El encanto de ser un asesino sin complejos

El encanto de ser un asesino sin complejos

Por J. Belauza
Las modas hay que disfrutarlas. Y también, a veces, preguntarse por qué ocurren. Aquí ocupa el de las series de asesinos seriales (sobre los que también hay, y mucho, libros, películas y sitios especializados, o que presumen serlo). Hoy si uno quisiera podría pasar casi la mitad de la semana sintonizando en el prime time alguna temporada de éstas series con temática criminal. El cable entendió el éxito y hacia allí fue. Acaso uno de los principales motivos de este fenómeno – a la vez estandarte y el más insólito y distintivo de todos estos héroes del crimen-  es Dexter. “Cuando sucede algo más allá de la razón, los escépticos se vuelven creyentes –filosofa Dexter Morgan sobre el final de la segunda temporada. Creyentes en un poder superior.”
Como sucedía en la emblemática Lost, todo forma parte de una lógica sobrenatural: en un mundo saturado de racionalidad no debería llamar tanto la atención.
“¿Intervención divina? –se pregunta Dexter. Si crees que Dios hace milagros tenés que preguntarte si el Diablo tiene algún as bajo la manga. Pero cuando no crees en nada, ¿a quién agradeces en un momento así?” En esa reflexión al preguntarse por la suerte que tuvo al no ser descubierto, Dexter los abraza a todos: todos parecen creer hoy que algo de índole no humana gobierna los movimientos de los hombres.
Como ocurría con Ben Linus en Lost los asesinos tiene estatus de mentes superiores. De hecho las series funcionan mientras ellos no son atrapados.

HISTORIAS Y MENESTERES. De los asesinos seriales en boga, Dexter es el único que filosofa. El resto, como The Following y Hannibal, que arrancaron muy bien y son los otros mejores ejemplos de la temporada y del fenómeno, tienen otras inquietudes (aparte de matar).
Hannibal, a los juegos de mente: el especialista Hugh Dancy (Will Graham) llamado por el FBI para resolver un extraño caso, es sostenido psicológicamente por el doctor Hannibal Lecter (Mads Mikkelsen, el danés que hace de malo en Casino Royal), a la sazón asesino serial.
The Following, por su parte, está definida por el combate de buenos versus malos entre los que los estadounidenses suponen que, eternamente, se divide el mismísimo universo.
Como buen asesino serial, Dexter sorprende. Para eso, para matar, fue educado por su padre adoptivo, que lo rescató luego del asesinato de su madre. Pero no para matar así nomás. Al ver las primeras inclinaciones del niño al respecto, en vez de ayudarlo a superarlas, se las exacerba, perfeccionándoselas hasta convertirlo en un asesino imposible de descubrir. Una especie de legado de justicia bajo el lema: si la montaña no viene a vos, entonces andá a la montaña.
Hannibal (el doctor Hannibal Lecter) es el heredero de aquel de El silencio de los inocentes. Su impronta de asesino meticuloso se exhibe como sinónimo de arte. Extraño fenómeno el que hace del asesinato un émulo de la obra de arte (ver recuadro). El esteticismo de Hannibal a la hora de matar es tan sofisticado como el sistema de relaciones que establece con sus seres cercanos y sus víctimas para manipularlos y, eventualmente, matarlos. Lo suyo es, podría decirse, la embrollada trama de la confabulación.
The Following es la más convencional en su tratado, aunque también es original en su propuesta. El asesino serial Joe Carroll (James Purefoy), apresado hace diez años por el implacable y sagaz Ryan Hardy (Kevin Bacon), escapa de prisión para concretar el asesinato que le quedó trunco y por el que fue preso. Profesor literario ferviente admirador de la prosa de Edgar Allan Poe y su sentido romántico, sus crímenes siguen los cuentos y poemas del escritor. Sin embargo, su principal logro fue conformar un séquito de asesinos durante los años que estuvo preso. Los consiguió entre los muchos admiradores que tuvo. La tira comenzó su temporada en Argentina en enero de este año y finalizó el 29 de abril. Como dato, la serie dice que en los Estados Unidos diariamente 300 asesinos seriales salen a cometer sus crímenes. La dimensión del portento queda más clara si se tiene en cuenta que una de las características principales de un asesino en serie es que entre una y otra muerte deja pasar u tiempo. O sea que si por día salen 300…
UN MUNDO DE SENSACIONES. Siempre hay un roto para un descocido, dice el dicho popular. En este caso, grandes cadenas de televisión puestas a vender lo que creen que el público espera. En su medida, el público les da la razón: el capítulo final de la temporada séptima de Dexter (la que terminó en Estados Unidos en diciembre pasado) tuvo 7 millones de espectadores, superando el anterior récord (final de la cuarta temporada). Eso sólo en los Estados Unidos, que si bien es el mayor mercado, no es el único.
La falta de celo que muestran las cadenas para accionar contra múltiples sitios que permiten bajar las series (cualquiera, no sólo las de asesinos seriales) a primera vista habla de que podría ser peor el remedio que la enfermedad: impedir la piratería perjudicaría el negocio antes que acrecentarlo. Como sucede en otros ámbitos de la cultura, el crecimiento de la piratería viene asociado con mayores ingresos de la industria; una contradicción del sentido común que al momento ningún economista o especialista de otra índole logró dilucidar. Sin ir tan lejos, según el sitio TorrentFreak, un estudio reciente sobre pirataría hecho a partir de la empresa BitTorrent mediante la monitorización de descargas a través del ScanEye, dice que a los empleados del FBI les gusta bajarse The Good Wife, Homeland y Dexter, seguidas por Millenium, otra de asesinos seriales que terminó hace varios años.
Entre la variada parafernalia de promoción para el entretenimiento, los trailers o avances de películas y series se han convertido en un apéndice más del entretenimiento. Para la octava temporada de Dexter (que empezó a principios de años y ya se anunció varias veces que será la última), la cadena Showtime emitió una promoción que no llega a los 30 segundos en la que las imágenes no pueden distinguirse y dejan la sensación de mucha muerte; ganas de ver mucha muerte. Abrigada por la misma idea de que no decaiga, aparecieron aplicaciones para celulares (ver recuadro).
LO QUE VIENE. Se llama Banshee. Y más que venir, está en plena marcha. Banshee es también un pequeño pueblo de Pennsylvania al que llega un ex convicto (con varias muertes a cuesta) para encontrar a su antigua novia. No se sabe muy bien cómo (todo un sello de estas series), toma la identidad del sheriff que está a punto de asumir se hace cargo de la seguridad de la población. Mientras, lucha por recuperar su amor y porque nadie lo descubra, especialmente el señor Rabbit, su antiguo jefe.
Ese no explicar muy bien cómo los personajes llegaron a donde están es un distintivo de este tipo de series. Algunas como Dexter invocan algunas causas, como la de haber sido rescatado en llanto de un piso con cinco centímetros de sangre. Pero las razones que los hacen ser lo que son no están entre las preocupaciones principales de los guionistas y productores.
La idea es: estás en el baile, bailá. Y ahí, en ese inmenso territorio, todo, o casi, es posible de justificar. Y nadie es juzgable. Ocultar ese lugar donde se produce la condena social es uno de sus mejores trucos. Hace una temporada apareció una serie que desmiente la reciente afirmación: Bates Motel. Relata la adolescencia de Norman Bates, el famoso protagonista de Psicosis, y su evolución en un asesino serial. Porque quizá el motivo principal del fenómeno sea el propio negocio, más que las formas que adopta.
Y así como hace unos años más de un porteño soñaba salvarse invirtiendo en lo que a un conciudadano le había dado buenos beneficios (video club, canchas de paddle, laverrap, bares temáticos, restós y demás), de la misma manera funciona la televisión, por más que esté hecha donde, con el mismo prejuicio compulsivo de aquellas inversiones, se supone que todo se hace bien y nada queda librado al azar. Eso no quiere decir que una moda pase sin consecuencias: ahí están las minifaldas y los raros peinados nuevos para mostrar la capacidad de adaptación de una comunidad. Ojalá con esta moda del asesino en serie no tenga la misma capacidad de adaptación para extender las fronteras de su tolerancia.
TIEMPO ARGENTINO