demostrar todo lo que era. Después, Telescópico y Storm Mayor, que también fue un caballo bárbaro. Lo agarré de segunda mano y fue un pingo extraordinario. Con él ganamos dos GP Carlos Pellegrini (G1 -2400 m) en serie.
Uno de los buenos caballos que tuvo fue Cipayo. Así como Telescópico entró solo a su box después de un largo tiempo, con Cipayo también le pasó algo bastante particular cuando lo volvió a ver después de varios años…
El caballo estaba en el harás de vlllamil y la verdad es que hacía varios años que no lo veía. Entonces, fuimos a una presentación de potrillos en ese harás. Cipayo tenía un piquete grande y ese día éramos alrededor de sesenta personas. Nos invitaron a ver el padrillo y todos nos pusimos alrededor de ese piquete, en que el peón lo soltó. Él comenzó a caminar contra el alambrado, donde estaba toda la gente, hasta que se frenó cuando se enfrentó conmigo. Le acaricié la cabeza, ante la sorpresa de los presentes. Algunos decían que era casualidad y me hicieron correr a la otra punta, cambiarme de lugar, para ver qué pasaba. En la segunda oportunidad, el caballo volvió a frenarse frente a mí… me recordaba. Creo que esa fue la gran sorpresa de la presentación.
JUAN CARLOS BIANCHI
¿En qué momento comienza tu verdadero gusto por los caballos?
Esta actividad siempre estuvo ligada a nuestra vida, así que desde chico tuve la sensación de estar vinculado a los caballos.
¿Nunca se te cruzó por la cabeza hacer otra cosa?
Me pasó en un momento, pero era muy chico, tenía 13 años (se ríe). Quería entrar al Liceo Naval, hacer la carrera militar.
La gente siempre los ve juntos en el hipódromo y en las pistas de vareo. Contale al público si trabajan en equipo o cómo se manejan.
Tuvimos etapas donde estuvimos juntos y otras en las que no. Obviamente, en el inicio él me apoyó mucho. Después trabajamos juntos en la época en la que estuvimos con La Madrugada y Harás El Manzanar, dos años en los que se ganaron muchas carreras. Por mi parte, siempre mantuve algunos caballos míos. En la actualidad estamos trabajando cada uno por su lado, pero igual estamos juntos.
¿Te facilitó las cosas tener un padre como el que tenes? ¿Mirabas a otros cuidadores en tu período de formación o solo te basabas en él?
Por supuesto que fue más fácil. Como dijo él, es necesario preguntar. No hay que tenerle miedo a la pregunta. En mis inicios, miraba mucho a don Juan Maldottl y en la actualidad observo a tres profesionales que varean cerca de donde estoy, a quienes admiro mucho: Ernesto Romero, José Alves y Gregorio Vivas. Para mí son tres personas muy respetables dentro de este negocio. Te da gusto verlos trabajar.
¿Te fue difícil ser el hijo de Juan Esteban Bianchi? Suele haber más miradas apuntando a los hijos de los profesionales más destacados y eso quizá les genere una presión extra.
La vida está llena de situaciones en las que uno tiene que estar demostrando cosas. Más aún en un negocio como este, donde si ganas, servís, y si no, quedas en el olvido. Eso no se me hizo difícil.
Bajo tu mando, Ever Rider se llevó el último Belgrano (G2-2500 m), prueba que lo clasificó para participar de la próxima Breeders’ Cup Marathón (G2-2800 m). El caballo viajó hacia Estados Unidos en los últimos días, pero ya no serás parte del equipo de trabajo. ¿Cómo llegó el caballo al stud y que nos podes contar acerca de esta última novedad? Ever Rider llegó al stud de la mano de María Cristina Muñoz. Vino en principio para venderse, pero comenzó a trabajar, a correr y a ganar. En un momento determinado le dije al propietario: “Hay caballos que ganan porque son buenos y otros que ganan porque son sanos. Ever Rider goza de muy buena salud”. Como sentía que el caballo tenía una buena posibilidad de correr y ganar el Belgrano (G2-2500 m), insistí para que fuera parte de esa carrera. Luego tuvimos la suerte de ganar y el propietario sintió la necesidad de hacer un cambio.
¿Qué análisis podrías hacer de la trayectoria de Juan Carlos Bíanchi dentro de nuestra actividad?
He tenido la suerte de contar con buenos caballos y ganar muchas carreras. A los 22 años conseguí mi primera victoria de Grupo Uno, nada menos que en el GP Joaquín S. de Anchorena (G1). También he ganado el GP de Honor (G1), en Palermo. Tuve un muy buen potrillo, que se llamó Not For Me, que fue vendido tras participar de la Polla de Potrillos (G1); el año pasado tuve a Big Cazanova, el segundo mejor potrillo del año, y en esta temporada a Ever Rider. No me puedo quejar; soy un hombre afortunado que tiene trabajo.
REVISTA LA REUNION