Madrid, tesoro ibérico

Madrid, tesoro ibérico

Por Verónica Martínez
Clásica y atareada, pero de religiosos aperitivos y tapas, Madrid es una cita europea indiscutida. Quizá no deje boquiabierto a sus visitantes con obras monumentales como anfiteatros, ruinas arcaicas o grandilocuentes torres. No obstante, la capital española siempre ocupa un lugar privilegiado en las estadísticas de turismo y por siglos ha sido musa de cientos de artistas que dedicaron miles de palabras y canciones en su honor. El hecho es que su ubicación en el centro peninsular y sobre la entrada y salida del Viejo Continente, le aporta miles de seguidores cada año. Madrid, con sus aires reales y cortesanos, su garbo y sus gentes de diversas regiones sigue cautivando a viajeros de todo el mundo. Es un destino ameno para caminar -sobre todo cuando el almanaque despide a los meses de verano boreal-, dado que los principales atractivos se enlazan en el área más antigua.

Periplo madrileño
El ABC del Madrid turístico tradicional se corresponde con el de los Austrias y Borbones, dinastías que dejaron plasmado su poderío en las fachadas urbanas. Uno de los mejores comienzos es la Puerta de Sol -o sencillamente Sol, como la llaman los locales-, donde una placa sobre el pavimento advierte que se trata del kilómetro cero del reino. Junto a la escultura La Osa y el Madroño, que adorna la plaza, y la pastelería La Mallorquína, de delicias recomendadas, el punto donde nacen las carreteras ibéricas suele ser el lugar de encuentro preferido entre quienes se citan en el centro. Desde su creación en el siglo XIX, la plaza ha sido eje de la vida social y recientemente fue el escenario elegido por el movimiento de indignados 15-M. Trepando por la calle Postas, entre tiendas de los más diversos souvenirs, se llega a la Plaza Mayor, donde los restaurantes reciben a turistas deseosos de probar el ritual del tapeo y los bocadillos de jamón ibérico acompañados por cañas (cervezas) y claras (cerveza con limón o gaseosa).
A escasos metros, en la Plaza San Miguel, destaca una sólida estructura de hierro. Se trata del pintoresco mercado de San Miguel, un templo de los alimentos frescos donde tampoco faltan las barras al paso para saborear exquisiteces castizas. Aromas, colores y el bullicio de las risas y discusiones sobre algún tema de coyuntura se funden en una atmósfera distendida. La zona regala otras visitas como el Palacio Real, la catedral Nuestra Señora de la Almudena, los vestigios de la muralla árabe que remiten a los orígenes de la ciudad; el Teatro Real, con sus refinadas presentaciones de ópera; y la Plaza de España. Desde allí no será difícil localizar la Gran Vía, la centenaria arteria que en muy buena parte refleja el alborotado espíritu madrileño.

De arte y vanguardia
La cultura resulta otro gran imán. El Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza y el Centro de Arte Reina Sofía se articulan en el denominado Paseo del Arte. Goya, Velázquez, El Bosco, El Greco, Rembrandt, Monet, Degas, Picasso y Dalí, entre muchos otros genios de la pintura, ofician de anfitriones excepcionales. Además de estas pinacotecas de altísimo valor mundial, integran el arbolado paseo atractivos como la Fuente de Cibeles y la Puerta de Alcalá, dos iconos capitalinos, el Congreso de los Diputados y el Parque del Retiro, un sitio para andar pausadamente entre prolijos senderos, leer frente al estanque o maravillarse con el Palacio de Cristal. También habrá que destinar un tiempo para ver qué se puede comprar: a las impecables calles Serrano, Goya y Velázquez será preciso ir por los negocios más elegantes y lujosos. A Fuencarral y al barrio de Chueca para encontrar diseños vanguardistas. Y al llamado barrio de Las Letras, para los tesoros en anticuarios y librerías. Dos infaltables, por contraste: las megatiendas de El Corte Inglés, emblema del retail español, y El Rastro, mercado de domingo que huele a ropa, discos, cuadros, muebles y extravagancias de otras épocas.
Claro que Madrid no sería Madrid si le quitaran su vida nocturna: las cenas empiezan tarde incitando a la inmediata ronda por bares de copas, pubs, tablaos flamencos y discos. Las terrazas del Paseo de la Castellana, los distritos de Malasaña y Chueca y los alrededores de la Plaza Santa Ana son los más concurridos. Como sucede con las cosmopolitas urbes, la seducción de Madrid radica en todo lo que ofrece en una primera impresión, así como también en lo que reserva para futuros viajes. Porque las pinturas negras de Goya, las majas de Velázquez y el Guernica de Picasso evocan otras emociones al volverlos a ver. Y porque la Puerta del Sol siempre acogerá nuevas historias, prestas a darnos la bienvenida cuando decidamos volver,
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