El sexo casual, foco de estrés entre los jóvenes

El sexo casual, foco de estrés entre los jóvenes

Por Tesy De Biase
Casual, impensado, imprevisto, sin compromiso emocional ni expectativas de futuro. y otros nombres menos académicos dan cuenta de un estilo de sexualidad que está instalado en un sector creciente de jóvenes. Aquí y en el mundo. Recientes investigaciones lo dimensionan, y analizan sus causas y consecuencias. Investigadores de diez universidades estadounidenses, por ejemplo, publicaron un estudio que, además de analizar la conducta sexual de casi 4000 universitarios, recorre las investigaciones previas que linkean el sexo casual con la salud mental, especialmente en estudiantes universitarios. Algunos hallazgos: el psicólogo Jesse Owen calificó el sexo casual por la falta de expectativas de futuro depositadas en la relación. Así, descubrió que sus consecuencias emocionales discriminan por género: sólo los hombres reportaron bienestar postsexo casual. De hecho, en distintos tiempos y espacios, mujeres y hombres han puesto en evidencia miradas distintas sobre la vida sexual en general y sobre su eventual participación en encuentros sexuales esporádicos y desafectivizados.
En general, los hombres están más dispuestos a declararlo. El imaginario colectivo no es ajeno a cierta condena que desde siglos atrás pesa sobre las libertades sexuales femeninas. Y esta historia no se modernizó: para relaciones serias, la promiscuidad no es buen antecedente, como aclara el estudio universitario estadounidense.
En la misma línea, Robyn Fielder y Michael Carey encontraron, en su estudio de 2010 publicado en Archives of sexual behavior, que la actividad sexual casual provoca estrés en las mujeres. Y la canadiense Maryanne Fisher y sus colaboradores describieron sentimientos de culpa, arrepentimiento y displacer en las mujeres, luego de un encuentro sexual con un desconocido. Por último, un estudio realizado en el año 2000 por la profesora de psicología Elizabeth Paul y colegas encontró que el contacto sexual con extraños era más habitual en quienes tenían baja autoestima.
Tras revisar la literatura científica y analizar las respuestas de sus 4000 encuestados, los investigadores de las universidades de California, Miami, Michigan, Monterrey Bay, Texas, Connecticut, Massachusetts Amberst, South Dakota y el departamento de Psicología del Smith College concluyeron que los estudiantes universitarios que habían participado en encuentros sexuales casuales presentaron niveles más bajos de autoestima, de satisfacción y de felicidad que aquellos estudiantes que no habían tenido relaciones ocasionales. El sexo casual también fue asociado con angustia, ansiedad y depresión.
En un estudio publicado este año en la Revista médica de Chile, Ana María Fernández y sus colaboradores de la Universidad de Santiago encontraron que las mujeres se declararon más proclives que los hombres a salir con una sola persona. Los varones reportaron en mayor medida salidas con varias personas o no tener compromiso. “Las mujeres manifestaron menores intenciones de intimar sexualmente con alguien que conocían desde hacía seis meses o menos, siendo los hombres quienes declararon en mayor medida estar buscando un encuentro sexual casual, pese a que en ambos sexos la búsqueda de una pareja estable fue similar”, explican.
En la Argentina, una encuesta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM) realizada entre alumnos de escuelas secundarias de la ciudad de Buenos Aires entre 2005 y 2011 evidenció que el 11% de los varones y el 8% de las mujeres se iniciaron con parejas eventuales.

PLACER, ANGUSTIA Y VACÍO
Entre los disparadores del sexo casual y desprotegido tiene protagonismo la falta de conciencia. La doctora Mabel Bianco, directora de FEIM, analiza: “Hay un difundido consumo social de alcohol y drogas que se combinan en las «previas»; los jóvenes consumen en exceso y en ese estado es previsible que se descontrolen. Al otro día ni se acuerdan de lo que pasó, se enteran por el relato de los otros y se sienten mal”.
Aunque los relatos se inscriben en un terreno humorístico, los sentimientos personales no causan gracia. A pedido de LA NACION , un grupo de jóvenes de 18 a 20 años se reunió para dar cuenta de sus historias a condición de publicarlas anónimamente. Como síntesis, un par de frases: “A veces actuás por estar borracho y para pasar un buen rato, pero al otro día te viene el arrepentimiento, por no haberte cuidado, por no conocer a la otra persona o porque la conocías y no era la mejor para tener relaciones”; “Terminás frivolizando un acto del que en realidad esperás puro amor. Y te querés matar”.

LOS RIESGOS
La asociación entre sexo eventual y enfermedades de transmisión sexual, con el VIH en primer lugar, ya tiene décadas de estudio.
Las conductas de riesgo y la falta de conciencia fueron confirmadas en un estudio sobre estudiantes universitarios argentinos publicada en 2011 en el International Journal of Psychology and Psychological Therapy. El consumo de alcohol y de marihuana y las prácticas sexuales de riesgo fueron un denominador común de los jóvenes estudiados, potenciado por la falta de conciencia del propio riesgo.
“En general, no hay conciencia de que el sexo oral implica riesgos y lo practican desprejuiciadamente”, enfatiza la doctora Bianco, y pregunta: “¿Quién no tiene una pequeña lastimadura en la boca, que puede funcionar como puerta de entrada al virus?”. Tampoco es un dato menor que el grupo de mujeres de 15 a 25 años sea el único que supera a los hombres en nuevas infecciones de VIH, según las estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación.
Además, “en las relaciones casuales, que están ligadas en muchos casos a la situación que no se planifica, es más difícil que se cuiden, dado que el cuidado requiere la previsión de tener a mano el preservativo o al menos estar protegidas las mujeres con la medicación anticonceptiva”, comenta la doctora Ana Lía Kornblit, investigadora principal del Conicet. Y especifica uno de los riesgos: “Estudios realizados recientemente por nuestro equipo de trabajo en el Instituto Gino Germani muestran que para los jóvenes está más presente el riesgo del embarazo que el de la transmisión de infecciones sexuales. Así, la píldora del día después obra como un resguardo: no me cuido, pero al menos está la píldora para cubrirme del descuido”.
En este rompecabezas global tan complejo, cruzado por deseos, pulsiones, educación sexual o su ausencia, las alternativas capaces de empujar a los jóvenes hacia salidas menos riesgosas y más placenteras son múltiples.
Un documento de la Organización Panamericana de la Salud rescata el camino hacia la “madurez sexual”: fortalecimiento de la autoestima, autocuidado con control de los impulsos, diálogo -con la pareja, entre padres e hijos- y protección adecuada. “Los jóvenes necesitan tiempo de diálogo sobre el amor, el pudor, la ternura; conocer la forma de expresar los afectos de hombres y mujeres; aclarar sus temores, ansiedades, culpas, y adquirir habilidades para el autocuidado.”
Y el ejercicio de una sexualidad plena entendida como un derecho, que exige responsabilidades…
LA NACION