Carlos Vives: “Hablar de amor es la mejor manera de protestar”

Carlos Vives: “Hablar de amor es la mejor manera de protestar”

Por Carolina Amoroso
Suma ya treinta años de carrera. De joven, alcanzó la fama como galán de telenovelas en Colombia y Puerto Rico. Además, fue publicista, actor de programas infantiles y, desde hace algunos años, dueño de su propio teatro y restaurante en Bogotá, una suerte de refugio en el que se lo puede encontrar, de vez en cuando, imitando a Charly García en el show de improvisaciones Argentimania o haciendo una versión del Buena Vista Social Club, llamado, en su tributo cómico, Malavista Social Club . Pero es la música, uno de los caminos que emprendió el colombiano Carlos Vives, la que lo trae días a la Argentina. Aquí desembarcó junto con su banda, una formación que, como su propio líder, une el vallenato, el rock y el pop, en una exitosa combinación de industria y tradición.
Sin dudas, los vientos de la vertiginosa industria musical hoy soplan a favor de este hombre de Santa Marta que le dio proyección internacional al “rock” de su pueblo y que vendió más de 17 millones de discos en el mundo entero. Luego de inmortalizar canciones como “La gota fría”, “Fruta fresca” y “La tierra del olvido”, con Corazón profundo , su último y decimocuarto disco de estudio, alcanzó los primeros puestos en los rankings del continente. Por el éxito de este álbum, que contiene hits como “Volví a nacer” y “Como le gusta a tu cuerpo” (en el que comparte un dúo con el brasileño Michel Teló), grabará próximamente Corazón profundo vol u men 2. En este gran momento profesional y en el marco de la gira “Como le gusta a mi pueblo Tour 2013”, el cantante se presentó en el Estadio Luna Park y en el Orfeo Superdomo, de Córdoba.
Luego de una larga jornada de entrevistas televisivas, Vives se dispone a conversar con LA NACION con la sonrisa intacta y sin apuros. “A mi pueblo le gusta alegre y ojalá gratis”, bromea a la hora de explicar la frase que da nombre a su gira. Así, con su hablar musical y su humor contagioso, intenta esbozar la suma de “causalidades” que lo trajeron, en el mes de su cumpleaños, a la tierra del tango: “Creo que hasta mi abuelo me trae a Buenos Aires. Él era de Medellín y era súper «gardeliano». Y yo también tengo mi Gardel personal, que es Charly García y todo el rock argentino de la época de Sui Generis y Serú Girán. Por eso llegamos a Buenos Aires como turistas extasiados”.
-Entre tu anterior disco y Corazón profundo pasaron 8 años…
-No es lo que hubiésemos querido. Firmamos contrato con el primer disco de Clásicos de la provincia hasta El rock de mi pueblo y, una vez que terminamos con la promoción y todo lo que implicaba este último, se acabaron los contratos. Por supuesto que yo hubiese esperado que la compañía me dijera: “Mira, Carlos, tú has sido exitoso. Gracias por estos años de trabajo. Queremos que hagas más discos”. Pero no fue así.

-¿Qué creés que pasó?
-Cambió la industria. Cambiaron muchas cosas; todavía estamos en proceso de cambio. Antes, se gastaba mucho dinero en la producción, en estudios y en videos costosísimos. Esa economía se vino abajo por muchas razones, y a mí me tomó un tiempo entender qué había pasado, darme cuenta de que tenía una banda de diez músicos y que había que competir con una banda que viene con una maquinita y te dice “te hago un show con esta maquinita”. Yo seguí trabajando; fueron ocho años en los que seguí cantando, produciendo, escribiendo, pero dentro de la industria no estaba.

-¿Creés que tu mayor mérito como artista fue haberle dado una mayor proyección internacional al vallenato?
-Desde temprano entendí que yo no podía hacer folklore; que yo era parte de la industria; que trabajaba en la televisión. Mis primeros discos eran de baladas porque yo era galán de telenovelas. Cuando empecé a cantar vallenatos, no pretendía ser Alejo Durán o Leandro Díaz, ni ninguno de los juglares de la música vallenata. Al empezar con la música raizal vallenata, ya había trabajado con grupos rockeros bogotanos inspirados en el rock argentino; entonces, pensaba en cómo aportarle a la industria un sonido rock o un sonido pop nuevo nacido de la música tradicional, es decir, en cómo hacer de la música tradicional algo popular. Eso significó entender que la cumbia nos daba patrones nuevos, que de nuestro folklore podíamos hacer nuestro rock and roll.

-¿Cómo se mantiene esa impronta a lo largo del tiempo sin dejar de pertenecer al mainstream ?
-Hemos sido un poco descarados, porque llegamos a la industria porque la industria nos pidió, pero nunca fuimos conscientes de muchas cosas que la industria necesitaba. Por lo general, en la industria no se experimenta y nosotros hemos sido experimentales todo el tiempo.

-Sos un artista conocido como solista, pero hablás de tus proyectos y de tu música en plural. ¿Por qué?
-No sé. Creo que porque vengo del teatro, y allí todos hacíamos todo. Además, para mi proyecto musical, llamé a mis rockeros favoritos y a mis viejos provincianos favoritos, y empecé a unir mundos que no se unían para hacer música. Por eso, cuando hablo de la música siempre hablo de “nosotros”.

-Ese paso por la televisión y por la publicidad ¿te fue útil a la hora de meterte en la música?
-Claro, porque al final vendemos filosofías o estilos de vida. Me sirvió porque dejé lo convencional que había y empecé a meterme con música muy sencilla y muy humilde. Encontrar la estética de lo humilde ha sido todo un trabajo y me sirvió mucho la experiencia de haber trabajado en la televisión y en la publicidad. Tengo un disco que se llama La tierra del olvido porque fue un momento en mi vida en el que sentía que estaba huyendo de todo lo que yo había sido. Ya ni siquiera cantaba de la manera que hablaba; pero un día empecé a mirar para atrás y a buscar lo que había olvidado, incluso la manera de hablar. Fue volver a las raíces.

-Hay quienes dicen que “el amor nunca es demasiado”. ¿Eso es regla para vos a la hora de escribir tus canciones?
-Sí. No me imagino haciendo canciones para dejar otra sensación diferente. Incluso, a veces pienso que hablar de amor es la mejor manera de protestar, especialmente, al hablar de la mujer, porque la mujer es maestra.

-Hay dos imaginarios que se han construido en torno a Colombia: Por un lado, el de un país atravesado por grandes flagelos; por otro, el de un pueblo sumamente alegre. ¿Te considerás una suerte de abanderado de esa otra Colombia?
-Era importante hablar de esa otra Colombia y trabajar como artista te lo permite. Te deja competir un poquito, aunque sea difícil, con la política, con las noticias. Muchas de esas cosas son parte de la realidad de Colombia, pero no deben ser estigmas para la gente.

-¿Vas a grabar un tema de Charly García?
-Sí. Estamos en la lucha de escoger uno. Somos argentimaníacos de verdad y con Charly hay algo especial.

-¿Cómo lo conociste?
-Fue en 1988 y yo trabajaba como actor. Había grabado discos de baladas en Puerto Rico y volví a Colombia para grabar una novela que se llamó Loca p asión . Era una historia de amor, pero enmarcada en el ambiente de las bandas de rock nacionales que habían sido inspiradas por el rock argentino. Cuando vino Charly García a tocar en Colombia, la compañía nos mandó al hotel donde estaba Charly y nos instalamos ahí. Cuando nos cruzamos con su asistente personal, Lucía, todos los actores nos acercamos y le dijimos que éramos fanáticos de Charly, que nos sabíamos todas sus canciones y que estábamos haciendo una novela sobre la vida de las bandas de rock and roll locales. “Nos gustaría pedirle si él puede aparecer en una escena conmigo, que soy el protagonista”, le dije. Y Charly aceptó, así fue como nos conocimos; trabajó con nosotros y nos invitó a sus conciertos. Luego, hubo una época en Miami en la que también nos vimos. Pero fue en diciembre [2012], cuando fuimos invitados a cantar en la Casa Rosada, que le pedí el favor a su gente de poderlo saludar, para ver si se acordaba de mí. Y sí, se acordaba y, antes de terminar la conversación conmigo, me dijo: “Carlitos, haceme un favor: hacé una canción mía a tu estilo”. Te juro que me morí, pero no porque él me pidiera que haga una canción sino porque él supiera que yo tengo un estilo.
LA NACION