15 Oct Alice Munro: la mujer que siempre escribió sus cuentos en un costado de la mesa
Por Ivana Romero
La Academia sueca tuvo que aclarar vía web que todavía no había podido comunicarse con ella. Su editor durante tres décadas, Douglas Gibson, confesó que tampoco había conseguido hablar con la escritora. Y su amiga, la también enorme Margaret Atwood, bromeó a través de Twitter: “Alice, salí de atrás del cobertizo y levantá el teléfono.” Al igual que muchos de sus personajes, que no hacen lo que se espera de ellos, Alice Munro se tomó su tiempo para aparece en escena. Y sólo después de que su hija la llamase por teléfono a la casa de Clinton, un pueblo pequeño de Ontario –allí donde la escritora de 82 años vive– es que finalmente Alice habló. “Estoy asombrada y muy agradecida”, dijo Munro. Y no es para menos. La autora canadiense es la flamante ganadora del Premio Nobel de Literatura.
La noticia se conoció en la madrugada de ayer. Y según señala la agencia Dpa, el nombre de la ganadora apareció antes en la cuenta de Twitter de la Academia que en el anuncio oficial en Estocolmo. En su fallo, el jurado la calificó como la “maestra de los cuentos cortos contemporáneos”. De esta manera, también se le hace justicia a un género que aún hoy muchos desdeñan a la hora de las premiaciones por considerarlo menos prestigioso que la escritura de novelas. En una breve entrevista concedida a la CBC –la televisión pública canadiense–, Munro aseguró que la obtención del Nobel siempre fue para ella un “castillo en el aire que podría suceder, pero probablemente no sucedería”, según lo reproduce el periódico español ABC. Y es que desde hace años su nombre viene sonando como favorito para estos premios, tanto como Joyce Carol Oates, Philip Roth, Amos Oz e incluso Bob Dylan.
La escritora, la primera canadiense que logra el Nobel de Literatura, reconoció que aún estaba un poco aturdida pero también “muy feliz” con la noticia. Sin embargo, su tono cambió cuando el periodista de la televisión le comentó que era la decimotercera mujer en recibir el galardón literario que se otorga desde 1901. “Es atroz”, sostuvo. Y es que sus textos reflejan con frecuencia las dificultades que tienen las mujeres para abrirse paso en un mundo que no está hecho a medida de ellas. De hecho, la autora reconoce que gran parte de sus relatos tienen mucho de autobiográfico. Alguna vez explicó por qué ocurre esto. “No puedo ponerme en la cabeza de los hombres por una simple razón: nunca voy a poder sentir, como ellos, que lo más natural sea que todo gire alrededor de mi trabajo y mis intereses. Una mujer de mi generación no podía ni pensarlo. Yo escribo en un costado de la mesa, atiendo el teléfono si suena. Esa seguridad de que lo que se hace es importante, propia de los hombres, siempre va a ser inalcanzable para mí.”
Alice escribe desde su adolescencia. Nació en Winghmam (cerca de donde vive actualmente) en 1931, en una familia de granjeros emigrados de Escocia. A los 21 estaba casada con su primer marido, con dos bebés, un tercero en camino y una carrera literaria avanzada. “Mirá, los bebés finalmente dormían la siesta, quisieran o no, y entonces yo me ponía a escribir. No estaba pensando en ellos. Estaba pensando en mí. Quizá habrían sido más felices si yo les hubiese dedicado más tiempo y menos a mi literatura. Pero para mí no era una opción, sentía que tenía que luchar por ese espacio propio donde no era ni esposa ni madre”, le dijo hace unos años a Juana Libedinsky en una entrevista publicada por el diario La Vanguardia.
Se divorció en 1972 y volvió a casarse en 1976 (su marido falleció hace pocos meses). A partir de entonces su producción fue notable. Es autora de 12 colecciones de cuentos y dos novelas. Por la sobriedad de su estilo es conocida como la “Chéjov canadiense” aunque ella ha preferido reflejarse en el espejo de las escritoras sureñas estadounidenses como Flannery O’Connor, Katherine Anne Porter, Eudora Welty y Carson Mc Cullers. Entre sus libros más hermosos se encuentran Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio; La vista desde Castle Rock y Demasiada felicidad.
Para mucha gente en su país, la anécdota de Munro no esperando pegada al teléfono la llamada de la Academia sueca resume la personalidad y modestia de esta escritora. Y es que si bien hace tiempo que es conocida en Canadá su nombre cobró notoriedad mundial cuando ganó el Man Booker International Prize en 2009. Ya por entonces la escritora decía que iba a dejar de escribir. En su último libro, Mi vida querida (que al igual que gran parte de su obra se consigue en nuestro país a través de la editorial Lumen, del grupo Random House Mondadori) la decisión de abandonar la literatura no es sólo una declaración aislada. “Las cuatro últimas piezas de este libro no son exactamente cuentos. Forman una unidad distinta, que es autobiográfica de sentimiento aunque a veces no llegue a serlo del todo. Creo que es lo primero y lo último –y lo más íntimo– de cuanto tengo que decir sobre mi propia vida”, advierte. Y luego escribe sobre su niñera Sadie, que adoraba cantar e ir sola a los bailes en una época donde eso estaba muy mal visto; sobre el vínculo complejo con su hermana menor Catherine (“Cuando mi hermana volvía a casa de la escuela, nos mecíamos juntas en la hamaca, una en cada punta”), sobre la opresión silenciosa que pesaba sobre los hombros de su madre por no sentirse a gusto en un pueblo rural, sobre el criadero de zorros y visones de su padre que no funcionó. Ahora volvió a confirmar que, a pesar del premio, no piensa escribir más. “Estoy demasiado vieja”, se excusó según dice la agencia Efe. Y es imposible no imaginar su gesto elegante al otro lado de la línea (de hecho, Antonio Muñoz Molina la definió como una mujer que, cerca de los 80, no es que haya sido una belleza sino que lo es). Más allá de las especulaciones sobre una posible vuelta a la escritura o no, lo interesante de los Nobel es que permiten poner otra vez bajo la luz a escritores que, como en el caso de Alice, lo merecen. Allí están sus libros, su escritura precisa, sus mujeres valiosas.
TIEMPO ARGENTINO