Gillespi: “A mí me gustan las cosas delirantes”

Gillespi: “A mí me gustan las cosas delirantes”

Por Majo García Moreno
En las paredes y en las salas hay mucho de museo, de recuerdo. En los pasillos, de sorpresa, de caras nuevas. Las figuras más representativas de Radio Nacional posan sonrientes en los retratos que cuelgan de los muros, algunas llevan años recorriendo los recovecos de la emisora y son quienes le dan la bienvenida a las nuevas incorporaciones. Y ahí está Gillespi, de estreno. Llega al encuentro, un rato antes de arrancar con Burundanga, el programa que conduce de lunes a viernes desde las 19 hs. en Nacional Rock y, rodeado de historia, confiesa las fantasías que tuvo al aceptar el desafío. “Es una experiencia nueva para mí”, explica y repasa: “Yo empecé en el ’92 y pasé por distintos tipos de radio, La red, Mitre, La 10 en la época de Hadad, Rock & Pop y ahora me toca estar en Nacional.” Y es que esta radio tiene algo. “Salvando las distancias es como que te convoquen a jugar en la Selección, sentís el peso de la bandera”, dice Gillespi un poco en broma y un poco en serio y cuenta que de su idea de editorializar, y ponerse más serio en este ciclo, quedó poco y nada porque su personalidad es “improvisar, hacer quilombo, deformar”.
–¿Intentaste el cambio de estilo?
–Yo dije “esta puede ser una oportunidad para hacer algo más reflexivo, leyendo fragmentos de autores argentinos, latinoamericanos, poniendo un Lito Vitale”, pero ni siquiera lo intenté. Hubo un par de reuniones donde me trajeron fragmentos de Mario Benedetti, pero no hice un carajo, nunca se llevó a la práctica. Capaz en el futuro me gustaría darle a la gente cosas más nutritivas, cosas que han sido pensadas por alguien y que no sea simplemente la improvisación. Pero creo que es una idea mía y que a la gente tampoco le importa mucho, no anda buscando cosas nutritivas en el mundo, basta con ver las planillas de Ibope.
–Pero tal vez tu nutrición no viene desde la palabra sino desde la música.
–Sí, creo que sí y que ésta radio lo que te permite es tener un abanico completo de la música sin importar cuántas entradas vende el autor. En cualquier radio comercial siempre ponen lo que más vende, lo que más mueve, o viene fulano y hay que inflarlo y de repente no hay lugar para un tipo de hace 20, 30 años que no tiene nada para vender, por decirlo de algún modo. Recuerdo que el día que murió el Flaco Spinetta venía por Avenida Corrientes y era mirar todas las vidrieras y las pizzerías con la imagen del Flaco y las letras rojas. Yo pensé que quizás esa desgracia servía para que se escuchara la música de Spinetta, y duró 24 horas. Duró lo que duró el entierro. Entonces yo acá trato de poner Spinetta, de devolverle a la gente aquello que me parece que está bueno, que es nuestro.
–Y a vos como músico se te juega ese doble rol. Si no fueras conocido tal vez te costaría difundir tu música
–Sí, tal cual, yo lo padecí del otro lado. Muchas veces me ha pasado en otros programas que por ahí venía un amigo músico y me decía: “Bueno ponete un tema tuyo, si tenés seis discos solistas.” Y no había nada en la discoteca de la radio donde yo laburaba. No había ni cosas mías, ni de Pedro Aznar, ni de muchos otros. No digo cosas difíciles pero es un poco la realidad que vivimos.
Gillespi desde hace años se convirtió en un músico que hace radio y en un músico que toca con todos. Es casi un invitado por excelencia en los recitales de sus colegas. Desde hace un tiempo, además, se presenta en un show a doble programa con Willy Crook, con quien editó un DVD y con quien este sábado compartirá nuevamente escenario en La Trastienda. Su gran trabajo, dice Gillespi, está en la elección de sus propios compañeros de ruta, sea en una emisora o arriba de un escenario. “Esa es la gran decisión que me toca tomar” – asegura– “porque si me equivoqué, si no entienden el código, es dificilísimo”.
–¿Y cómo te resulta hoy encontrar gente con quien compartir el código?
–Yo escucho muchos discos, voy a ver muchos grupos, escucho la música, la disfruto, pero también tengo una deformación profesional. Digo: “este violinista me gustó, agendando, aquel que toca la percusión también agendado”, y por ahí un día lo rajan de esa banda…
–¿Vas por el mundo desarmando bandas de otros?
– Noo, pero se van dando las cosas y voy buscando gente que va siendo compatible con lo mío. Es mucha calle, yo sé cómo hacer las cosas pero por ahí no sé cómo explicarlas.
–¿Los escenarios fueron tu Conservatorio?
–Sí, porque yo al poco tiempo de tocar la trompeta tenía un montón de requerimientos de grupos porque nadie tocaba la trompeta. Tocaba Fats Fernández pero Los Cadillacs no iban a llamar a Fernández, que estaba en la Orquesta de Badía y Compañía, para que saltara como ellos. O sea, había trompetistas pero tocaban en la Sinfónica del Colón, no había en el mundo del rock los que fueran a tocar a Cemento a las 3 de la mañana.
–¿Qué recuerdos tenés de esa primera trompeta? ¿Te costó encontrarle el sonido?
–Todavía la tengo en casa y sí, me costó. Fue un sufrimiento porque es un instrumento muy poco hospitalario. Vos abrís un estuche y hay una guitarra lustrada, madera, chocolate en rama, Bariloche. En cambio agarrás una trompeta y es un pedazo de fierro frío, estás agarrando Warnes, un tipo con overol, un “ponele aceite pibe”. Es un instrumento casi quirúrgico para hacer música. Tenés que lograr que sea blanda, melodiosa, que no suene a granaderos de la guerra.
–¿Sentís que eso que describís de la trompeta tiene que ver con tu personalidad?
–Siempre me lo pregunto, me lo replanteo. Yo soy un gran admirador de los instrumentos entonces cuando veo a un tipo que se sienta en un piano a tocar una cosa linda digo: “Qué instrumento de mierda que elegí.” La trompeta es tan ingrata. También me pasa con el violín. Me pasó de estar con gente que tocaba muy bien y yo pensaba “matá al gato por favor.” La guitarra también me vuelve loco, tengo muchas, no puedo evitar comprar.
–¿Y tocás?
–Sí, toco pero es una asignatura pendiente. Soy un frustrado de la viola porque todo fue por el lado de la trompeta.
–¿Tenés muchas trompetas?
–¿Qué es muchas? ¿Más de diez?
– Y, sí.
–Muchas. Pero hay de todo tipo
–Todavía seguís replanteándote por qué elegiste la trompeta. ¿Cuál es la respuesta que más te convenció hasta ahora?
–Hubo algo, me acuerdo hasta el momento, tendría 13, 14 años. Mi primo puso un disco de Miles Davis y un tema tenía una trompeta con sordina y se me movió algo. Le dije a mi viejo que quería que me comprara una trompeta y trataron de disuadirme hasta que me la compraron. Me obsesioné con que quería trompeta y así fue.
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