En otra gran final, los Spurs no pudieron y la gloria fue para Miami en la NBA

En otra gran final, los Spurs no pudieron y la gloria fue para Miami en la NBA

Por Xavier Prieto Astigarraga
Después de lo que se escapó en el sexto juego , el dolor será interminable para Manu Ginóbili . Pero San Antonio hizo una final memorable ante el mejor jugador del mundo, LeBron James , que metió 37 puntos y le dio a Miami el bicampeonato de la NBA con un triunfo sufrido y ajustado por 95-88, para ganar la serie final por 4-3.
San Antonio empezó mejor, con el argumento de siempre de cerrar la defensa sobre la zona pintada y ofreciéndole el tiro de media y larga distancia a Miami. Y tuvo éxito, porque el local sólo anotó 18 puntos en el primer cuarto. Pero los Spurs fallaron en la contraparte en ofensiva, y con bajos porcentajes sólo anotaron 16.
En la formación inicial por tercera vez seguida, Manu Ginóbili acertó su primer tiro de tres puntos, una buena señal, pero enseguida cometió su segunda infracción y fue reemplazado por Gary Neal.
En ese primer tiempo, la presión del partido definitorio afectó a todos por igual. Los valientes también dudan en un 7° juego. Hubo errores de pase, pérdidas y malos tiros. El juego fue desprolijo, con defensas ásperas y Miami se fue al descanso con una ventaja de dos puntos (46-44). James (15) y Wade (14) anotaron 29 de esos 46 tantos.
En el tercer cuarto, LeBron se hizo cargo de todo el ataque de Miami. Como no le daban la penetración con facilidad, lanzó desde afuera y encestó tres triples seguidos.
San Antonio tuvo a Manu como armador de juego. Con más confianza, ordenó al equipo y lo mantuvo cerca en el marcador pese a que no encontraban su principal arma de toda la serie: el tiro de tres puntos. Danny Green falló mucho. ¿El motivo? Miami fue más flexible con la marcación. Siguió en bloque cerca del aro, pero tuvo recuperaciones rápidas para saltar a cubrir el perímetro cuando los Spurs rotaban la pelota con rapidez y la llevaban al exterior.
Pero si alguien dudaba del valor que hay que tener para jugar estos partidos, basta con ver el cierre del tercer cuarto para entender el nivel de autoexigencia al que llegan estos jugadores. Manu penetró y metió un doble acrobático a dos segundos del final para poner a su equipo arriba 71-69, pero enseguida Chalmers cruzó la cancha y lanzó un triple que entró, con fortuna, tras pegar en el tablero: 72-71 para Miami. Cada segundo, cada punto, cada jugada fue decisiva desde entonces.
En el arranque del último cuarto, Miami tomó uno de sus enviones, con el público eufórico. Sacó una luz de ventaja y recrudeció su defensa. San Antonio aguantó como pudo y Manu se mostró bravo para anotar un par de dobles que parecían inviables (terminó con 18 puntos, 3 rebotes y 5 asistencias). Pero los triples de Miami cerraron el juego: metió 12 de 32 (Shane Battier hizo 6).
Es imposible imaginarlo, siquiera. ¿Cómo ponerse en la piel de un jugador que pierde una final de la NBA de esta manera? Las grandes estrellas de la historia del deporte mundial, todas, sin excepción, han vivido también alguna derrota de semejante dureza, de esas que no se pueden quitar de la mente.
Abatido. Así estará hoy Ginóbili. Es lógico. Tuvo al alcance de sus manos la máxima gloria que puede entregar el deporte al que juega. Ser protagonista de una final de la NBA es algo único. Las tres anteriores fueron pura gloria para Manu. Hoy le toca conocer la otra cara. Deberá pasar el tiempo para que podamos verlo con claridad. Para perder una final, hay que llegar ahí. Como en este caso, a veces la diferencia entre ganar y perder es tan ínfima que no merece los extremos que un resultado puede provocar en los estados de ánimo. Pero todas estas sensaciones son demasiado recientes como para que podamos entenderlo ahora.
LA NACION