De la villa a la favela, una peregrinación a corazón abierto

De la villa a la favela, una peregrinación a corazón abierto

Por Evangelina Himitian
Jaider Flores es uno de los jóvenes de Francisco. Tiene 22 años y se crió en la villa 21 de Barracas. Cientos de veces lo vio bajar del colectivo y caminar hasta la iglesia del barrio, como un vecino más. Por eso, ayer él y otros 20 peregrinos que viven en villas porteñas decidieron imitar su ejemplo. Se subieron a un colectivo, viajaron una hora y media y bajaron en la favela de Varginha, aquella que hoy recibirá la visita del Papa. No iban solos. Con ellos llevaron una imagen de la virgen de Luján y otra de la virgen de Caacupé.
Después, con las vírgenes a cuestas y acompañados por tres curas villeros, Juan Isasmendi, Mario Micelli y Hernán Morelli, recorrieron las calles de la favela repartiendo estampitas y contándoles a los vecinos la historia de ese hombre que ellos tan bien conocieron en Buenos Aires. LA NACION los acompañó.
Los adolescentes argentinos caminaron, cantaron, rezaron, saludaron a los que se asomaban y los invitaron a participar de una misa en la capilla de San Jerónimo, donde esta mañana llegará Francisco. Allí se quedaron las dos vírgenes para recibir la bendición del Papa. La de Luján se quedará en Manguinhos como testimonio del aprecio de los jóvenes de las villas por sus hermanos de las favelas. La de Caacupé volverá a Barracas.
“Esto es hacer lo que Francisco siempre nos dijo. No esperar que la gente venga a la Iglesia, sino llevar la Iglesia a las periferias”, dijo Jaider.
A medida que la caravana porteña avanzaba por las calles de la favela, los vecinos se asomaban para saludar o pedir oración. Muchos se sumaron al recorrido que pasó por la cancha de fútbol del barrio en la que hoy hablará Francisco, cruzó un riachuelo desbordado por las lluvias y se adentró unas diez cuadras de los márgenes del asentamiento.
Los chicos brasileños, al escuchar lo que cantaban los jóvenes, corrieron al encuentro al grito de “llegó el papa Francisco”, convencidos de que la visita se había adelantado.
Gladys Mereles, de 18 años, que vive en Barracas, fue la encargada de llevar a la virgen de Caacupé parte del recorrido y Emanuel Jiménez, de 17 años y nacido en el Bajo Flores, transportó a la virgen de Luján. A Francisco no sólo lo conocieron de pasada. “A mí me bautizó y a la mayoría de nosotros nos confirmó. Y si él no tenía miedo de venir a nuestro barrio, nosotros tampoco tenemos que tener temor de llevar su mensaje a las favelas”, dice Emanuel.
A los jóvenes de Francisco, las casas coloridas de la favela, las angostas calles zigzagueantes y las construcciones precarias que acumulan varios pisos de ladrillo a la vista les resultaron un paisaje familiar. “Esto es como mi villa”, se sorprendía Jaider. “No me vas a creer, pero teníamos un poco de miedo de venir. Se dicen tantas cosas en televisión que pensamos que sería peligroso. Pero nada que ver. Me siento como en casa”, contó a LA NACION durante el recorrido.
El día antes de emprender el viaje a Río, LA NACION visitó a Jaider y a sus amigos en la villa de Barracas. Allí, mientras preparaba su mochila y se despedía de su mamá, contó la historia de cómo conoció a Francisco.
“Un día vi en la tele una nota que habían hecho sobre la villa 21 y me molestó mucho porque nunca nadie cuenta la vida de la gente de trabajo que vive en villas. Entonces se me ocurrió proponerle al padre Pepe (Di Paola) hacer una radio. Él le llevó la propuesta a Bergoglio y nos dio el aval para hacerla. Se decidió destinar los fondos de una colecta anual”, cuenta. Desde entonces, Jaider se puso al servicio de la 96.1.
La última vez que lo vio fue el 8 de diciembre, cuando visitó la iglesia de Nuestra Señora de Caacupé para la fiesta patronal. Por la mañana, el cardenal llamó para avisar que estaba por salir en colectivo para la villa. Jaider lo atendió y sin consultarlo lo puso al aire, en un programa deportivo que emitía la radio. Por la tarde, cuando Bergoglio se estaba cambiando después de oficiar la misa, lo vio y lo saludó. Entre risas, le dijo algo que el joven hoy no se anima a citar en boca de un papa: “Vos Jaider sos un…”
El recorrido de los jóvenes de Francisco por las calles de Manguinhos duró unas dos horas e hizo varias escalas intermedias en las distintas capillas y santuarios que hay en el asentamiento. Un grupo de voluntarios de la Jornada Mundial de la Juventud que viven en esta villa los acompañó todo el camino. Como Rita de Cassia Silva Tavares. Muchos de ellos se habían inscripto para ofrecer sus hogares para hospedar a peregrinos de la JMJ. Pero se sintieron desilusionados al comprobar que ninguno de los inscriptos quiso alojarse en la favela.
Los amigos de Francisco planearon una revancha. Después de celebrar una misa en la capilla de San Jerónimo, donde hoy irá Francisco, decidieron quedarse a pasar allí la noche. Anoche se hospedaron en las casas de esos voluntarios para poder asistir desde temprano a la misa. Y tal vez, quién sabe, tener la posibilidad de saludarlo como un vecino más, en una villa de calles angostas y perros hambrientos, pero en la que el corazón de los vecinos está tan abierto como el de ellos.
LA NACION