¿Por qué los crímenes fascinan a la audiencia?

¿Por qué los crímenes fascinan a la audiencia?

Por Ludmila Moscato
En la semana que pasó, todos nos convertimos en investigadores. “Fue el padrastro”, “fue el portero”, “las llaves de la chica estaban adentro”, el cambio de zapatillas, el morral y hasta los modos de descartar un cadáver fueron materia de discusiones enfervorizadas en reuniones, colectivos, trabajos y universidades. El caso de Ángeles Rawson, la adolescente que fue asesinada y encontrada en el predio de la Ceamse en José León Suárez, despertó una voracidad a la hora de brindar y consumir información pocas veces vista. Sin embargo, no es la primera vez que un asesinato mantiene en vilo a la audiencia: por nombrar sólo algunos, el caso de Nora Dalmasso, María Marta García Belsunce, y más cerca, el asesinato de la joven Solange Grabenheimer, lo demuestran. El género policial está en auge. Portales, festivales sobre novelas policiales de ficción y no ficción, y libros de investigación periodística dan cuenta de la necesidad de escribir y saber más sobre estas cuestiones.
¿Qué es lo que hace que consumamos de esta manera información vinculada a un crimen? ¿Qué nos lleva a querer saber más, para saciar una curiosidad que roza lo morboso? Lo que en algún momento podía ser encasillado en el amarillismo, hoy adquiere otros matices y también nuevas modalidades: el policial es un género en ascenso, que se desarrolla por distintas vías. Sebastián Hacher, jefe de redacción de la agencia Infojus y editor jefe del portal Cosecha Roja, considera que además de que se jueguen en la audiencia aspectos morbosos, el género policial “es el único lugar del periodismo donde perduran las emociones humanas, todos los fluidos: hay muerte, sexo, traición, lágrimas, amor, pasión. Es lo más parecido a la literatura que tenemos. La gente lo ve como una historia donde puede haber drama de verdad”. Dentro de los campos del periodismo, el policial sería el que más se acerca a lo humano y sus pasiones.
En el mismo sentido, Javier Sinay, creador del sitio El Identikit, y autor del libro Sangre j oven, considera que los casos policiales condensan el dramatismo de la gente que vive al límite, pero que, además, están vinculados a la sociedad y a la cultura en la que tienen lugar: “En los casos policiales vemos buena parte de la subjetividad humana y vemos también un retrato social. Los personajes que protagonizan las noticias policiales siempre se juegan algo. Yo creo que los crímenes son fotografías de los diferentes momentos del país, hablan de la sociedad y de la cultura, tienen un sentido. Son como cajitas de sentido que hablan de la cultura en la que están inmersos. Crimen es cultura”.
Es decir que los casos que seguimos con tanta ansiedad estarían, por un lado, hablando de gente extraordinaria, pero además significan.
Hay varios factores que operan para que este tipo de noticias susciten tanto interés. Uno de ellos es el enigma. Según Sinay, en el caso de Ángeles Rawson -al que considera “el más resonante de la última década”- una vez despejado el móvil del ataque sexual (con el riesgo y el pánico social que genera el hecho de que haya un violador suelto en Colegiales), la audiencia se relajó y se permitió sacar conjeturas, opinar, tejer hipótesis. “Una vez que el público ya estaba adentro, agarrado de esa manera, el caso cambia, también el posible autor se centra en el interior del edificio y un caso de inseguridad y espanto se transforma en un caso de enigma, y creo que ahí el público empieza a consumirlo de otra manera, más distendido, más como un espectador pasivo, al que la única participación que se le pide es la de detective, no ya la de una posible víctima o un tipo que se tiene que cuidar de noche en la calle de su barrio.”
Sin embargo, las ansias por saber más y más sobre este tipo de casos, tan escabrosos, también pueden estar vinculadas a la prevención, el querer saber detalles para intentar, de algún modo, evitar un final trágico, ya no de inseguridad en la vía pública, pero sí encontrar patrones de conducta en este tipo de asesinos, dado que pueden encontrarse en el entorno de cualquiera. Así lo piensa Ernesto Mallo, escritor y director del Festival Internacional de Novela Negra “Buenos Aires Negra” (BAN!), próximo a realizarse: “Como vivimos en sociedades criminalizadas y en las cuales el crimen está en aumento, la gente tiene que saber cómo funciona para poder protegerse. El criminal opera sorpresivamente, rara vez anuncia lo que va a hacer, pero siempre hay señales, y creo que lo que hacen la ficción policial y los libros de no ficción es evidenciar esas señales, y acá viene la curiosidad de la gente: quiero saber de qué me tengo que cuidar”.

Dar sentido a lo inexplicable
Además de estas justificaciones, de tipo más racional, algo en la modalidad de leer noticias y ver informes televisivos sobre crímenes de este tipo puede ser visto como un intento de darles sentido a cosas que a priori pueden resultar inexplicables. Es muy probable que tanta perversión nos resulte intolerable, por lo que se intenta consumir más información para obtener respuestas.
El prestigioso psiquiatra forense Mariano Castex asegura que las marcas que deja el horror son imborrables y se pone como ejemplo a sí mismo: “Cuando tenía seis o siete años hubo dos asesinatos horribles: el de Martita Stutz, y el del chiquilín Pereyra Iraola -dos casos paradigmáticos de asesinatos de niños de la década del 30-. He hecho terapia, análisis, y me queda la idea de que sigo impactado por el horror. No encuentro la explicación del horror”. Y en esa búsqueda de explicaciones, puede radicar el hecho de informarse de forma compulsiva. Como explica Dora Laino, profesora titular de Teorías Psicológicas del Sujeto de la Universidad Nacional de Córdoba, “para muchos integrantes de nuestra sociedad, situados en posiciones sociales cercanas a las de la familia de esta adolescente -Ángeles Rawson-, el caso ha generado incertidumbre y fantasmas que se procuran mitigar con mayor información, de modo que, al develarse lo acontecido, se disuelvan en alguna medida los aspectos siniestros, que resultan tan impactantes, por la imposibilidad de encontrar argumentos que den alguna respuesta ante lo ominoso tan perturbadoramente cercano. Se busca, muchas veces, poder explicar algo a lo que no se le encuentra sentido y por ello se convierte en atemorizante”. Saber resultaría, de alguna manera, tranquilizador, y el hecho de no encontrar respuestas es lo que puede resultar angustiante. “La gente siente angustia ante la no respuesta, siente que le están negando la explicación, el público se siente impotente y no sabe cómo hacer para que no le pase lo mismo”, sostiene Castex.
Hacher considera que el crecimiento del género puede estar vinculado a esta búsqueda de respuestas, pero a nivel más macro: “Hay un nivel creciente de la violencia en la sociedad y hay más necesidad de hablar de este tema. Creo que eso genera un campo fértil para que haya más periodistas de policiales, para que surjan portales de periodismo policial, y es el lugar donde muchos que oscilamos entre el periodismo y la literatura, nos refugiamos”.
Y esto se ve reflejado, entre otras cuestiones, en el hecho de que Buenos Aires tenga por segunda vez su Festival de Novela Negra, en el que además de promover novelas policiales de ficción, hay mesas con fiscales, peritos forenses, abogados de criminales y charlas dadas por asaltantes. El festival tiene una función social: proponer una reflexión sobre el crimen, el delito y las maneras de delinquir, ya que, según Mallo, “la sociedad tiene que reflexionar sobre estas cosas, por qué tenemos los delincuentes que tenemos”.
El primer paso, que es tener la información, está más que cumplido. Resta ahora saber si, en medio de lo urgente, será posible poder pensar y debatir, desde otra perspectiva, los vínculos tan intrincados que existen entre la sociedad, los crímenes y la violencia.
LA NACION