Oriente en una taza

Oriente en una taza

Por Liz Valotta
El té es una bebida que -salvando las grandes diferencias que los separan- provoca en las personas algo muy similar al vino. Al igual que los enófilos con una copa de tinto o blanco, los amantes del té frente a una taza son conscientes de que emprenderán un viaje a través de los sentidos disfrutando del color, los aromas, el sabor y la textura de un producto que cosecha cada vez más aficionados.
Sin embargo, antes de llegar a las tazas y crear su propio culto, el té debió recorrer un largo camino. Todas las leyendas apuntan a que esta infusión nació en Asia, pero la más popular es la que asegura que es el brebaje de los dioses: unos sorbos permiten acceder a la inmortalidad. Según cuenta la historia, en el año 2737 a. C. el emperador ChenNung, el hombre que descubrió los manejos de la agricultura para el pueblo oriental, aconsejaba hervir el agua antes de beberla. Una tarde, mientras calentaba agua, cayó dentro del recipiente una hoja de un árbol secada por el sol. En lugar de tirar el líquido, ChenNung lo bebió y, desde entonces, los pobladores de China agregan al agua hervida aquellas hojas y consumen té a toda hora.
Por su parte, los japoneses, quienes le disputan a China los orígenes de esta bebida, atribuyen su invención a un príncipe que, alrededor del año 500 d. C. recuperó, gracias a ella, el camino del bien. La leyenda que circula por la India es muy parecida: el monje Bodhidharma, luego de estar siete años sin dormir contemplando a Buda, comenzó a sentir somnolencia. Entonces, recogió unas hojas del árbol bajo el cual estaba sentado y al masticarlas, se sintió revitalizado. Desde aquel momento, el budismo también ha hecho del té su bebida oficial.
En Occidente la historia es muy distinta ya que este lado del mundo empezó a disfrutar del té hace “solo” 1200 años, pero igualmente lo transformó en la segunda bebida más consumida del mundo después del agua.

Un té para cada estilo
Dicen que en la variedad está el gusto y, afortunadamente, este refrán también se adapta al caso del té, del que existen muchos tipos y mezclas.
Para aquellos que siempre están atentos al cuidado de la salud, la mejor opción es el ocha (más conocido como verde o sin fermentar). Después de tres a cinco años de haber podado la planta por primera vez, se utilizan el brote y las hojas que están a su alrededor; se secan al aire y se someten a un proceso de vaporización para detener la fermentación. Luego se aplastan, se cocinan y, si las hojas no fermentan, el té será verde, suave y ligeramente amargo.
La detención del proceso de fermentación no es un detalle menor: en esa fase del proceso de elaboración deben buscarse muchos de los secretos del té verde ya que esas hojas conservan intactos los componentes vitamínicos, antioxidantes y medicinales existentes en las hojas, que son los responsables de retardar el envejecimiento. Además, si continúa el proceso de fermentación, el té será negro; es decir, té verde marchito, enrulado, fermentado y, luego, secado. Por su parte, el té oolong (o rojo) se fermenta parcialmente en un punto intermedio entre el negro y el verde.
Otro de los que han ganado popularidad en los últimos años es el té blanco, al que se conoce como elixir de la juventud. Se trata de un té que brota en las montañas chinas de Fujian, a 6000 metros de altitud. Solo se recolecta uno o dos días al año en primavera y en unas condiciones un tanto particulares: se escoge el primer brote de las ramas más tiernas, a una temperatura y condiciones de luz especiales. Esos brotes están cubiertos de un vello blanco, del ahí proviene su nombre.
Por último, el té rojo pu-erh (reconocido por su propiedad adelgazante) se elabora de manera especial y son muy pocos los que conocen sus secretos. Los especialistas dicen que en realidad es un té verde que obtiene su carácter único por un proceso de maduración posterior, durante un período de almacenamiento de muchos años bajo condiciones controladas. Se aplica un breve secado al aire libre al té verde y después los brotes tiernos del arbusto pasan extendidos a un secado prolongado en una habitación cerrada. Es un tipo de té “semifermentado”, aromático; en Oriente es muy utilizado como medicamento.
EL CRONISTA