Yo Sandro, una megaexposición que promete “un mundo de sensaciones”

Yo Sandro, una megaexposición que promete “un mundo de sensaciones”

Por Ivana Romero
Dueño de tu amor quiero ser”, advierte Sandro desde una pared con la frase escrita en románticas cursivas. Y hay que creerle. Porque ya desde la entrada –sembrada con pétalos de rosas rojas–, él anuncia que sigue siendo pura seducción incandescente. Todo está allí, en Yo, Sandro. Un mundo de sensaciones. Se trata de una megaexposición en el Centro Cultural Borges, que se acaba de abrir para mostrar el legado del artista a 50 años del lanzamiento de su primer álbum ¿A esto le llamas amor?, un simple grabado en septiembre de 1963. La muestra propone un recorrido por la vida del autor de “Tengo” (considerada una de las mejores canciones en la historia del rock argentino según MTV) desde su infancia y los míticos días de Sandro y los del Fuego, hasta la presentación de Amor gitano, editado en 2004, pasando por momentos fundamentales como el recital en el Madison Square Garden en 1970. Yo Sandro incluye fotografías inéditas, filmaciones personales, instrumentos musicales, vestuario original. También, letras manuscritas, premios e inclusive, cartas de fans.
“Queremos recordar todos sus momentos vividos, de éxitos y aplausos”, indicó Olga Garaventa, la viuda del músico, durante la inauguración para la prensa, que se realizó el lunes por la noche. Contó que hace un año abrió las puertas de su casa, la misma que compartía con El Gitano. Así el curador Alejandro Salade (director de la Fundación Miguel de Molina, sobrino nieto del español y organizador de aquella mítica muestra sobre su tío que entre 2009 y 2011 recorrió el mundo) fue eligiendo objetos representantivos de Sandro en distintas épocas. “Esta es la primera gran exposición sobre este ídolo popular. Así tenemos la posibilidad de saltar aquel muro de su casa de Banfield, acceder a su vida íntima y a su legado artístico”, indicó. Además enfatizó que se trata de “una muestra emotiva” donde cada pieza “libera una energía particular” (por ejemplo, el anillo de oro que utilizó desde los 18 hasta el resto de su vida o el Mercedes Benz en el que se paseó durante la filmación de Rosa, Rosa en 1974). “Pretendemos entrar en su vida privada apoyados en una gran admiración y respeto y presentar a Sandro pero también a Roberto Sánchez”, agregó.
Nació en agosto de 1945 y se crió en Valentín Alsina, hijo único de Vicente Sánchez e Irma Nydia Ocampo. De esa época hay unas 20 fotos. Entre ellas, una donde aparece con un turbante cubierto de abalorios. Y al costado una frase donde Sandro recuerda que su madre le leía cuentos de Las mil y una noches a los cuatro años. “Además íbamos los miércoles a ver tres películas de amor. Allí empecé a decir ‘voy a ser artista de cine en colores’, mamá”. También hay un afiche con uno de los primeros conciertos de Sandro y los del Fuego a comienzos de los sesenta. Por entonces, el muchacho de jopo y labios siempre húmedos ya imitaba abiertamente a su ídolo Elvis Presley mientras también escuchaba a Little Richard, Bill Haley o Paul Anka, de quien versionó “¿A esto le llamás amor?” Sandro siempre reivindicó su raíz rockera si bien con el paso del tiempo se inclinó por esos melódicos almibarados como “Quiero llenarme de ti” o “Cuando yo te amo”. “Yo fui parte parte de La Cueva. Ese lugar era un desafío para toda la sociedad. Ahí recalaba toda la gente a la que le gustaba el rock de alma. Por ahí pasaron todos los legendarios. No tenía idea de que eso iba a ser la catedral del rock nacional”, dijo alguna vez. Algo que Pipo Lernoud reivindicó en un artículo de la revista La Mano cuando recordó que “Sandro y los de Fuego hacían temblar las radios con ‘Música de Rock and Roll’, la versión castellana de un tema del maestro negro Chuck Berry que los Beatles habían grabado a fuego en la conciencia de la juventud blanca”. Del mismo modo, Sandro fue un ídolo de multitudes pero nunca abandonó del todo su impronta de chico que conoce todos los rincones del barrio.
Durante la inauguración, por la muestra paseaba su vecino de la adolescencia Alfredo Guillermo Alessio, más conocido como “Bebe”. “Éramos boy scouts católicos y estábamos en la banda de los boys scouts. Un día, la madre de Roberto nos dice ‘¿por qué no organizan un festival, un show para presentar en la escuela el día de la primavera?’ Y se nos ocurrió hacer un grupo y ponerlo a Roberto como Elvis Presley. A él le encantaba, la verdad. Ensayábamos en mi casa porque yo tenía el disco y él hacía mímica. Qué se yo, él tendría unos 13 años… El asunto es que el disco se rompió un ratito antes de la presentación. ‘Y bueno, vas a tener que cantar’, le dije. Y Roberto salió con su versión de ‘Zapatos de gamuza azul’. Yo siempre dije que este pibe algún día iba a triunfar”.
A lo largo de su vida, Sandro vendió 22 millones de discos en todo el mundo y obtuvo cinco discos de oro y varios de platino. Además filmó más de diez películas. En la muestra están las portadas, los premios y algunos afiches de los films. También, imágenes de esa noche mágica en el Madison Square Garden donde se consagró como Sandro de América. E inclusive el ajustadísimo traje blanco con flecos en los brazos que usó esa noche, convertido en un Ícaro sensual e invencible volando hacia el éxito. Claro que la fama nunca se le subió a la cabeza. “Hay un proverbio árabe que dice que quien llega primero se gana el desierto. Un ídolo es eso, alguien que llega al primer puesto pero también accede a la soledad”, dijo. Y también fue capaz de reírse de sí mismo varias veces. De hecho, nunca renunció a presentarse en público con sus batas de satén rojo (se exhiben tres, una con llamas bordadas en hilo amarillo) ni aún sabiendo que aquella bomba sexual con ojos gitanos había sido reemplazada por un señor sensual a pesar de sí mismo. Así lo demostró en 1998 con “Gracias… 35 años de amores y pasiones”, el espectáculo con el que volvió a los escenarios tras dos años sin cantar. Por entonces, ya sabía que padecía una dolencia pulmonar grave que se iría acrecentando hasta sus días finales, en 2010.
Algunas curiosidades de la muestra son las filmaciones caseras en súper 8 que él mismo registró de vacaciones en la playa o en escenas con amigos. También, algunas naturalezas muertas pintadas en cartón. O su colección de rosarios, con cuentas de todos los materiales y colores. O sus manuscritos, donde escribe letras de canciones o decide la lista de temas de los recitales.
Un lugar especial tienen las cartas de sus fans. Como la de una chica que en una hoja rayada escribe en tinta azul, de corrido, casi sin puntos ni comas: “Querido Sandro: al recibo de tu foto me quedé muy agradecida y contenta me gustó muchísimo si no te es molestia quisiera que me mandaras otra foto como esa porque además me gusta cómo estás. Sandro, no quisiera que te ofendieras porque no te escribí antes yo voy al colegio y me dan mucho para estudiar. Quisiera que me dedicaras un verso con mi nombre ‘Stella’. Yo compro todas las semanas la TV Guía y canto los versos que vienen.” Para ellas, para sus fans, él siempre dio todo. Así lo apunta su biógrafa, Graciela Guiñazú, (cuyo último libro es Sandro íntimo, en coautoría con Olga Garaventa): “Al crear a Sandro y recrearse a él, lo que hizo fue mostrar un seductor, un caballero, un hombre con códigos, ese hombre que toda mujer sueña tener en su casa más allá de que te cases o no con él. Por supuesto era un enorme artista. Pero además tenía un enorme encanto. Con las mujeres lo desarrollaba absolutamente. Pero también con los hombres. Mirá todo este hall repleto de sus club de fans, lo que te habla de que él trascendió mucho más que otros.”
Stella Maris Muruaga, que durante años lo esperó tras los recitales en el garage del Gran Rex, explicó que ella estaba contenta pero también emocionada en la inauguración de la muestra: “Lo conozco desde los cinco años, que una tía me llevaba a escucharlo. Hoy tengo una mezcla de alegría y tristeza porque esto es muy lindo para recordarlo pero me vuelve a enfrentar a la realidad de que Roberto ya no está. Como dijo un amigo, es como venir a una fiesta donde no está el homenajeado. Y duele, todavía duele.”
TIEMPO ARGENTINO