Ataque cerebral: una patología que se expande entre los jóvenes

Ataque cerebral: una patología que se expande entre los jóvenes

Por Nora Bär
Como no podía ser de otro modo, las imágenes de la soprano Florencia Fabris terminando el viernes de cantar el Réquiem de Verdi mientras sufría un accidente cerebrovascular (ACV) frente al público, en el auditorio Juan Victoria, de San Juan, causaron conmoción. No sólo por la desaparición de una madre de apenas 38 años y de una artista en su plenitud, sino también porque suele suponerse que el ataque cerebral golpea después de los 50.
Pero aunque aparece con mayor frecuencia en la adultez, no hay edad excluyente para el ACV o stroke. Dado que sus causas son variadas, hasta puede darse intraútero o en el período perinatal, explica el doctor Luciano Sposato, ex director del Registro Nacional de Ataque Cerebrovascular, que hoy trabaja en el London Health Sciences Centre, de la Universidad de Western Ontario, en Canadá. Es más: estudios internacionales muestran que los ACV están creciendo entre los jóvenes, especialmente en los países menos desarrollados.
La rotura de un aneurisma (dilatación de una arteria), que sería la causa del ataque sufrido por Fabris, es sólo el 3% de los padecidos por mayores de 50, pero puede llegar a explicar hasta el 20% de los que han tenido menores de 45.
“En general, las causas de ACV son distintas ya sea que se trate de personas jóvenes o adultas -dice Sposato-. En los mayores, se necesita la acumulación de varios años de daños por factores de riesgo no tratados para que se produzca cualquiera de las dos versiones del ataque cerebral: hemorrágico [por ruptura de una arteria o un vaso sanguíneo] o isquémico [por oclusión del flujo sanguíneo que impide la llegada de oxígeno a las neuronas]. En cambio, en los jóvenes no es tan frecuente la oclusión de una arteria. Entonces, ganan preponderancia otros tipos de ACV, como las «disecciones arteriales», que generan un coágulo que viaja hasta una arteria de menor calibre.”
El aneurisma puede ser congénito o aparecer durante la edad adulta. “El problema es que la gran mayoría son asintomáticos -detalla Sposato-. Muchas personas mueren sin saber que lo tenían. Otros se enteran cuando se rompe.”
En ese caso, el cuadro es catastrófico. “Se produce un dolor explosivo -describe el especialista-. Es como si súbitamente estallara una bomba adentro del cráneo, y no mejora con analgésicos. Enseguida se asocia con un deterioro del nivel de conciencia, náuseas, vómitos.”
“El paciente lo registra como un trueno en la cabeza; a veces es tan fuerte que puede provocar un desmayo -coincide la doctora Cristina Zurrú, jefa de la Sección Cerebrovascular del Hospital Italiano-. Es un evento grave y el de mayor morbimortalidad entre los ACV. Hay pacientes que ni siquiera llegan al hospital.” La mortalidad prehospitalaria es del 40%.
Con suerte, se produce un sangrado de advertencia (también llamado “centinela”), que es suficiente para producir mucho dolor y motivar una consulta inmediata. Pero cuando ya se rompe el aneurisma, la hospitalización es prolongada y pueden quedar secuelas graves.
“Y el problema no es sólo el momento del sangrado -agrega Zurrú-: el tratamiento de aneurisma tiene varias complicaciones. A veces se produce un «resangrado» [otra hemorragia], que está asociado con mal pronóstico. Las sustancias químicas que tiene la sangre también pueden producir una contracción de los vasos sanguíneos [un espasmo] y conducir a otro ACV, esta vez, isquémico.”
Aunque se sabe que fumar y tener poliquistosis renal aumentan el riesgo de aneurisma cerebral, este tipo de ataques cerebrales no son fácilmente prevenibles.
“Al revés de lo que ocurre con los infartos cerebrales [ACV isquémicos], que tienen factores de riesgo muy claros, hay muy pocos pacientes que tienen indicación de rastreo de aneurismas -dice Zurrú-, sólo aquellos que tienen por lo menos dos familiares de primer grado con antecedentes. En general, se pueden detectar con angiorresonancia de muy buena resolución o angiotomografía. Y a veces ni siquiera requieren tratamiento. Depende de la edad, el tamaño, la localización y el riesgo del procedimiento que se va a emplear.” Una vez producido el evento, hay dos tratamientos disponibles: la colocación de un “clip”, o el relleno de la malformación por vía endovascular [embolización].
La disección arterial [desprendimiento de la capa interna de la arteria], otra de las causas que pueden originar un ACV hemorrágico, puede producirse por un movimiento brusco del cuello, como los que ocurren en un accidente automovilístico. “Como anécdota, en la literatura médica está descripto el «síndrome del salón de peluquería», que en casos muy puntuales se produce cuando las mujeres inclinan demasiado la cabeza hacia atrás para que se la laven -cuenta Sposato-. Los movimientos quiroprácticos de la cabeza también están contraindicados.”
Hasta la menopausia, la mujer está naturalmente protegida contra el ACV isquémico por las hormonas. Pero entre aquellas que sufren migrañas, fuman y toman anticonceptivos orales el riesgo de ACV aumenta 17 veces. Los últimos cálculos disponibles indican que en la Argentina se producen 130.000 ACV anuales, pero estas cifras están actualmente en revisión.
Informaciones periodísticas afirman que la muerte de Florencia Fabris se produjo por una “hemorragia por reperfusión” (un nuevo sangrado en otra área del cerebro), que se presenta en un bajo número de pacientes. “Es una de las complicaciones que pueden ocurrir dentro de los primeros 14 días. Es muy triste, pero puede pasar”, concluye Sposato.
LA NACION