12 Jul Cuando los países modelo se caen del altar y ya no sirven de ejemplo
Por Martín Burbridge
La confianza mata al hombre… y embaraza a la mujer. La célebre humorada de Les Luthiers podría ampliarse si se tuviera en cuenta que también la confianza hace que los analistas y periodistas emitan muchas veces juicios erróneos respecto de las supuestas bondades de un modelo económico.
La referencia viene a cuento de lo que ha estado sucediendo estas últimas semanas en Brasil, donde después de elevar al país al altar de las economías exitosas en su camino al desarrollo, las violentas manifestaciones parecen haber puesto un manto de duda ante tanta certeza analítica. Y plantea, una vez más, el caso de los que siempre son considerados buenos alumnos por la ortodoxia económica: por un tiempo son celebrados por buena parte del mundo académico y analítico, hasta que el globo se pincha y el país modelo cae en desgracia y desapare ce de la consideración general. O, lo que es peor, pasa a convertirse en un apestado y un apóstata, que fracasó por renegar de la fe económica dominante.
En esta lista de modelos espurios, la Argentina también tuvo sus 15 minutos de gloria prometidos por Andy Warhol. Fueron más que un cuarto de hora y duraron buena parte de la década del 90, pero a los fines prácticos, su efecto se esfumó bastante rápido. Fue cuando todos cantaban loas a la Convertibilidad y estaba de moda el sistema de caja de conversión. Y hasta se comparaba el éxito argentino con el de Hong Kong, donde también existía el tipo de cambio fijo convertible. A pesar de ello, el final de nuestra success story es bien conocido y doloroso.
En el caso de Brasil y de otros emergentes como Turquía, muchos analistas y periodistas especializados se apuraron en ponderar sus virtudes y su enorme potencial de crecimiento sustentable, sobre todo a partir de la crisis subprime, que dejó a buena parte del mundo desarrollado digiriendo la resaca de una década de desequilibrios financieros. Dicho sea de paso, ya nadie se acuerda de Francis Fukuyama y su Fin de la Historia, en donde el politólogo estadounidense anunciaba el éxito planetario del liberalismo (económico y político).
Tanto Brasil como Turquía fueron mostrados como ejemplos de lo que se debía hacer, gracias a su bajo endeudamiento público y buena salud económica. Cuando la situación se deterioraba en EE.UU. y la zona euro, todos (mercados, analistas, organismos internacionales como el FMI o el Banco Mundial, etc.) se dedicaron a ponderar las oportunidades de inversión que se ofrecían en el mundo emergente, por lo que la llegada masiva de inversión extranjera directa no se hizo esperar. Los bonos soberanos de estos países fueron considerados un refugio ante la hecatombe del mundo desarrollado y, principalmente, una inversión con mayor rentabilidad que lo que ofrecían activos de EE.UU. y Europa.
Pero como decía Goethe, Todo tiene un final, salvo la salchicha que tiene dos, así que en algún momento algo iba a poner un término al enamoramiento de los inversores con estos países. Y fue el rumor que comenzó a correr en los mercados financieros internacionales de que la Reserva Federal pronto modificaría su política de tasas de interés reales negativas para que la tendencia se revirtiera y comenzaran a notarse las costuras de los emergentes. Ahora que se confirmó que la Fed va a modificar su política monetaria ultra expansiva antes de fines de 2013, los problemas macroeconómicos no resueltos de los mercados emergentes deberían comenzar a salir a la superficie con mayor fuerza.
De hecho, todos los analistas saben que las protestas que hoy ocurren en Brasil y Turquía no se deben sólo a un aumento en el precio del transporte público o a la transformación de un parque en shopping center. La llegada masiva de capitales provocó un recalentamiento económico que derivó en incrementos en la tasa de inflación. En países donde la mayoría de la población es pobre, que suban los precios de los alimentos no es un detalle menor. Y esto se agrega en muchos casos a burbujas especulativas generadas por el aumento en el precio de diversos activos (como los inmuebles) o explosión de la deuda privada. Ahora que el crecimiento no alcanza las expectativas de los mercados financieros y que las tasas de interés van a comenzar a crecer en EE.UU., el cóctel para varios de estos países puede llegar a ser indigesto.
Pero sin ir demasiado lejos, parte de la crisis que hoy vive la zona euro fue la consecuencia de apreciaciones erróneas por parte de analistas y periodistas respecto de la salud de algunos de sus países miembros. Y que remite a estos prototipos que se ponen de moda de vez en cuando en el mundo financiero. Después de casi seis años de crisis, parece muy lejano el momento en 2006 en que se recomendaba invertir en España e Irlanda, por sus perspectivas de alto crecimiento y bajo nivel de deuda respecto del PIB. ¡Hasta se llegó a considerar los bonos españoles como menos riesgosos que los Bund alemanes! Con el tiempo, los inversores pudieron comprobar los efectos de la llegada de flujos de fondos extranjeros sobre la burbuja inmobiliaria y la explosión del crédito privado. Como sabiamente dijo Warren Buffett, cuando baja la marea se sabe quién estaba nadando desnudo.
Pero el vicio de señalar con el dedo a un supuesto país virtuoso y ponerlo de ejemplo para todos los demás no parece llegar a su fin. Hoy es Australia la economía estrella del firmamento financiero mundial, llegada hasta el altar del éxito gracias a su fabuloso crecimiento, producto de la explosión en el precio de los commodities y de la economía china. Pero que puede llegar a estrellarse si se confirma la desaceleración del gigante asiático. De acuerdo con Albert Edwards, analista del banco Société Générale, de todas las burbujas económicas que conocí en estos últimos 30 años, la burbuja australiana es aún más visible que la nariz en medio de la cara. Y lo que sucederá con la economía australiana me resulta totalmente evidente.”
EL CRONISTA