Condenan al trader de Goldman Sachs que se ufanaba de venderle bonos tóxicos a sus clientes

Condenan al trader de Goldman Sachs que se ufanaba de venderle bonos tóxicos a sus clientes

María Elena Candia
Todo comenzó con la crisis hipotecaria de 2007 en Estados Unidos. Mientras que la economía norteamericana estaba a punto de colapsar, un ex trader de Goldman Sachs de 28 años, apodado como “Fabulous Fab”, enviaba mails a su novia en los que bromeaba haber vendido bonos tóxicos inmobiliarios a “las viudas y los huérfanos”.
Los mails del francés Fabrice Tourre, que ahora tiene 34 años, se convirtieron en un símbolo de la arrogancia en la plaza financiera de Wall Street tras las denuncias de fraude que la agencia federal encargada de supervisar los mercados financieros, la SEC (Securities Exchange Commision), inició contra él en respuesta a la crisis financiera.
En uno de los casos de más alto perfil relacionados con el desplome crediticio norteamericano, Tourre fue declarado ayer responsable en seis de las siete denuncias que la SEC inició en la justicia de Nueva York. El ex traider se enfrenta con posibles multas y la prohibición de operar en la industria financiera, aunque los cargos se determinarán en una audiencia posterior.
Lo interesante de este caso es que “Fabulous Fab” fue la única persona nombrada por la SEC tres años atrás, cuando la agencia acusó a Goldman Sachs de defraudar a sus inversores en relación a los activos inmobiliarios.
Goldman aceptó pagar los cargos por u$s 550 millones, que en su momento fue considerado un pago récord, sin admitir o negar responsabilidad en el asunto -aunque se comprometió a reformar las prácticas de su negocio.
Esto dejó a Tourre a enfrentar sólo a la SEC, aunque con recursos de Goldman que financiaron su pelea, más allá de que ya no trabaja más en la empresa.
Pero el comienzo de la historia se retrotrae a 1999, cuando Tourre llegó a Estados Unidos una vez que terminó su carrera de grado en matemáticas en el École Centrale Paris. En ese entonces tenía 20 años y empezaba una pasantía en la ciudad de Hamilton, Ohio, en la línea de producción de aires acondicionados en Valeo, una empresa francesa de autopartes.
Luego hizo un posgrado en Stanford, donde obtuvo su diploma de management en ciencias e ingeniería, que lo llevaría a postularse en una pasantía de verano en Goldman y formar parte de un programa muy competitivo para ocupar puestos full time.
Tourre, reconocido por sus compañeros como un “nerd analítico”, fue uno de los sobrevivientes y comenzó a hacer carrera en el banco. En 2004 ocupó un puesto en el departamento de hipotecas, en ese entonces una unidad próspera de la entidad.
Allí se encargó de la creación de una especie (synthetic) de Collateralized Debt Obligation (CDO), uno de los productos que se situaron en el epicentro de la burbuja crediticia que comenzó con la crisis económica actual.
Los CDO son emisiones de deuda realizadas por entidades financieras que están respaldadas o garantizadas por otras deudas u obligaciones. En lugar de respaldar las emisiones con activos fijos o inmovilizados, las entidades financieras garantizan el pago de los CDO con deudas de diferente tipo (pueden ser hipotecarias, financieras, inversiones en bonos, etc).
El negocio de los CDO fue muy grande para Wall Street y sobre todo para Goldman, que fue el sexto mayor emisor de estos acitvos en el mundo entre 2005 y 2007.
La versión sintética (synthetic) de un CDO genera ingresos al vender seguros contra la cesación de pagos de bonos, habitualmente de un conjunto de 100 o más empresas. Una de estas transacciones de Tourre entró en el radar de la SEC.
La agencia centró sus acusaciones sobre Tourre al afirmar que en 2007 el entonces traider y Goldman vendieron a inversores CDO sintéticos conocidos como Abacus, omitiendo un dato crucial: un fondo de inversión dirigido por el multimillonario John Paulson ayudó a construir Abacus y luego apostó en contra de éste.
Cuando el mercado hipotecario entró en crisis, un grupo de inversores sofisticados terminaron perdiendo más de u$s 1000 millones en el trato.
EL CRONISTA