El “sueño” de King volvió a movilizar a Washington

El “sueño” de King volvió a movilizar a Washington

Por Silvia Pisani
¿Cómo emular un discurso encarnado en la memoria de un país y capaz de torcer su historia reciente? En esa difícil posición, Barack Obama evocó los 50 años del discurso “Yo tengo un sueño”, con el que Martin Luther King puso bandera a la lucha por los derechos civiles con un “estamos marchando”, y situó en el presente la necesidad de completar un esfuerzo que reconoció inconcluso.
Aquella memorable “Marcha sobre Washington”, que, en 1963, congregó a la mayor multitud vista hasta entonces en los monumentos nacionales de esta ciudad, “nos enseñó que no estamos atrapados en nuestra historia, sino que somos dueños de nuestro destino”, dijo Obama.
En la perspectiva del tiempo, el presidente sumó una pátina del componente individualista de esta sociedad al subrayar que, si bien aún hay mucho por hacer en la lucha por la igualad de oportunidades, esto no exime de “responsabilidades” a la población afroamericana, en la que hay “quienes confunden la exigencia de igualdad con esperar a recibir una mayor porción de parte del Estado”, dijo.
Acompañado por los ex presidentes Jimmy Carter y Bill Clinton, la evocación transcurrió en el mismo escenario en el que, en 1963, King habló ante 250.000 personas, al pie del monumento a Abraham Lincoln.
Fue, con todo, una evocación atípica, que muchos vieron aquí como una pausa en el proceso en marcha para decidir un posible ataque de Estados Unidos y sus aliados sobre Siria como represalia por el uso de armas químicas contra la población civil por parte del presidente Bashar al-Assad, un extremo del que Washington asegura “no tener dudas”.
“Que un premio Nobel de la Paz hable sobre otro ya fallecido y de su gesta por los derechos civiles no parece el mejor momento para declarar un ataque”, se escuchó ayer en medios políticos. Ironías al margen, aquella gesta y aquel discurso aún hoy inigualable, y tantas veces imitado, tuvieron su pausa y su día.

Saldo
La ocasión trajo la necesidad no de sacar cuentas que ya se conocen, sino de exhibirlas en público y frente al mismo escenario. El saldo no resulta del todo favorable a quienes claman igualdad.
“Ha habido ejemplos de éxito entre los negros estadounidenses, pero, al mismo tiempo, para muchos resulta cada vez más difícil ascender en la escala social”, reconoció Obama, para quien el momento era absolutamente singular: el primer presidente negro evocando al líder que con mayor claridad clamó por los derechos de los suyos.
Su discurso, en todo caso, reiteró el perfil de liderazgo que, en la incómoda realidad del racismo, caracterizó a su gestión: un presidente que clama por derechos, pero que, al mismo tiempo, no tiembla al advertir contra el riesgo de la complacencia de los afroamericanos que cargan su destino únicamente sobre un “legado de discriminación”.
Un perfil que se caracteriza por no mezquinar a aquellos que marcaron la historia, ante quienes evita la tentación, común entre algunos políticos, de disputarles el lugar. No sólo elogió así al asesinado King, sino a todos aquellos hombres y mujeres que “siguieron marchando” para avanzar en la realización del sueño.
“Porque ellos continuaron marchando, Estados Unidos cambió. Porque ellos marcharon, las puertas de la oportunidad y de la educación se abrieron para que sus hijas e hijos pudieran finalmente imaginar sus propias vidas, más allá de lavar la ropa sucia de alguien o limpiar los zapatos de otro.” Fue uno de los tramos más celebrados del discurso, en el que Obama sembró la idea de no abandonarse para esperarlo todo.
En un salto desde aquel entonces a estos días, el presidente extrapoló el sentido de la lucha al terreno de las oportunidades económicas, en el que signó hoy las mayores desigualdades “al margen del color” que tenga la piel.
“Durante más de una década los trabajadores estadounidenses de todas las razas han visto estancarse sus salarios e ingresos”, señaló. Con la agravante de que eso ocurrió “mientras los beneficios empresariales se disparaban y unos pocos afortunados” se quedaban con el dinero de la diferencia.
Para Obama, “ésa es una desigualdad constante” en los Estados Unidos de hoy, y la calificó como una “gran asignatura pendiente”, más allá del racismo y del llamado a combatirlo que impregnó aquella histórica marcha de la evocación.
LA NACION