14 Sep Ganar la góndola
Por Juan Martín Grazide
¡No se escondan más! Piedra libre para los amantes de las cervezas artesanales. Pareciera que poco a poco se van haciendo más visibles. En la Argentina ya hay bares poblados casi exclusiva-mente por auténticos cerveceros artesanales, una raza que agrupa tanto a fanáticos de antiguos linajes como a caras nuevitas en el arte de la ingesta de este brebaje. Hay locales, como Gibraltar, Buller, Antares y Krakow, en los que la gente habla de distintas clases de lúpulos, del sabor casi a café con leche con el que salió la cerveza negra de la marca Gambrinus, de con qué platos combinar una Honey beer. Hagan la prueba y verán que es cierto; apasionados en conversaciones espontáneas, sin lugar para fanfarronerías, ninguno de ellos se detiene para explicar nada. Son entendidos. No saben de Malbec ni de tragos bolicheros. La cerveza artesanal monopoliza sus paladares exquisitos, dispuestos a dar lo que sea para que su hobby etílico pueda ejercerse más allá de estos espacios temáticos. Porque están hartos de la omnipresencia de las marcas de las cervezas industriales en casi todos los bares y restaurantes del territorio nacional.
Los cerveceros artesanales están ahí, y el mercado ya tomó nota de la aparición de esta incipiente pero exigente población de bebedores. Pequeños y medianos productores, y bares con elaboración propia en los mismos locales o sólo de expendio están dispuestos a trabajar en equipo para que el consumo de este tipo de cerveza se haga conocido, y que pueda ser abastecido como en cualquier otro lugar del mundo.
Lo primero es crear la fuerza, el equipo, para pelear presencia en las góndolas de los supermercados, o ganar un lugar en la oferta de líquidos en las cartas de los bares y restos. Para imponerse hay que crear número, por lo que los más importantes empresarios del sector (generalmente medianos productores) se empezaron a juntar y es inminente la creación de la primera asociación que agrupe a las principales marcas de cerveza artesanal, como Antares, Otro Mundo y Barbaroja, por mencionar algunas. Se llamará Asociación de Cervecerías Artesanales de Argentina.
“La asociación de cerveceros se está dando de forma natural. Somos jóvenes y queremos saber las experiencias de nuestros colegas y trabajar en conjunto para el desarrollo del negocio” cuenta Marcelo Cerdán, uno de los socios de la marca Otro Mundo, creada en 2002 y que aspira a vender este año 10.000 hectolitros (hasta el ano pasado eran 7.000; 1 hectolitro representa 100 litros). “Cuando nos pongamos de acuerdo en algunos puntos le daremos personería jurídica, con consejo de administración y comisiones de trabajo”, dice, y agrega que la primera misión que deberían emprender es el lanzamiento de un censo de cerveceros que ponga en negro sobre blanco la cantidad de cervecerías que hay en la Argentina, qué productos hacen y qué porción representan las artesanales en el mercado. “Es importante saberlo para empezar a trabajar seriamente” destaca.
Según datos del mercado, en la Argentina se consume por año 42/43 litros de cerveza per capita, y la producción total llega a los 17 millones de hectolitros. La cerveza artesanal “muerde” muy poco de esta torta: sólo se produce 45.000 hectolitros/año de esta especie, que es un 0,25% del mercado. En EE.UU., por caso, este sector se lleva entre un 4,5 y un 5% del volumen total de cerveza.
“Las reuniones aún son espaciadas, y todavía hay un poco de recelo, pero hay ganas de unir fuerzas. Tenemos que promocionar la cerveza artesanal con la convicción con que lo hace, por caso, la industria del vino con sus productos. Tenemos un camino en común para ir avanzando”, acota.
Educar el paladar nacional es otra de las urgencias a poner en práctica por la futura asociación. “No nos gusta llamarla ‘cerveza artesanal’; nos interesa hablar de bebidas especiales, algo que no tiene nada que ver con las cervezas industriales” explica Carlos Merino, dueño del bar Buller, que produce la cerveza homónima dentro de las instalaciones, ubicado frente al cementerio de la Recoleta desde hace 11 años. “Hacemos productos con cero química” asegura. Actualmente, este brew pub vende un promedio de 1.500 litros de cerveza por día.
En algún momento, el grueso de los argentinos pasó de beber vinos en cajita o el clásico de mesa para adecuarse a los nuevos sabores premium, y hoy son varios los que pueden distinguir un Malbec de un Syrah. Los cerveceros artesanales quieren un proceso similar con sus productos. Pablo Rodríguez, uno de los tres socios fundadores de la marplatense Antares (que despacha 80.000 litros por año), ve un entusiasmo importante del consumidor por este tipo de bebida. “Sabemos que el consumo va a crecer mucho en los próximos años, con posible duplicación de aquía dos años. Hay debates sobre cómo instalar la cerveza artesanal como un producto gourmet, de entender la variedad de estilos que pueden estar disponibles para el consumidor, cómo encaja eso con las distintas comidas, los quesos, los postres…”, indica. Pero enfatiza que el sector deberá ser paciente para conquistar paladares, así como pasó hace años con el vino. “No sólo hay que tomarla como un refresco para el verano o con la pizza”, desliza.
Educar al consumidor. Demostrar consistencia y calidad. Trabajar sobre el concepto de cervecería artesanal. Estos ítems marcarán el comienzo de una agenda agitada para los cerveceros artesanales. Tarea difícil, si la realidad indica que más del 0,5% de la góndola cervecera en supermercados la ocupan las cervezas industriales. “Es necesario un rincón artesanal para que la gente se entere de su existencia” remarca el dueño de Otro Mundo. También es difícil imponerse en las cartas de los restos. Otro punto delicado es que la cerveza artesanal es muy cara comparada con la industrial (de entre $ 10 y 16 las primeras, y de $ 6 a 8 las segundas, en botellas de un litro).
Los “artesanales” prometen dar batalla para que se atienda a sus gustos como es debido. La batalla comienza, y los cerveceros artesanales pegaron el guantazo.
REVISTA CIELOS ARGENTINOS