Euforia y elogios tras la asunción de Guillermo y Máxima

Euforia y elogios tras la asunción de Guillermo y Máxima

A un mes de la asunción de Máxima como reina.

Por Inés Capdevila
Fue un comienzo lleno de euforia, música, color y pompa. Fue el relevo en una dinastía de casi 200 años y la modernización de una institución que, aunque popular, busca cambiar de aire para preservarse .
Holanda saludó ayer el inicio de una “nueva era”, la de sus flamantes reyes: Guillermo Alejandro, el jefe de Estado que prometió “servir al interés público” en un momento incierto en el que “el futuro se ve peor que el pasado”, y Máxima, la primera monarca argentina , elogiada como nunca por su marido, por el resto de los holandeses, por la prensa.
Aunque a regañadientes, la fiesta terminó. Amsterdam amaneció con resaca, pero también con orgullo, el de la “unidad y continuidad”. Mientras los soberanos descansaban en el Palacio Real con sus hijas después de un día de actos y fiestas sin fin, la ciudad buscaba limpiar sus calles y recuperar su normalidad sin perder el recuerdo de una jornada histórica, esa en la que casi 800.000 holandeses celebraron, al unísono, el cambio de monarca tras 33 años de reinado de Beatriz.
La casa de Orange sigue con su primer rey en 123 años. Pero se renueva para fortalecerse justo cuando la crisis europea se abre camino en una Holanda que, hasta hace unos pocos años, estaba segura de que su prosperidad resistiría cualquier amenaza.
“Una nueva era”, fue la apertura del diario Algemeen Dagblad. “¡Que viva el rey!”, exclamó, desde su tapa, De Telegraaf. “El rey de la gente”, acotó, también desde su portada, De Volkskrant. “Plena confianza en el cambio de trono”, añadió el título principal de Trow.
Guillermo, de hecho, llega al trono con una confianza que no siempre tuvo. El rey logró remontar, un poco gracias a la popularidad de Máxima, las dudas sobre si realmente tenía las ganas y la capacidad de suceder a una reina distante, pero respetada y devota de sus responsabilidades, como Beatriz.
De ahora en más probablemente busque que su propio reinado se mantenga tan ajeno a los errores como la organización del gran día de la investidura.

Celebraciones
La jornada fue más que intensa. Comenzó a media mañana, con la abdicación de Beatriz y el saludo en el balcón, en el Palacio Real. Siguió con el acto de asunción en la Nueva Iglesia. Continuó, otra vez en el Palacio, con una recepción. Luego vino un largo desfile en barco. Y terminó con otra fiesta.
Fueron 14 o 15 horas de celebraciones, acompañadas antes, durante y después, desde las calles, canales y parques, por los habitantes de Amsterdam, miles de turistas y por otros 240.000 holandeses llegados desde el resto del país.
Y no hubo retrasos, imprevistos, errores ni violencia. Sólo algunos incidentes y unos pocos arrestados. “Tenemos una nación fantástica, llena de unidad”, dijo, al terminar el día, el primer ministro, Mark Rutte, que elogió además la “unidad de los holandeses” y el “gran discurso” del nuevo rey.
El discurso de Guillermo Alejandro fue uno de los puntos centrales de la ceremonia de asunción en la Nueva Iglesia, a su vez corazón del día de celebraciones.
Rodeado por herederos al trono de todo el mundo, desde Gran Bretaña hasta Japón y Bahrein, el rey prometió “velar por la democracia”, afirmó que asumía su cargo -jefe de una monarquía parlamentaria- “con convicción” y llamó a los holandeses a trabajar “en conjunto” para superar los casi dos años seguidos de recesión que golpean a la economía del país.
“Mi asunción se produce en un período en el que muchas personas del reino se sienten frágiles e inseguras. Frágiles por su situación laboral o por su salud. Inseguras por sus ingresos o por el entorno que las rodea. Ya no es como antes, que se daba por descontado que los hijos vivirían mejor que sus padres”, advirtió el jefe de Estado.
Guillermo Alejandro reservó sus palabras más emotivas para dos personas tan cercanas y populares que sus sombras amenazan con opacarlo en su reinado: su madre y Máxima, sentada a su lado en un elogiado vestido azul real diseñado por Jan Taminiau.
“Ha llegado el momento de seguir sus pasos. Donde quiera que nos lleve [el destino], y aunque sea lejos, su sabiduría y su cariño siempre me acompañarán”, dijo.
El discurso terminó con una sentida dedicación a Máxima, con quien se casó, en 2002, luego de una polémica por el pasado de Jorge Zorreguieta, funcionario del gobierno de Jorge Rafael Videla. Anteayer, ni el padre ni la madre ni ningún otro familiar de la reina argentina estuvieron en la investidura de su marido.
“Asumo este cargo con convicción. Al hacerlo, me doy cuenta de lo inmensamente feliz que me hace el apoyo de mi esposa, Máxima. Ella es consciente de las limitaciones personales que, a veces, le impone su posición. Ella abrazó nuestra nación y se hizo holandesa entre holandeses. Y está plenamente dispuesta a poner sus muchas aptitudes al servicio de mi reino y del reino de todos nosotros”, dijo Guillermo.
El discurso conmovió a Máxima, que ya se había emocionado al salir al balcón, con Guillermo y Beatriz, a saludar a las 25.000 personas reunidas en el Dam, la plaza central de la capital holandesa, donde había cientos de argentinos (ver aparte).
Como su marido, la nueva reina había comenzado la jornada con cara cansada y nerviosa. Pero a medida que las horas pasaban se fue relajando, algo en lo que Guillermo Alejandro, con rostro serio todo el día, tuvo poco éxito.

Descanso
Ayer, los reyes descansaron hasta el mediodía en el Palacio Real y luego regresaron a Villa Eikenhorts, su casa en Wassenaar.
Por el momento, no se mudarán al palacio de los reyes holandeses, Huis Ten Bosch, en La Haya, para no interrumpir la “vida de chico normal” que Amalia, Alexia y Ariane llevan en ese suburbio de la ciudad, sede del gobierno holandés.
Guillermo y Máxima, cuya vida no cambiará mucho a pesar del título que recibieron anteayer, empezarán sus actividades oficiales en unos días y, a mediados de mayo, partirán en una gira por toda Holanda como sus nuevos reyes.
LA NACION