“Todo negocio surge de una crisis o un dolor que obliga a reinventarse”

“Todo negocio surge de una crisis o un dolor que obliga a reinventarse”

Por Laura Mafud
Best-seller indiscutida (en la Argentina, lleva más de 100.000 ejemplares vendidos de su libro ¡Viva la diferencia!), la psicóloga chilena Pilar Sordo, quien se presentará en el ND Ateneo en septiembre, conversó con Pyme y analizó cómo el hecho de entender cuáles son las diferencias entre el hombre y la mujer puede contribuir a mejorar el liderazgo dentro de las pequeñas y medianas empresas. No es novedad que la mujer, en los últimos años, escaló posiciones dentro de las firmas. No obstante, el gap con el universo masculino sigue siendo grande. ¿A qué se debe? La igualdad de oportunidades no está 100% terminada aún. Hay que seguir trabajando por espacios de equidad. Todavía hay resabios de ‘dominio masculino’. También, existe un autoboicot, un techo de vidrio que las mujeres colocamos. Es como una sensación en el inconsciente femenino de que, si se progresa en lo laboral, los costos que paga en el ámbito familiar son muy altos. No así en el hombre. Cuando doy entrevistas, me preguntan cómo hice para equilibrar la educación de mis hijos con mi trabajo. Yo respondo que esa pregunta no se la hacen a un gerente hombre. Hay algo de sentir que la responsabilidad de los vínculos cae en la mujer. Esta mirada tiene que empezar a cambiar desde el mundo de lo femenino, de la valoración y de sentir que somos capaces de compatibilizar lo laboral y lo familiar desde el goce y no desde la queja, sin decirnos heroínas porque trabajamos, educamos y somos buenas amantes. Mientras no lo hagamos desde el placer, nos va a costar no boicotearnos. ¿Cuáles son las ventajas competitivas de hombres y mujeres, a la hora de encarar un proyecto empresarial? Somos muy buenas para trabajar en equipo, cuidamos los detalles en una técnica de negociación o de venta. Los hombres son maravillosos para llegar rápido al objetivo. El complemento de géneros hace que una empresa avance, pero bien. Cuando hay solo elementos masculinos, avanza descuidadamente. Si se incorporan los femeninos, hay un cuidado hacia los recursos humanos, la familia, la reflexión hacia qué avanzamos. En las pymes, el emprendimiento femenino siempre va a pensar en lo social. Cualquier firma impulsada por una mujer, que generalmente comienza desde algo doloroso, va a ofrecer un beneficio para la sociedad. En el hombre, no necesariamente es así. A él le importa recuperar y ganar dinero. Es importante encontrar el equilibrio. La mujer tiene mejor memoria emocional. ¿En qué habilidades se traduce al hacer un negocio? Es uno de los aspectos de la retención. Hace que recordemos más cosas desde el mundo emocional. Y tendamos a quedarnos pegadas, también. En eso, los hombres nos ayudan a avanzar, a despegar. Por otro lado, les reportamos más información que ellos dejan pasar y que puede ser importante. Al reconocer las diferencias, se puede estar aprendiendo del otro. Ha dicho que, en América latina, las mujeres pronunciamos unas 15.000 palabras al día y los hombres, 10.000. ¿Cómo incide esto en los negocios? En la medida en que la mujer tiene una mejor capacidad de comunicación, va evaluando y comunicando los procesos dentro del área en la que le toca desempeñarse, más que los hombres que tienden a trabajar más internamente y más concentrados en un solo objetivo. ¿Qué observaciones hace sobre el liderazgo femenino? Cada vez es más femenino. Durante cierto rato, las mujeres, para entrar a posiciones de liderazgo, tenían, necesariamente, que masculinizarse para poder probar que eran capaces, inteligentes o hábiles. Eso se notaba hasta en el uso en exceso de pantalones. Pero, paulatinamente, la mujer fue encontrando un espacio sin traicionar su identidad femenina. Se ha ido entendiendo, desde el mundo empresarial, que en lo femenino es donde, justamente, está el aporte para poder crecer. ¿Las situaciones límite potencian el emprendedorismo? ¿Cómo ve a sus compatriotas congéneres, en este aspecto? A las mujeres chilenas las veo muy aguerridas, fuertes, saliendo de situaciones muy dolorosas para emprender. Nadie emprende desde un estado de comodidad. El emprendimiento siempre surge de una crisis o de un dolor que te obliga a reinventarte. Y, al hacerlo, aparece el mini arcoíris. Los terremotos, la naturaleza en nuestro país, nos obliga a pararnos tantas veces que fuimos desarrollando la capacidad de resiliencia, muy fuerte en la mujer emprendedora. Estudios recientes sobre mujeres emprendedoras dan cuenta de que, aún, los hombres son mayoría a la hora de iniciar un proyecto. ¿Ellos se animan más? Pesa quién haya hecho la evaluación. Hay emprendimientos que son silenciosos. Una señora que hace empanadas en una villa es emprendedora y, probablemente, no esté contada dentro de alguna medición. La evaluación del emprendimiento, de algún modo, hecha con un ojo masculino, tiene que ver con objetivos de rentabilidad, quizá. Tengo una fundación que ayuda a pacientes oncológicos. No tengo rentabilidad para mí pero sí para los enfermos. Mis conferencias se transformaron en un emprendimiento y no van a estar consideradas en lo que un hombre va a evaluar económicamente como tal. EL CRONISTA