20 Sep “En el pago la llamaban La Tropilla de la Muerte”
Por Fernando Romero Carranza
Se ha dicho con acierto que una de las grandes pasiones del gaucho fue su caballo, pero dada la abundancia y las posibilidades que le proporcionaba la gran cantidad de ellos que la pampa le brindaba , no era uno sino varios sus “montados”, a los que había domado para su uso y lo acompañaban en sus tropeadas y correrías .
A ese conjunto de caballos se los denominó “tropilla” y era, además, un lujo campero que todos sus integrantes fueran de un solo color o “pelaje”, lo que le ganaba la denominación de “tropilla de un pelo”.
Oscuros, zainos, colorados, bayos y otros pelajes uniformes componían ese conjunto según la elección del paisano y sus gustos por uno u otro colorido.
Muchos poetas camperos le cantaron al gaucho y su tropilla , por eso el tema elegido para esta nota y para el cuadro que la ilustra es una famosa milonga campera que su autor, Fernán Silva Valdez, tituló “En blanco y negro”, pero en los fogones y guitarreadas siempre se la conoció como “La tropilla de la muerte”.
¿Por qué esta trágica denominación? A esto nos referimos en estas líneas, que matizamos con los versos más característicos de la lírica del poeta:
“Tuve tropilla de un pelo, / yo también como el mejor; / tropilla de pelo oscuro , / “mesmito” como el dolor. / Oscuro como mis penas, / oscura como mi suerte; / En el pago la llamaban / “la Tropilla de la Muerte”.
La tropilla estaba formada por “cuatro pingos todos negros justo como para un entierro”, de pelaje zaino en su variedad cromática más oscura y profunda en el pelaje del caballo criollo, el zaino negro.
Pero a pesar de su negrura, el poeta nos cuenta que había juntado en esa tropilla de pelaje extremo cuatro caballos que, aunque todos negros, presentaban un detalle blanco y distintivo en su cuerpo, cabeza o patas. “Más todos en su negrura / tenían una pinta clara, / como una estrella en la noche, / como el lucero en el alba.
“Uno tenía el “pico blanco”, / otro las manos “vendadas”, / el tercero una estrella en la frente / como manchao de esperanza, / otro con un lunarejo / mismo en el medio del anca, / como llevando pa’ siempre / enancada una luz mala”.
Como broche de sus recuerdos el poeta no puede olvidar de referirse a su mujer, “su china”, a la que compara con su tropilla, al recordar su “cuerpo bien blanco pero bien negra de alma”, “oscurita por dentro” al igual que sus oscuros pingos, a la que finalmente, como buen paisano, pide perdón por efectuar esa “comparancia”
Esa milonga que tantas veces escuché, me inspiró el cuadro que acompaña esta nota, que no pinté para retratar la oscura alma de su “china”, sino para ilustrar el lujo de la negrura, y los blancos detalles de los caballos de la tropilla que el poeta recuerda en sus versos.
LA NACION