“La Linda” del NOA suma atractivos

“La Linda” del NOA suma atractivos

Por Liz Valotta
El invierno en Salta es muy particular; mientras que las tardes son a puro sol, por las noches el frío es tal que sólo hay remedio junto a un fogón o una chimenea. Esta amplitud térmica que marca la vida en los cerros y en los valles de la provincia es también el secreto de los productos con los que se elaboran los platos regionales y del aclamado Torrontés de altura. A continuación, un posible itinerario para recorrer la capital salteña y sus alrededores disfrutando de los paisajes, costumbres y sabores de una provincia con mucha identidad.
Pasear por la calle Balcarce: conocida como “la Balcarce”, sobre esta calle de la capital repleta de restaurantes y bares aún se encuentra la antigua estación de ferrocarril. El punto más alto es la peña La Vieja Estación: platos y dulces regionales, buenos vinos salteños y shows musicales en vivo.
Comer en lo de Topeto Díaz: uno de los mejores lugares de la capital para probar la comida regional. Son imperdibles las empanadas de charqui de llama y el frangollo (una especie de guiso en base a maíz triturado). El restaurante tiene unas pocas mesas y no está abierto siempre, por lo que conviene reservar.
Subir al Cerro San Bernardo: este Cerro que se eleva a 1.454 metros de altura sobre el nivel del mar ofrece la posibilidad de dar un paseo en teleférico y apreciar vistas panorámicas de la ciudad (situada a 1.187 m.s.n.m.). Además, al pie del mismo se sitúa el monumento a Martín Miguel de Güemes, otra de las atracciones de la capital.
Visitar el Museo de Arqueología de Alta Montaña (MAAM): en un edificio súper moderno, frente a la plaza principal de Salta, se exponen elementos encontrados en un adoratorio de altura Inca situado en la cumbre del volcán Llullaillaco (6.739 metros) y los cuerpos de tres niños que datan del siglo XV, hallados congelados en el mismo lugar.
Pasar un día en el dique Cabra Corral: a sólo 85 kilómetros de la capital, se encuentra este embalse artificial que junta las aguas de todos los ríos de la región de los valles calchaquíes. Allí, los deportes náuticos como la pesca, la navegación y el rafting son las prácticas más elegidas por los turistas.
Viajar por la ruta 68: la ruta que une la ciudad de Salta con Cafayate es una de las más hermosas del país. Se trata de un recorrido de 183 kilómetros a través de la Quebrada de Las Conchas, formada por dos cordones montañosos erosionados por el río Calchaquí. Allí se encuentran, entre otras formaciones, el famoso Anfiteatro y la Garganta del Diablo, un cañón profundo y cerrado de intenso color rojo.
Recorrer el Museo de la Vid y el Vino: a sólo tres cuadras de la plaza principal de Cafayate, esta construcción vanguardista alberga un espacio interactivo en el que el público se vuelve protagonista de la historia del vino a través del empleo de tecnología de avanzada. Diseño, creatividad, arquitectura y ciencia se combinan en un espacio íntegramente dedicado a la más noble de las bebidas.
Visitar Finca Las Nubes: el establecimiento vinícola de José Luis Mounier está situado en un verdadero paraíso, entre viñedos y paisajes cafayateños. Allí, ofrecen degustaciones de sus vinos guiadas por sus propios dueños, además de almuerzos regionales que requieren de reserva previa.
Dormir en la Hacienda de Molinos: a orillas del río Calchaquí, en el pueblo de Molinos, se levanta esta antigua casona del siglo XVIII, en la que alguna vez vivió el último gobernador de Salta por mandato del Rey, devenida en alojamiento de lujo. Desde las ventanas de las habitaciones se puede disfrutar de la vista del río y de los rojizos cerros que se recortan en el cielo; un verdadero paisaje de ensueño.
Pasar una noche en el hotel de la bodega Colomé: muy cerca de Molinos se emplaza el hotel de la bodega homónima, el emprendimiento del suizo Donald Hess, una persona íntimamente ligada al arte y a la vitivinicultura. Se trata de una lujosa estancia que ofrece un alto nivel de confort y una amplia gama de actividades al aire libre.
EL CRONISTA