Bajo la lluvia, la misa más emotiva de su pontificado

Bajo la lluvia, la misa más emotiva de su pontificado

Por Elisabetta Piqué
A Francisco nunca se lo vio tan contento y tan emocionado como ayer en este inmenso santuario mariano. Con los ojos llorosos, a punto de quebrarse, rezó en silencio ante la imagen de la Virgen Negra, de la que es devoto, y le encomendó su pontificado. Pidió por el éxito de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) y “poner a sus pies la vida del pueblo latinoamericano”.
Conmoviendo hasta las lágrimas a los más de 200.000 fieles presentes, que desafiaron el frío y la lluvia, llamó a los cristianos a ser alegres, a mantener la esperanza y a confiar en Dios. Y luego de llevar en brazos, como si fuera un bebe, radiante, a la Virgencita milagrosa, bendijo a la multitud y sorpresivamente anunció que en 2017 volverá a peregrinar hasta este sitio que fue clave en su ascenso al trono de Pedro, ya que fue relator del documento de Aparecida realizado en 2007 por el episcopado latinoamericano. En cuatro años se celebrará el tercer centenario del hallazgo de la imagen milagrosa, pescada en un río de la zona.
“El cristiano es alegre, nunca triste. El cristiano no puede ser pesimista. No tiene el aspecto de quien parece estar de luto perpetuo”, dijo el Papa argentino en una homilía vibrante. “Si estamos verdaderamente enamorados de Cristo y sentimos cuánto nos ama, nuestro corazón se «inflamará» de tanta alegría que contagiará a cuantos viven a nuestro alrededor”, agregó.
Peregrinos empapados pero entusiasmadísimos le dieron una recepción triunfal en la explanada del santuario. Entre un mar de paraguas y ponchos de plástico, las pancartas de la gente reflejaban un fervor incondicional por el primer papa latinoamericano: “Papa Francisco, Paraguay te ama”, decía un cartel. Al llegar al santuario y recorrer su explanada en jeep, Francisco se detuvo varias veces y bendijo, besó y acarició chicos, sonriente. Esta vez, la seguridad funcionó y no hubo avalanchas.
Dentro de la Basílica, donde había 15.000 personas y el frío no era menor, también estrechó manos y abrazó gente, tanto al principio como al final de la ceremonia. “No dormimos toda la noche, hicimos vigilia y cola desde las cuatro de la mañana”, contó a LA NACION la argentina Ana Álvarez, que viajó 2800 kilómetros en auto desde Carlos Casares, junto con su marido y tres hijos, para ver al Papa. “Cuando finalmente entramos y vimos que no podíamos sentarnos porque las mejores partes estaban reservadas para políticos y VIP, hubo mucho enojo… A Francisco no le gustaría eso. Pero pese a eso y aunque nos agarramos una gripe, porque estábamos empapados, valió la pena”, agregó.
En una homilía profundamente optimista y de habitual estilo claro y directo, Francisco arrancó así: “Hoy, en vista de la Jornada Mundial de la Juventud que me ha traído a Brasil, también yo vengo a llamar a la puerta de la casa de María, que amó a Jesús y lo educó, para que nos ayude a todos nosotros, pastores del Pueblo de Dios, padres y educadores, a transmitir a nuestros jóvenes los valores que los hagan artífices de una nación y de un mundo más justo, solidario y fraterno. Para ello, quisiera señalar tres sencillas actitudes: mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría”.
Luego, explicó cada una de estas actitudes y destacó que, más allá de las dificultades, no hay que perder la esperanza. “Dios nunca deja que nos hundamos. Tengan siempre en el corazón esta certeza: Dios camina a tu lado, en ningún momento los abandona. Nunca perdamos la esperanza”, aseveró.
“El mal existe, pero no es el más fuerte. El más fuerte es Dios y Dios es nuestra esperanza.” Tras admitir que hoy en día, “todos un poco” y también los jóvenes sienten la invitación de ídolos “que se ponen en el lugar de Dios” y parecen dar esperanza -el dinero, el éxito, el poder, el placer-, dijo que esa actitud genera soledad y vacío. “Seamos luces de esperanza. Tengamos una visión positiva de la realidad. Demos aliento a la generosidad que caracteriza a los jóvenes, ayudémoslos a ser protagonistas de la construcción de un mundo mejor”, pidió Francisco, que agregó que los jóvenes “no sólo necesitan cosas, sino sobre todo que se les propongan valores inmateriales”.
Concluida la homilía, al saludar desde el balcón de la Basílica a la gente que había seguido la misa en pantallas gigantes bajo el chaparrón, fue más auténtico que nunca. ” Eu n ã o falo brasileiro. Así que voy a hablar en español. Muchas gracias por estar aquí, gracias de todo corazón”, dijo, para disparar luego una pregunta: “¿Una madre se olvida de sus hijos?” “¡¡¡Nooo!!!”, respondieron en un clima eléctrico los cerca de 200.000 valientes. “La Virgen no se olvida de nosotros, nos quiere y nos cuida”, expresó al pedirle a la Virgen, que casi lo había hecho quebrar por la emoción, una bendición para todos.
LA NACION