Huyeron del horror en Siria y se refugian en la Argentina

Huyeron del horror en Siria y se refugian en la Argentina

Por Julieta Nassau
Hay un día, de los 16 meses que vivió en el corazón de la guerra civil en Siria , que Jerjes Alkhouri jamás olvidará: el 25 de noviembre del año pasado.
Al recordar esa fecha, mientras intenta acostumbrarse a su vida en la Argentina, adonde llegó con su familia a mediados de julio, este dentista de la ciudad de Homs cae en el silencio. Sólo después de unas lágrimas logra retomar el relato.
“La milicia, es decir, la armada secreta de [el presidente Bashar] Al-Assad , me detuvo en la calle. Yo estaba con mi amigo Alizza Hamat. Lo buscaban a él, pero como me quedé acompañándolo, me detuvieron a mí también. Volví a casa después de 14 horas. Pero a mi amigo lo mataron. Nos dieron su cuerpo cuatro días después”, cuenta Jorge -como lo llaman acá- a LA NACION. Está en la casa de su primo argentino, en la localidad bonaerense de Colón, donde vive desde hace diez días junto con su mujer y sus dos hijos pequeños.
“Buscaban a Alizza porque él ayudaba a la gente en el hospital de Homs.” Esa respuesta permite comprender, sólo en parte y a la distancia, la brutalidad con la que conviven los ciudadanos de esa provincia rebelde, asediada, casi desde el inicio de la revuelta, en marzo de 2011, por la represión del ejército de Al-Assad a los reclamos de reformas democráticas.
“El no era médico, era una persona común que quería ayudar”, agrega Jorge, mientras todavía intenta encontrar una explicación.
La muerte de Alizza, que tenía cuatro hijos, fue, sin duda, la más dolorosa para Jorge, en un conflicto que dejó más de 17.000 víctimas fatales hasta el momento. “Fue el 25 de noviembre de 2011”, repite, después de un silencio y entre suspiros.
La esperanza sólo vuelve a su relato -que mezcla inglés básico con algunas expresiones en español y es interrumpido constantemente por pensamientos en árabe- cuando Jorge habla de otra fecha, mucho más reciente: el 16 de julio.
Ese día, después de 35 años, volvió al país donde nació su madre, Sara Adela Jure, quien, en 1961, viajó a Siria por turismo y, al enamorarse allí de un sirio, decidió instalarse en Homs, formar una familia y vivir allí el resto de su vida.
Jorge conoció la Argentina en 1977, cuando vino con su madre para visitar familiares y obtener la ciudadanía local.
El viaje de la semana pasada fue totalmente distinto. Huyendo del pánico, el dentista de 46 años decidió venir por tiempo indeterminado junto con su mujer, Eaatedal Alawad, una ingeniera en petróleo, y sus dos hijos, Alsami Ernesto, de dos años y medio, y Alfares Jak, de 11 meses.
“Si mis hijos fuesen más grandes, 20 años o más, quizás no me hubiese ido. Incluso hubiese sido más activo para ayudar a la revolución”, reflexiona.
Pero, con un bebe nacido en medio de una violencia sin precedente en su país, decidió cambiar la destruida Homs por la pequeña y silenciosa localidad de Colón, en el noroeste de la provincia de Buenos Aires.
“La situación en mi país es muy mala. La cosa está muy mal. Cada día es peor que el anterior”, señala, desesperanzado.
Jorge decidió que se exiliaría en la Argentina poco después de que la familia de un amigo huyó de Siria tras la muerte, por una bomba, del hombre de la familia.
Para eso, solicitó asistencia a la embajada argentina en Damasco, que mantiene constante contacto con los ciudadanos argentinos que permanecen allí.
Así, la familia Alkhouri se convirtió la semana pasada en la segunda que salió del país con la ayuda de la Cancillería, mientras que otras 60 personas ya lo habían hecho por sus propios medios.
“Yo salí en avión. Pero después de que me fui, mis amigos allí me dijeron que el aeropuerto ya no funciona”, contó Jorge.
Con esta situación, y ante la escalada de violencia en Damasco y Aleppo, la embajada argentina evacuó ayer por la mañana a otras 25 personas hacia el Líbano. Esas familias están viviendo temporariamente en un colegio de Beirut, mientras esperan conocer su próximo destino.
Hace una semana, quedaban cerca de 200 argentinos en Siria, de los cuales 80 habían manifestado sus intenciones de dejar el país.
La urgencia por alejarse del derramamiento de sangre, no obstante, no es sólo de los argentinos.
Según datos de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), por lo menos 30.000 residentes sirios escaparon al Líbano y 35.000 a Jordania, mientras que los vecinos Turquía e Irak reciben cada vez más refugiados.

“AL-ASSAD NO ES HUMANO”
Jorge y su familia llegaron a la Argentina con un hogar asegurado: el de su primo, Ricardo Omar Jure, en Colón.
Esta semana, finalmente, el dentista consiguió su propia casa en la misma ciudad, que actualmente está remodelando. Su próximo paso será aprender español y conseguir trabajo.
Abrumado por la resignación, Jorge dice que se quedará en la Argentina “por un tiempo”, hasta que pueda vivir en paz con su familia en Siria, algo que no sucedía desde hacía 16 meses.
“Desde que comenzó la revolución, no tuve trabajo porque mi clínica está en el centro de la ciudad, que ahora está en guerra”, cuenta.
Su regreso a Siria, dice, sólo será posible después de que renuncie Al-Assad, cuya familia dirige el país con mano de hierro desde hace cuatro décadas. Pero considera que ésa es hoy una posibilidad lejana.
“No sé cómo va a terminar esto. Al-Assad va a estar en el poder por un largo tiempo. El es un asesino, no un presidente. No es un humano de verdad”, dice, sin ocultar su resentimiento hacia quien está detrás del conflicto que lo obligó a comenzar una nueva vida en otro país, algo que nunca había imaginado.
Aunque no entiende lo que dicen los noticieros locales, Jorge sigue los acontecimientos de Siria a través de Internet, y se sorprende cuando subrayan que la cantidad de muertos por día supera el centenar.
“Todos los días tenemos por lo menos 100 personas muertas. Es una guerra. Si no nos ayudan, van a matar a más gente”, expresa y deja en evidencia la desesperación por sus compatriotas.
Sin embargo, su pedido parece no tener destinatario. Jorge cree que la oposición siria no es lo suficientemente fuerte para derrocar a Al-Assad y, además, ya no espera una ayuda del exterior. Todas las negociaciones diplomáticas de los últimos 16 meses fracasaron, principalmente por los obstáculos de Rusia y China, que tienen fuertes lazos con el régimen sirio, y cuya venia es necesaria para cualquier decisión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
“Nadie nos ayuda -repite-. Sólo los millonarios sirios pueden mandar dinero y comida. Nadie más ayuda a los sirios.” Con una palpable impotencia, Jorge se pregunta cómo puede él ayudar a la gente en Siria y a la “revolución”. Dice que su granito de arena es difundir su propia historia.
LA NACION