Huellas de Tinogasta

Huellas de Tinogasta

Por Santiago Igarzábal
Puede decirse que, entre las provincias argentinas con majestuosos paisajes, Catamarca no sólo posee postales de increíble belleza sino que además conserva la mística de descubrir zonas alejadas de los circuitos turísticos tradicionales y, en muchos casos, ajenas a todo vestigio de civilización.
Al oeste del territorio provincial, a casi 300 kilómetros de la capital catamarqueña, se extiende un amplio valle atravesado por el río Abaucan, que tiene su origen en la ladera de la cordillera de los Andes y riega una extensa área de chacras con frutales, viñedos y olivares. Allí, la localidad de Tinogasta -centro urbano del departamento homónimo- es conocida por ser la base ineludible para un camino que sigue hacia al norte, abriendo un pintoresco recorrido hasta el paso de San Francisco, en la frontera con Chile. Estas tierras también son reconocidas por su patrimonio cultural, sus vinos regionales, sus aguas termales y por circuitos que permiten acceder a la majestuosa geografía conformada por algunos de los volcanes cordilleranos que exhiben las mayores alturas de América, superando los 6.000 metros sobre el nivel del mar.
Fundada en el siglo XVIII, Tinogasta conserva en sus museos numerosos objetos de los pueblos originarios. Vale la pena pasar por el Museo Arqueológico del Dr. Alaniz y el Museo Arqueológico Tulio Robaudi, que poseen importantes colecciones de monedas de la cultura diaguita, momias, estatuillas, pipas, morteros y otros elementos que hablan del pasado local. Ineludible también un recorrido por la céntrica plaza 25 de mayo, bordeada por la Iglesia de San Juan Bautista Niño, de sobrio estilo románico, para luego ir en busca de artesanías y puestos de venta de telares. A la hora de llevarse un recuerdo, las piezas tinogasteñas características son las colchas bordadas con flores de gran colorido.

Valles de viñedos
Entre construcciones que reflejan la historia regional, la zona es asiento de varias bodegas que abren sus puertas para recibir al turismo. Se hallan establecimientos como Finca Don Diego, Bodega Cuello Roca, Bodega Cabernet de los Andes, Bodega y Viñedos Longo (fundada en 1952), y Bodegas y Viñedos Saleme (1944).
Finca Don Diego, por ejemplo, se ubica sobre la ruta 60 en el valle de Fiambalá, donde produce vinos de exportación a 1.505 metros sobre el nivel del mar. En plena cordillera de los Andes, sobre un paisaje único, se extienden las 80 hectáreas que dan vida a sus cepas de Syrah, Cabernet Sauvignon, Malbec y Chardonnay. La visita permite encontrarse con construcciones realizadas con basamentos de piedra de la cordillera, muros de 50 centímetros de espesor y techos de caña y arena volcánica que dan espacio a la más avanzada tecnología para la vinificación. La cava, para 100 barricas y 150.000 botellas en estiba, es subterránea, de piedra y adobe.

La ruta del Adobe
La ruta del Adobe es un circuito cultural que refleja la historia de la región a través de unos 55 kilómetros que van hilando iglesias construidas con técnicas similares pero de fachadas y estilos distintos. Sobresalen el Oratorio de los Orquera, una antigua capilla familiar construida en 1745 con techo de vigas curvadas de algarrobo; la Iglesia de Andacollo, de estilo neoclásico datado en 1833, en el paraje de La Falda; la Iglesia de San Pedro, en Fiambalá, y la Iglesia de Anillaco, construida en 1712 y conservada como una de las más antiguas de la región.
En la ruta también debe visitarse el poblado prehispánico de Batungastam, que tuvo gran importancia administrativa dentro del imperio incaico y luego, en el siglo XVII, fue escenario de cruentas guerras entre los nativos calchaquíes y los colonizadores españoles.

Al calor de las termas
La región tiene gran número de vertientes termales. A sólo 15 kilómetros de Tinogasta se accede a las Termas de La Aguadita, cuya visita puede combinarse con excursiones de trekking y cabalgatas. Otra opción interesante son las Termas de Fiambalá, a pocos minutos de la ciudad del mismo nombre. El lugar, a 2.000 metros sobre el nivel del mar, se extiende en una empinada y espectacular quebrada de piedra, ofreciendo aguas que surgen a una temperatura de 70° en el ojo de la vertiente y recorren distintas piletas encadenadas con temperaturas decrecientes. Estas termas son reconocidas especialmente por ser ricas en algas verdes de influencia sedativa y oxigenante.

Excursión a Los Seismiles
La senda hacia el Paso de San Francisco ha sido llamada el “Circuito de los Colores” por los espectaculares contrastes que muestran los cerros. Desde la ruta se observan los colosos de la cordillera denominados “Los Seismiles”: catorce montañas que superan los 6.000 metros de altura. El volcán Pissis, con una altura de 6.882 metros, es el volcán inactivo más grande del mundo. Otros de los imponentes picos que asombran y obligan a tomar fotografías son el cerro Tres Cruces, el Ojos del Salado, el Incahuasi y el Nacimiento.
No faltan lugares únicos para los amantes de la pesca. Las vertientes que van desde el Valle de Chaschuil hasta Cortaderas permiten, de noviembre a abril, practicar las modalidades deportivas spinning y flycast. Al llegar a Cortaderas, el río Chaschuil forma una laguna visitada por flamencos, patos, guanacos y zorros, brindando otra de las postales paisajísticas únicas de esta región.
EL CRONISTA