20 Oct Las nuevas madres
Por Tesy De Biase y Florencia Aguerreberry
Hace tiempo que las mujeres se desanudaron de la maternidad forzosa, como denunció la escritora francesa Simone de Bouvoir allá por los orígenes del movimiento feminista. Liberadas del mandato histórico del deber ser madres, llegan a la maternidad con ganas de ser madres. Empáticas y horizontales, capaces de defender sus deseos y armonizarlos dialécticamente con las demandas de sus hijos, construyen las nuevas pautas en redes de pares y edifican estilos de maternidad alternativos. A través de sus testimonios, LA NACION rescata esta nueva corriente de mujeres cuyo estilo de maternidad se escapó del manual de mandatos culturales.
“Si mi abuela creía que había que quedarse en casa fregando y atendiendo al marido y a los hijos, en plan de sacrificio, mi madre creía en una postura feminista, donde la mujer no tiene por qué someterse a un hombre; además, sostenía que haber sido madre de algún modo la había postergado como mujer. Absorbí ambas posturas así que a mis 20 años la maternidad me resultaba una especie de castigo”, relata Giselle Otero, profesora de danza (36) y madre dialéctica de Lautaro (8). ¿Cómo se produjo la metamorfosis?
“Los años pasaron y dentro de mí crecía más y más el deseo de ser madre, deseaba saber qué se sentía, pasarlo por el cuerpo, hacerlo carne en mí. Quería que mi hijo naciera de un amor y una pasión fuertes, y a los 28 años encontré, bailando flamenco, a alguien que pensé podría ser el padre. Me animé y todo salió muy bien, no era para tanto. Pude entender que amar no tiene por qué implicar sufrimiento o muerte del propio deseo en función de la vida y las necesidades del hijo: hay que integrar, generar dialéctica y hacer que ambos deseos, de la madre y del hijo, convivan. Decidí luchar contra esa idea de postergación y seguí adelante con mis proyectos personales.”
“La madre actual crea un vínculo singular con su hijo con el que intenta regularse en vez de limitar. Se deja fluir sin dejarse arrasar. Las madres hoy prefieren no limitar, sino acompañar las experiencias de sus hijos. Hay mucho respeto por el niño y su potencia creativa. No se trata de que el niño imite al adulto. Se trata de la posibilidad de su superación”, conceptualiza la licenciada María Esther Cavagnis, terapeuta de FyP (Fundación Familias y Parejas).
La artista plástica Luisa Freixas (33 años) también reivindica el deseo personal para sí misma y para sus hijos Quinto (6), Rosa (4) y un tercero en camino.
“Mis hijos me inspiran bastante, pintan mucho, dibujan, los crío con el arte y desde que nació el mayor no volví a ir a un museo sola”, confiesa. Es una madre presente, que comparte sus actividades y limita los límites a dos terrenos: la comida y la hora de irse a dormir, y tiene muy claras sus propias necesidades: “Descubrí mi pasión por la pintura a los 20 años y quiero darles a mis hijos las herramientas para que puedan hacer lo que realmente les guste. Cuando hacés lo que te gusta la vida es más fácil. Yo necesito pintar todos los días; el día que no pinto soy peor madre, tengo menos paciencia y soy menos lúdica. Cuando pinto ya no me importa nada y hago lo que los chicos quieren”, ironiza.
EL SER O NO SER DE LA CULPA
“En lugar de plantear una maternidad ideal donde nos castigamos por no ser perfectas, nos ocupamos más de que no les falte mucho amor, abrazos, risas y calidad en el tiempo que compartimos juntos si somos madres que trabajamos. Obvio que pongo límites y todo el tiempo me replanteo qué hacer y cómo hacerlo, pero no tanto desde el lugar de la culpa, sino más bien desde si estoy conectada conmigo misma a la hora de relacionarme con ellos o no”, comparte Nuria Docampo Feijóo (38), periodista, directora de una agencia de comunicación y mamá de Ulises (“casi 3 años”) y Amelia (2 meses). “Hoy, las madres nos juzgamos un poco menos y nos reímos más de nosotras mismas, abriéndonos a un estado que nos permite aprender de ellos. Y en realidad, quizá tenemos mucho más para aprender que para enseñar”, sostiene. Y confiesa que en lugar de recurrir a los consejos de los viejos, las mujeres actuales tienen más presente el estilo de la era digital: se apoyan mutuamente a través de círculos de mujeres que ofician de red. “Hoy se arman grupos de mujeres, ya sean organizados o entre amigas, que se contienen, reflexionan continuamente qué clase de mamás somos o queremos ser, y en ese círculo uno se relaja, acepta que está haciendo lo mejor que puede, que cada día se puede intentar de nuevo, que ya no sirve tanto castigarse por todo, sino que la mejor manera de ser mamás es querernos y valorarnos a nosotras mismas tal cual somos. Mi infancia estuvo impregnada de psicoanálisis y yo me psicoanalicé mucho. Creo que de ahí aprendí que haga lo que haga mis hijos van a tener que revisar su historia: como padres dejamos marcas, es inevitable. Entonces, en lugar de plantear una maternidad ideal donde nos castigamos por no ser perfectas, nos ocupamos más de que no les falte mucho amor, abrazos, risas y calidad en el tiempo que compartimos. La mujer que se dedicaba a sus hijos fue; también está fuera de moda la que trabaja todo el día. Ahora estamos en un punto medio, podemos ser profesionales y criar a nuestros hijos, zambullirnos con más soltura porque estamos socialmente habilitadas a ser imperfectas.”
No todos los profesionales comparten la mirada. Según la licenciada Irene Loyácono, psicóloga familiar y directora del Centro de Terapias con Enfoque Familiar: “El ideal maternal de la modernidad sigue tan vigente: amor incondicional, abnegación, presencia sin medida, sintonía automática con las necesidades del hijo/a. Sólo que ahora se le agrega que hay que ser una mujer informada, con una carrera laboral, etcétera. Por lo que en realidad hoy las madres adultas están más compelidas por la exigencia”. Sin embargo, una nueva camada de mujeres se está arriesgando a desafiar las normas de lo políticamente correcto y plantarse en lo que realmente quieren.
“La palabra culpa creo que fue instaurada en generaciones anteriores, pero en este momento no se la tiene presente. Nadie nació sabiendo cómo criar, se hace lo que uno puede siempre y cuando podamos hacerlo con amor y tratando de acompañar al hijo”, sostiene María Cecilia Domínguez (28), mamá de un bebe de un año y medio. “No creo en el renunciar a todo por los hijos. Si bien yo me dediqué un año entero exclusivamente para mi hijo, sin trabajar, sin estudiar, siempre le fui fiel a mi deseo: no renuncié en ese caso a mis deseos más profundos de dedicarme ese año sólo a criar y a acompañar y a estar presente 100%. Luego del año comencé a trabajar como artista y dando clases. No tenemos que tener temor a continuar haciendo lo que amamos ya que nuestros hijos van a estar felices de ser amados mientras sus mamás están contentas en sus espacios”.
OTRAS MATERNIDADES
En un artículo publicado en la revista Estudios de Género, los mexicanos Flor de María
Gamboa Solís y Mario Orozco Guzmán se refieren a las nuevas maternidades que se multiplicaron en los últimos años: “Las maternidades posmodernas o nuevas maternidades descentran a la mujer como responsable única del ejercicio de la maternidad, así como de ser el soporte afectivo de la familia”, sostienen. Y describen las maternidades de mujeres que desafían las ideologías dominantes. Casos en los que el deseo de maternidad se impone, más allá de normas y mandatos.
“Ser mamá siendo homosexual es una opción que cuestiona ciertos prejuicios socialmente instalados durante mucho tiempo. Se creía que si alguien era homosexual no iba a tener una familia, que implicaba quedarse solo o ser una solterona, y en casi todos los casos implicaba no tener hijos. Desde hace varias décadas, algunas personas comenzaron a cuestionar estos limitantes sociales, que terminaban por interiorizarse y ser autoimpuestos. Si alguien asumía ser homosexual debía comprar el combo y éste venía sin hijos”, comentan los doctores Pablo Gagliesi y Javier Camacho, en un artículo publicado por la Fundación Foro.
Otras mujeres se vuelcan a la maternidad sin pareja o adoptan a los hijos biológicos de quienes no pueden convertirse en nido, con el convencimiento de que ser madres es ser sostén emocional, pero también es seguir siendo mujeres, a través de múltiples fórmulas que cada mujer-madre construye..
LA NACION