El 9 de julio: un acta de nacimiento

El 9 de julio: un acta de nacimiento

Por Jorge Rivas
Es que esa entidad política que se declaró independiente de la Corona española “y de toda otra dominación extranjera” en 1816, no sólo no era la Argentina tal como la conocemos, sino que ni siquiera contenía en su nombre la palabra “Argentina”. Eran las Provincias Unidas en Sudamérica. El acta no se difundió sólo en español, sino también en quechua y en aymara. Casi doscientos años más tarde, después de una larga parábola política, social y económica, hemos comprendido que la independencia de nuestra patria sólo es realmente posible si es fruto de la unidad con las otras naciones, o provincias, de América del Sur.
Ahora no se trata de los monarcas absolutos contra cuyos leales se batieron San Martín y Bolívar, al frente de ejércitos de mestizos, afroamericanos y criollos pobres. Ahora las metrópolis son el capital financiero transnacional y los poderosos Estados imperialistas que ponen a su servicio la inmensa fuerza de sus arsenales y de sus maquinarias militares. Tienen fieles servidores, esas metrópolis, que trabajan para ellos en nuestra propia casa, desde lugares de conducción política, desde asociaciones de propietarios y capitalistas varios, desde medios de comunicación de masas, desde bancos y grupos de capital concentrado.
La independencia, hemos aprendido, no se consigue después de todo de una vez y para siempre. Por el contrario, es necesario construirla día tras día. Se lo hace con ideas y proyectos, con voluntad e inteligencia. Y además, imprescindiblemente, con la participación militante del pueblo trabajador, la verdadera masa crítica de cualquier proceso de cambio progresivo en nuestra sociedad.
El desendeudamiento externo es un acto de afirmación independentista, como la recuperación de los fondos previsionales, o la estatización de YPF. Lo son también la apuesta a la integración regional y la oposición al proyecto imperial del ALCA de George Bush, por dar sólo unos pocos ejemplos. Todos estos pasos han sido dados por los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner, a lo largo de la última década de nuestra historia.
Ahora, en estos días, el presidente de Bolivia, buena parte de cuyo territorio estaba representado en el Congreso que en Tucumán que declaró la independencia en 1816, enfrentó con valentía la provocación de las fuerzas imperiales. Como difícilmente habría sucedido apenas algo más de diez años atrás, recibió la firme solidaridad del gobierno argentino, entre otros de la región. Ese camino de integración regional que estamos recorriendo, y que se expresa entre otros aspectos en la consolidación y la profundización de la Unasur, constituye hoy una condición necesaria para seguir con la construcción de aquella independencia iniciada hace casi doscientos años. Podría decirse que es su nuevo nombre.
TIEMPO ARGENTINO