Destellos planetarios en el año de Xul Solar

Destellos planetarios en el año de Xul Solar

Por Alicia de Arteaga
En el año Xul, la Americas Society de Nueva York, con curaduría de Gabriela Rangel, fijó la atención en la relación Jorge Luis Borges / Xul Solar para montar la exquisita muestra The Art of Friendship (El arte de la amistad) y descubrir los pliegues inéditos del vínculo entre dos figuras insoslayables de la Argentina del siglo XX. Vidas paralelas de múltiples afinidades, como lo fueron Picasso y Apollinaire, Moravia y Pasolini, según cita Rangel en el texto del catálogo que suma las miradas del diplomático Sergio Baur, la historiadora Patricia Artundo y la escritora Silvia Molloy. Es la de Borges y Xul una amistad con el correlato literario del Adán Buenosayres de Marechal, encarnados ambos en el astrólogo Schultze y el lingüista Pereda.
Borges y Xul volvieron de Europa en 1924, compartieron las tertulias en la Richmond de Florida y el ideario renovador e iconoclasta de los martinfierristas. Cada uno traía en su equipaje lecturas, influencias y sueños. En El arte de la amistad, Gabriela Rangel, directora de Artes Visuales de la Americas Society, explora la incidencia de ese vínculo plástico-literario en la conformación de la identidad argentina a través del culto por un “nacionalismo fluido”.
Rangel trabajó dos años con la valiosa colaboración de Lila Zemborain, poeta, escritora y docente de la Universidad de Nueva York. Eligió montar una exposición intimista, con resonancias de música de cámara, donde se descubre a partir de textos, manuscritos, cartas y pinturas la profundidad del pensamiento visionario de Xul, obsesionado por encontrar las variadas acepciones de la palabra utopía y establecer un sistema de reformas universales e inclusivas en la lengua, la pintura, la música y el ajedrez.
Ese singular entramado encendió la pluma de Holland Cotter, crítico del New York Times, quien saludó con elogios la muestra de la Americas Society tras su apertura en el 680 de Park Avenue. La casa tiene su historia. Originalmente fue residencia de Percy Rivington Pyne, prominente banquero neoyorquino, para ser luego sede de la misión soviética en Naciones Unidas hasta 1965, año en el que la marquesa de Cuevas, en un gesto filantrópico, compró la propiedad, la salvó de la piqueta y un año después la donó a la Americas Society como centro de relaciones continentales del Consejo de las Américas, presidido por Susan Segal. Desde 1970 el edificio está catalogado como landmark y ha sido incluido en el registro nacional de lugares históricos. En cuanto a Susan Segal, mantiene desde siempre una fecunda relación con la Argentina vertebrada, especialmente, en proyectos culturales. Basta recordar su entrañable amistad con la coleccionista y empresaria Amalia Lacroze de Fortabat, a quien acompañó en la apertura de su colección-museo de Puerto Madero en 2009.
Holland Cotter subraya el sentido de la amistad de más de 40 años entre el escritor consagrado como una de las cinco figuras liminares de la literatura del siglo XX y su aliado estético, el excéntrico pintor Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari, a quien la muestra otorga merecido reconocimiento.
Enriquece el proyecto la colaboración de Lila Zemborain, certificada en el cuaderno de mano que acompaña el catálogo. En Visiones sobrel Trilenio, las poetas Zemborain, Cecilia Vicuña y Mónica de la Torre revisitan los escritos de San Signos compuestos por Xul Solar a mediados de los años veinte, a partir de prácticas clarividentes aprendidas del mago inglés Aleister Crowley en 1924.
La exposición neoyorquina seguirá viaje al Museo de Phoenix con la misión no escrita de ser un homenaje tardío y necesario al primer místico moderno latinoamericano.
En marzo de 2013, un mes antes de la inauguración de la muestra The Art of Friendship, Elena Montero Lacasa de Povarché, presidenta de la Fundación Xul Solar, recibió una carta firmada por Massimiliano Gioni, director de la 55a Bienal de Venecia. Gioni la invitaba formalmente a prestar las obras de Xul para integrar el corpus de su guión curatorial bautizado el Palazzo Enciclopédico, y citaba como imprescindibles el panajedrez, los coloridos caracteres de la panlengua, los libros de recortes -una suerte de bitácora del pensamiento universal y cosmopolita de Xul- y el Títere de la Muerte.
Una vez más, los engranajes de fechas y coincidencias desencadenaban un círculo virtuoso. Poco tiempo atrás, el director de la Bienal había fichado para su equipo de colaboradoras a la curadora venezolana Sofía Hernández Chong Cuy, quien con motivo del montaje de una muestra en Malba, en 2005, “descubrió” la obra de Xul Solar. Esas pinturas místicas de tonos apastelados, con laberintos y torres, como el panóptico de la Penitenciaría del hoy Parque Las Heras donde el padre de Xul se desempeñaba como ingeniero, la cautivaron. De ahí a recomendar la obra de Xul Solar para integrar la mostra veneciana no hubo más que un paso.
El antecedente ineludible del suceso extramuros de Xul Solar tiene nombre y apellido: Mari Carmen Ramírez. Portorriqueña de nacimiento, la curadora jefa del Museo de Bellas Artes de Houston fue considerada por la revista Time una de las latinas más influyentes del establishment cultural norteamericano. Mujer de energía y armas llevar, Mari Carmen está abocada en estos días a la organización de la mayor retrospectiva de Berni fuera de la Argentina, que será en noviembre en el museo texano. En esta audaz aventura cuenta con el apoyo de un grupo de coleccionistas locales decididos a difundir el arte argentino en el mundo, como son Nelly Blaquier, Mauro Herlitzka, Eduardo Grüneisen, Eduardo Costantini, y lo fue en medida ejemplar Mario Gradowsczyk. Del mismo modo que la muestra de la American Society tuvo el soporte generoso, entre muchos otros, de Erica Roberts, Alejandro Quentin, Silvia Neuss, la Fundación Borges y el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Escrito desde el alma, el texto de María Kodama resulta testimonial: ” En su constelación de amigos, Borges dejaba dos aparte: Rafael Cansino Asséns y Xul Solar (…) de quien admiraba su generosidad y su libertad para seguir hasta las últimas consecuencias las ideas que consideraba valiosas”.
Si a Xul Solar le fascinaban las profecías, se debe admitir que su reconocimiento internacional tuvo en Natalio Povarché al primer profeta y que el marchand, a su vez, confió en la mirada segura y convocante de Mari Carmen Ramírez. Las notas del New York Times y la donación de obras de Patricia Phelps de Cisneros al MoMA resultaron determinantes en la difusión de la imagen del pintor místico en el mundo y en los destellos planetarios que han hecho de 2013 su año.
Por consejo de Hernández Chong Cuy, Massimiliano Gioni miró con atención la obra de Xul. Parecía hecha a medida para ese guión curatorial enciclopédico, inspirado en el proyecto utópico (palabra clave) del ítalo-estadounidense Marino Auriti, quien en los años 50 pensaba construir un museo imaginario donde cabría todo el conocimiento. Una torre de 600 metros para la suma del saber, una epopeya con memoria borgeana que sintonizaba perfecto con el universo cifrado de Xul Solar.
Desde junio y hasta noviembre en el Pabellón Stirling de los Giardini di Castello, los trabajos del creador de la panlengua custodian el Palazzo Enciclopédico de Massimiliano Gioni (ver recuadro). Allí están los coloridos caracteres de la panlengua, el pan-ajedrez y los libros de recortes llegados desde Buenos Aires. Al maestro nacido en San Fernando le hubiera gustado estar alineado en la Bienal de Venecia con el pensamiento y la obra de Carl Jung y Rudolf Steiner, a quien escuchó con unción en las conferencias pedagógicas de la Europa de entreguerras.
La pica en Flandes fueron las muestras de Mari Carmen Ramírez en Houston y en el Reina Sofía de Madrid. Algo más que curiosidad despertaban las acuarelas del misterioso artista, cuya aura era reconocida por Borges y por coleccionistas de la talla de María Luisa Bemberg y Ernesto Lowenstein. Fue en casa del empresario, que tenía un sueño llamado Las Leñas, donde vi por primera vez las pinturas místicas de Xul; una aparición.

Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari nació en San Fernando en 1887. Hijo de Emilio Schulz, alemán de Riga, y de Agustina Solari Campodónico, genovesa de Zoagli. De chico hablaba con naturalidad cinco lenguas, en las que podía poner en palabras el mundo que lo rodeaba: latín, alemán, italiano francés e inglés. No sorprende entonces la voluntad del políglota Xul por encontrar un idioma universal: la panlengua, y una lengua continental, el neocriollo. A los 24 años, Oscar Schulz Solari se embarcó en un carguero con destino a Londres. Más de diez años duró el periplo que como un buril modeló la personalidad de quien eligió llamarse Xul Solar. De William Blake a Aleister Crowley, de Charles Swinburne a Arthur Schopenhauer, las lecturas se alternaban con la frecuentación de los expresionistas alemanes; la amistad con Pettoruti y la sorpresa que fue descubrir que el envío argentino a la Bienal de Venecia de 1922 rezumaba un inexplicable anacronismo pompier. Fue entonces cuando decidió -decidieron con Pettoruti- volver para dar la batalla moderna en suelo porteño. De las muestras en la calle Florida queda el recuerdo del rechazo generalizado en el que solo faltaron las trompadas. Ya lo había vaticinado el presidente Alvear cuando visitó por la mañana la exposición de Pettoruti: “No me soprendería que a la tarde la cierre la policía”. Y eso que Alvear era un hombre de mundo…
El caso de Xul es único. Alguien que vivió en su tiempo y al margen de su tiempo, y construyó una obra inmensa: creó un mundo de asociaciones, signos, letras y misterios, entre la magia, los astros, la música y la acuarela, de la que fue un ejecutante eximio. La correspondencia musical y la paleta lo asocian con Paul Klee. Basta mirar la obra del suizo para corroborar esa afinidad. Hay en el MoMA una pintura de Klee que he vuelto a ver semanas atrás, bautizada Pájaro-pescado. Conmueve por los evasivos naranjas y los elementos suspendidos en el aire. Esas notas cantarinas bien podrían ser obra de Xul, que en su libreta de enrolamiento de 1911 se presentaba como “pintor y músico”.
“Hombre versado en todas disciplinas, curioso de todos los arcanos, padre de escrituras, de utopías y de mitologías, huésped de cielo e infierno, perfecto en la indulgente ironía y en la generosa amistad, Xul Solar es uno de los acontecimientos más singulares de nuestra época.” Palabra de Borges.
LA NACION