01 Sep “Maduré como diez años”
Estaba extenuado de tanta felicidad. Su rostro entremezclaba sudor y lágrimas. Siempre con una mano apretujando su corazón, clavaba la vista en la bandera argentina y de repente buscaba algún guiño cómplice en las tribunas del gimnasio. Parecía en estado de shock. “¡O juremos con gloria morir!” , llegó a entonar con la voz temblorosa y entrecortada, plena de emoción.
Viernes 10 de agosto de 2012, un día inolvidable para el deporte nacional. Mañana se cumple un año de esa ceremonia de premiación en Londres que ungió a Sebastián Crismanich como campeón olímpico en taekwondo, el primer atleta ganador en este arte marcial para la Argentina. “Lo primero que recuerdo es el podio, ver la bandera, escuchar el himno… Ni siquiera es el momento en que me entregan la medalla, sino cuando empiezan a sonar las estrofas y veo que se va izando la bandera. Es el sello que encuentro no sólo de los Juegos Olímpicos, sino de toda mi vida”, relata el correntino, con un brillo especial en los ojos.
Rehúye un poco del repaso de aquellas imágenes en el podio: “Me emociona tanto que no volví a ver mucho el video. Sí miré muchas fotos en Internet y con mucho orgullo. Nosotros somos como artistas: subimos al ring a hacer lo que mejor nos sale y es realmente lindo que muchas personas te admiren”.
La medalla dorada le produjo un vuelco significativo en su vida. No es para menos: “Maduré como diez años desde aquel logro hasta hoy, porque viví muchísimas cosas que tal vez no imaginaba, por suerte todas muy lindas. La medalla me abrió una puerta en la elite del deporte y trascendí a otros rubros porque conocí a actores, comediantes y conductores que uno los veía tan distantes hasta hacía poco. Estuve con Marcelo Tinelli, Manu Ginóbili, Luciana Aymar y de todos recopilé datos que me sirven muchísimo para lo que voy a afrontar en mis próximos compromisos”.
Crismanich, de 26 años, no tuvo actividad oficial durante estos 12 meses por la fractura en la tibia derecha que sufrió en la final de los Juegos ante el español Nicolás García Hemme, en la categoría hasta 80 kg. En julio pasado no llegó al ciento por ciento físicamente para el Mundial de Puebla, pero igual viajó hacia la ciudad mexicana para acompañar al equipo nacional. “¿Si extrañé la competencia en todo este tiempo? Aquel Mundial fue mi prueba de fuego, porque estaba en el área de calentamiento y quería meterme a pelear. En el único lugar donde deseaba estar era en los combates de mi categoría. Pero hoy estoy disfrutando mucho más porque tengo la tranquilidad de haber conseguido el máximo objetivo”.
Invirtió su período sin puños ni patadas para recorrer el país. Brindó charlas, hurgó en la detección de talentos y difundió el taekwondo en cada rincón: “Mi objetivo no es que sepan quién es Crismanich, sino que comiencen las prácticas y conozcan este deporte. En cada provincia nos metimos en el interior del interior, en pueblos donde es difícil que lleguen personalidades, y transmitimos el mensaje de los sueños que uno tiene de chico y que pueden concretarse”.
En diciembre pasado, el Olimpia de Oro trajo polémica en el ámbito deportivo porque el boxeador Maravilla Martínez se llevó el premio en desmedro del correntino: “Al principio me sorprendió para mal que no haya ganado, pero me calmó bastante cuando vi el reconocimiento y el cariño de todos los atletas, entrenadores y dirigentes que estaban en la fiesta. Ellos me decían que yo era el Olimpia de Oro. Era importante ganarlo, pero no por tener la estatuilla en mi casa, sino para defender a mi deporte”.
Consciente de que los rivales ya tienen su estrategia completamente estudiada, sabe que debe reinventarse para llegar con posibilidades a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. “En los próximos torneos, la mira de mis oponentes estará puesta en mi táctica de pelea. Entonces, de a poco iremos cambiando la estrategia para volver a dar una sorpresa en la próxima cita olímpica. En cada uno de los certámenes mostraremos sólo una fracción de lo que venimos practicando con el entrenador. Pero siento que llegaré muy bien preparado a Río, en el momento justo”.
Su primer objetivo después de la larga pausa se focaliza en el Grand Prix de Manchester, escala que forma parte de un circuito que otorgará pasajes a los próximos Juegos. Lejos de aburguesarse, Crismanich quiere volver a sacar esa fiera que tiene adentro para dar otro zarpazo. Y para que esas lágrimas de emoción no sean las últimas de su carrera.
LA NACION