07 May Cómo es vivir un año sin Internet
Lo que comenzó como una suerte de experimento excéntrico del sitio de tecnología The Verge, en donde el redactor Paul Miller aceptó el desafío de estar un año sin estar conectado a Internet, llegó a su fin por estos días. En un mundo cada vez más conectado, no sólo desde una computadora sino también desde un teléfono móvil, una tableta y hasta en los electrodomésticos y los autos, Miller decidió encarar los últimos doce meses tras sentirse agobiado por tantos estímulos del mundo virtual (siempre pensando en una sociedad moderna, por supuesto; hay una parte importante de la población mundial que no accede a Internet).
The Verge publicó un artículo en donde el redactor cuenta la experiencia de estar un año off line, sin acceso a la red.
Sin chequear su buzón de correo electrónico ni navegar la Web, Miller esperaba encontrar en su reclusión del mundo digital una respuesta ante los desafíos que imponen las nuevas tecnologías. Las primeras conclusiones a las que llegó fueron que Internet suele ser un motivo de distracción y dispersión para determinadas tareas.
Bajo estas nuevas condiciones, el redactor reemplazó su smartphone por un teléfono celular de primera generación, sin Internet y que sólo permite realizar llamadas de voz y mensajes de texto. Comenzó a tener un mayor contacto con las personas en la vida real, bajó unos siete kilos y logró entregar a tiempo sus artículos, que escribía en su casa y debía llevar en persona a la redacción en un pen drive.
La ausencia de la mensajería instantánea lo obligó a enfrentar situaciones sociales que, en otro momento, hubiera respondido con un emoticón y algunos mensajes.
A pesar de los beneficios iniciales que le había brindado su desconexión, las dificultades comenzaron a aparecer en la vida de Miller ante el uso del correo tradicional. “Responder una docena de cartas a la semana resultó ser tan tedioso como contestar los mensajes de correo electrónico en un día”, dijo el redactor.
Sin tener acceso a un mapa digital o a la geolocalización, encontrarse con personas fue todo un desafío. Y ante la ausencia de las redes sociales, los vínculos de Miller se redujeron tras la partida de un amigo a China, y con el cambio de trabajo de otro.
“No voy a decir que mi vida era diferente sin Internet, pero tampoco era la vida real”, dijo Miller sobre su experiencia, que se reflejó en varias publicaciones que realizó de forma off line en The Verge.
Este experimento, lejos de contraponer que todo tiempo pasado fue mejor, pone en el centro de la escena las virtudes y defectos que giran en torno a Internet en la vida de las personas. Casos de adicción a la hiperconexión , el estrés por el uso intensivo de teléfonos inteligentes , o los casos de jugadores on line que fallecen tras largas y agotadoras partidas componen el argumento que suele ponerse como ejemplo de los efectos negativos de la tecnología. Sin embargo, son sólo algunos de los síntomas que, de no existir el panorama actual, quizá se hubiesen disparado bajo otras condiciones.
El 1 de mayo se cumplió el primer año sin acceso a Internet de Miller, que tiene presente cuáles serán los viejos problemas conocidos, y espera volver a realizar una videoconferencia con su sobrina Keziah. “He perdido un año sin usar Internet, pero ahora volví y puedo hablar contigo otra vez por Skype otra vez”, agregó.
“Es probable que pierda el tiempo en la Web, que me distraiga o que ingrese en sitios inadecuados, y seguro no me alcanzarán los días para escribir una novela. Pero volveré a estar conectado”, dijo Miller, al finalizar su artículo tras su regreso a la Red.
LA NACION