Exploradores de lujo

Exploradores de lujo

Por Fernando Bello
Hubo un tiempo en que la tierra era enorme y sus confines inalcanzables y peligrosos. Y hubo otro en el que cada día traía con el sol un descubrimiento geográfico. El siglo XIX parió a los Livingston, a los Fitz Roy, a los Francisco Moreno, incansables exploradores.
¿Qué quedó hoy de todo aquello? La pasión por alcanzar ese último punto navegable, el lugar extremo. Claro que hoy todo es mucho más sencillo, sobre todo si uno se embarca en alguno de los cruceros de aventura que han proliferado en los últimos años. Remontar el Amazonas hasta el corazón de la selva; o navegar alrededor de las Galápagos en un esquife; partir de Vancouver e internarse en los ríos de la Columbia Británica, o de Alaska, en busca de osos, viejos campamentos de buscadores de oro o alejadas comunidades indígenas; seguir parte de la ruta de Vito Dumas en un velero tripulado; todo está disponible en el cada vez más sofisticado mundo del turismo.
Empresas como Quark Expeditions llevan dos décadas organizando expediciones Árticas y Antárticas para viajeros; desde Ushuaia parten cruceros como los Australis, que recorren el Canal de Beagle, mientras los barcos de la compañía chilena Skorpios proveen magníficos recorridos por los intrincados fiordos del sur patagónico, allí donde transitó el San Dominick que imaginó Herman Melville en su novela Benito Cereno. Este tipo de expediciones existe también en otras latitudes y vale la pena conocerlas.

Por la selva
Si hay un río que merece ser navegado es el Amazonas. Misterioso, enorme, escenario de múltiples aventuras y, hoy por hoy, uno de los sitios en donde se dirime el sentido de la conservación ambiental. Hay varias opciones para recorrerlo aguas arriba, partiendo de Brasil y llegando hasta el Perú. Incluso hay grandes operadores como Iberostar que disponen de barcos en esta región. Entre todos ellos quizás una de las maneras más lujosas sea reservar un camarote en los barcos de Aqua Expeditions, que parten desde Iquitos, Perú. Con capacidad entre 24 y 32 pasajeros, proponen salidas desde tres días hasta una semana de viaje, que combinan la navegación con caminatas en la selva, visitas a la reserva de Pacaya Samiria y la Selva de los espejos, una zona en la que el agua refleja con exactitud al cielo y a la vegetación, formando un juego visual único. Tan singular como las más de 400 especies de aves que acompañan el paseo, los más de 250 tipos de peces o la presencia de animales en peligro de extinción como el guacamayo rojo y el delfín rosado.
Desde Manaos, en Brasil, parte el Iberostar Grand Amazon, un barco de lujo que recorre ríos como el Negro y el Solimoes, además claro está, del Amazonas. La embarcación tiene el nivel de un cinco estrellas, con camarotes dotados de elementos de confort, restaurantes, bares, pisicina y hasta una sala para reuniones y una discoteca. Lo mismo puede decirse de barcos como los de Amazon Clipper Cruises. En el Amazon Premium, por ejemplo, los camarotes son suites con dos camas bajas o una cama matrimonial, aire acondicionado y caja de seguridad, todos poseen un amplio baño privado con agua caliente. Y para salir de los grandes cauces y explorar otros ambientes, los barcos cuentan con canoas que pueden internarse en Igarapés (arroyos) e Igapós (selva inundada).

El Norte salvaje
Las velas al viento y la proa al Norte. El frío calando los huesos y los bosques que tapizan la costa escarpada. Esas son las coordenadas básicas en una excursión en el Maple Leaf, uno de los barcos de cruceros de aventura más reconocido de Canadá. Con base en Vancouver, la empresa se especializa en brindar un servicio de alta calidad, pero sin descuidar el costado de adrenalina que la naturaleza sabe proveer.
El Maple Leaf es el típico velero de British Columbia, de 30 metros de largo, cinco velas y construido hace más de un siglo como un yate deportivo de lujo. Luego, fue restaurado en un proceso que demandó siete años. A bordo de esta joya marina, los viajeros pueden recorrer sitios como las islas Queen Charlotte (también llamado Haida Gwaii), sitio reconocido como patrimonio cultural de la humanidad por la Unesco y hogar de las comunidades Haida. Uno de los puntos salientes de los recorridos del Maple Leaf es el encuentro con los grandes animales de Alaska y Canadá.
En el Great Bear Rainforest vive el oso blanco Spirit, además de osos grizzly, lobos marinos, orcas y delfines. Junto a las costas, bosques centenarios invitan a sumergirse en la naturaleza. Ver a los osos pescando salmones, a las ballenas en sus migraciones, a las flores cambiando el color del paisaje y a los delfines acompañando al barco son espectáculos perfectos. Y para completarlo, un grupo de expertos naturalistas brinda las claves para entender todo lo que ocurre alrededor. Eso sin dejar de compartir el viaje con chefs y que aportan delicados sabores a la aventura. El costo de 11 días a bordo del Maple Leaf ronda los u$s 6000.

Tras los pasos de Cook
La Polinesia está ubicada en uno de los sitios más aislados del planeta. Para los Occidentales, su descubrimiento se debe al explorador británico, James Cook, que en el siglo XVIII se dejó guiar por la sabiduría ancestral de los nativos para conocer más archipiélagos de los que incluso él había imaginado. Hoy se pueden recrear los viajes de los polinesios y del propio Cook partiendo desde Tahití. Hay muchas alternativas para hacerse a la mar, pero ninguna como abordar el Wind Spirit, de la compañía Windstar, que después de ser sometido a una profunda renovación, volverá a Papeete a principios del año próximo. El derrotero incluye sitios como Moorea, Taha, Raiatea, Huahine y Bora Bora. Ya de por sí, la imagen de esos atolones minúsculos, tapizados de verde, terminados en playas de arenas blancas y finísimas acunadas por mares azules, turquesa, verdes, y casi siempre mansos, despiertan el deseo de viajar. Pero si además la expedición se realiza a bordo de un yate de lujo, el marco se vuelve aún más tentador. Además de la elegancia en sí del velero, el hecho de moverse en una embarcación de menor tamaño aporta dos diferencias sustanciales: la cantidad de pasajeros es menor y permite una atención mucho más personalizada; y es posible recalar en puertos más pequeños, donde llegan menos turistas. Asimismo, el viaje gira en torno a dos conceptos, la belleza natural de las islas y la cultura de su gente.
La visita a Raiatea, considerada una “isla sagrada”, permite conocer uno de los más importantes centros culturales de la Polinesia Francesa; mientras que a Huahine, anteúltima escala del viaje, la llaman el “Jardín del Edén”, por razones obvias. Como el primer viaje es en mayo de 2014, para los que reserven los primeros lugares hay precios especiales por debajo de los u$s 3000.
EL CRONISTA