Rendimiento en la taquilla

Rendimiento en la taquilla

Por Diego Gualda
La inflación también llegó a Hollywood y hacer películas es cada vez más caro. Sin embargo, el fenómeno no se debe tanto a factores de micro o macroeconomía, sino más bien a una necesidad: para competir en un mercado como el del entretenimiento, donde el influjo de las copias ilegales aleja a la gente de las salas, los grandes estudios se concentran en hacer películas cada vez más… bestiales.
El cine del siglo XXI es de películas con presupuestos astronómicos y marquesinas plagadas de famosos. Nada cotiza menos de 200 millones de dólares y, de hecho, la película más cara de la historia hasta ahora –“Piratas del Caribe: en el fin del mundo”– le costó a Disney (y a su creador Jerry Bruckheimer) unos 300 millones. La suma de los presupuestos de las diez películas más caras (unos 2.505 millones de dólares) equivale al 2,5% de la cifra que hace falta para sanear el sistema bancario español. Las preguntas se abren entonces como un inmenso abanico: ¿Por qué son tan caras las películas de Hollywood? Y, más inquietante aún: ¿pueden los estudios, en un contexto tan competitivo, recuperar la inversión y ganar dinero?

Millones en fantasías
Los dos costos que mayor incidencia tienen en el presupuesto de una superproducción son los efectos visuales y los honorarios del elenco. Son tiempos en que el cine que más vende incluye entre sus géneros fantasía, ciencia ficción, épica y superhéroes. Ejemplos a la orden del día: entre las películas más caras de la historia hay dos de superhéroes (“Spiderman 3” y la última de Batman), tres de la saga “Piratas del Caribe” (aventura épica) y hasta fantasías harrypoterianas.
Todos estos géneros, más allá de ser del gusto del consumidor, crean en la pantalla nuevos mundos inexistentes. Eso requiere de mucha inversión en efectos visuales. Según información filtrada a la prensa norteamericana, James Cameron habría invertido cerca del 70% del presupuesto total de “Avatar” en efectos visuales, para que el mundo sepa cómo hubiera lucido Zoe Saldana de haber nacido en el planeta Pandora. La cifra oficial es de 237 millones para el lanzamiento y otros nueve millones para el reestreno. Considerando que, tan solo para los efectos especiales, se reclutaron 900 empleados que trabajaron en el proyecto durante 14 meses, y que para procesar la película terminada se utilizó un centro de cómputos en Nueva Zelanda que está incluido en la lista de las 500 supercomputadoras más poderosas del mundo (estudio de la universidad alemana de Mannheim), casi se podría decir que Cameron la sacó barata. Pero también hay que pagarles honorarios a los que le ponen la cara, el cuerpo, la voz y –sobre todo– la cotizada marca personal a las películas. Y esos actores que son garantía de calidad (o, por lo menos, de trascendencia, por ser figuras muy populares), cotizan caro.

Mano de obra
Nadie que gane menos de diez millones de dólares por filmar una película puede considerarse una megaestrella. De hecho, es lo que ganan actores y actrices que se hicieron muy famosos en la televisión. Los consagrados del cine, en cambio, manejan otros números.
Por ejemplo Johnny Depp. Pese a que el actor que dio vida al Capitán Jack Sparrow es muy reservado con respecto a su fortuna, la prensa especializada acusa 106 millones de dólares de cachet en total, sumadas todas las películas de la saga “Piratas del Caribe”, donde “El cofre de la muerte” ostentaría otro récord fastuoso: 78 millones de dólares de honorarios para Depp (y una bonificación de 40 millones de dólares por el uso de su voz para el videojuego de la saga para PlayStation 3).
Pero cuando Depp fue convocado por Bruckheimer para encarnar a Sparrow, ya tenía un nombre, una fama y peso propios. En las antípodas está el caso de Daniel Radcliffe, un chiquito desconocido que, al momento de filmar “Harry Potter y la piedra filosofal” cobró 250.000 dólares. El éxito de la película y el crecimiento de la franquicia hicieron que Radcliffe empezara a cotizarse bastante mejor. Sus honorarios para la primera secuela treparon a los tres millones. Para “El cáliz de fuego” ya ascendían a once millones. Y embolsó 25 por cada una de las dos partes del final de la saga de J. K. Rowlings.

Recuperar la inversión
Salvo algunas raras excepciones, las grandes inversiones de Hollywood vuelven, y multiplicadas. El principal termómetro del éxito de una película es la recaudación, en los Estados Unidos, durante el fin de semana del estreno. La regla general es sencilla: si la cinta recupera la mitad de lo invertido, los productores suspiran aliviados ante el éxito. La proyección usual es que la otra mitad se llegará en la primera semana y todo lo que ingrese de ahí en adelante (unas 16 semanas más) será ganancia. Con estrenos simultáneos en más de 3.000 salas y una campaña publicitaria de proporciones, es posible. Ejemplo que ilustra: “Barman: el caballero oscuro asciende” costó 250 millones de dólares. En el fin de semana del estreno (en simultáneo en 4.000 salas) recaudó 160 millones, más de la mitad del presupuesto. A tres semanas de estrenada, superó los 370 millones. Y todo esto, por supuesto, limitando la muestra a lo que pasa únicamente en el país de origen, sin contar al resto del planeta, verdadero negocio aparte para la industria.
Una de las diez películas más caras de la historia es “John Cárter”, de Disney, basada en el relato de ciencia ficción de Edgar Rice Burroughs. Costó 250 millones de dólares, pero el público norteamericano le dio la espalda. En el fin de semana del estreno la taquilla arrojó unos escuálidos 30 millones. Tras 112 días en cartel, la cifra apenas creció a 73 millones. Pero los mercados emergentes le sacaron las papas del fuego, dejando un total de 209 millones de dólares. Recaudación total mundial: 282 millones de dólares, con casi un 75 % procedente del exterior. Costo recuperado y hasta una ganancia, marginal, que salvó a la producción de la catástrofe.
Sin embargo, invertir doscientos o trescientos millones de dólares en monstruos o hechiceros no garantizan que una película vaya a ser un boom. También hace falta una gran historia.
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