21 May A casi 50 años de su arribo, los coreanos ya se sienten integrados
Por Laura Rocha
Son unos 35.000, y su cultura y su deseo de integración están dispersos en la ciudad de Buenos Aires. Aunque el lugar que hicieron suyo es el Bajo Flores, en la zona denominada Little Corea, esta comunidad oriental también se reparte entre Once, Belgrano, otros sectores de Flores y diversos puntos del conurbano.
Todo comenzó con 15 familias que llegaron en 1965. Y aunque su fisonomía los distingue de manera inconfundible, muchos dicen que se sienten argentinos. “Yo me siento más cómoda viviendo acá que en Corea. Y así se siente la mayoría de la comunidad en el país. Incluso me resulta más fácil hablar en español que en coreano”, cuenta Alicia Hui La. Tal como sucede con los miembros de la comunidad china en el país, los coreanos tienen un nombre argentino y uno coreano, con significado. En el caso de Alicia, el suyo original, Kyong, significa respeto y alegría.
Sin embargo, y a pesar de que muchos de ellos se sienten (casi) porteños, las costumbres argentinas y coreanas tienen escasos puntos de contacto. Tal vez por eso mismo en Little Corea todo apunta a la integración. Un ejemplo es el diario bilingüe BueNews, con noticias en español y su correspondiente traducción en coreano, que se edita desde octubre pasado. “Al ser bilingüe, el diario me permite ampliar mi vocabulario en castellano”, agrega el marido de Alicia, Daniel Chang. El llegó al país en 1987. Se casó con Alicia y tienen una hija que representa el cruce de culturas en el que vive toda la familia. “Ella pasa mucho tiempo con sus abuelos, por eso habla en coreano mejor que yo”, explica Alicia.
La familia Chang se dedica a la confección y venta al por mayor y menor de indumentaria femenina, como el 80% de los miembros de la comunidad. En Flores y Floresta se aprecia la expansión de talleres y comercios sobre la avenida Avellaneda y la calle Aranguren.
De acuerdo con su tradición, los coreanos conservan una estructura de familia patriarcal y guardan gran respeto por los ancianos. “Las personas mayores son sinónimo de sabiduría en nuestra cultura”, cuenta Young Kong, presidente de la Federación Internacional Económica y Cultural Argentina Coreana. El llegó al país en 1966 y no siente una necesidad de volver a Corea . “Yo quiero a este país, apuesto por él -señala-. Aquí crecí, vivo y nacieron mis hijos. Me siento un porteño más, mi nacionalidad es un accidente geográfico.”
El estudio, el orden y el trabajo son valores fundamentales de la comunidad coreana. En ese sentido, el Instituto Coreano Argentino es uno de los modelos de usos y costumbres que los coreanos siguen en el país.
El Instituto pasó de ser un ámbito destinado a la enseñanza de la lengua y cultura coreanas para los niños y jóvenes de la colectividad a convertirse en una escuela trilingüe (castellano, coreano e inglés) de nivel preescolar y primario, que ha incorporado el programa oficial en su plan de estudio y desarrolla actividades de extensión cultural para la sociedad local.
El establecimiento cuenta con un director y docentes argentinos. “Somos 100% argentinos y 100% coreanos. Día a día se enseñan las tradiciones coreana y argentina”, cuenta Marcelo Espósito, director del instituto. Marcelo no habla coreano, pero de todas maneras se hace entender. “Rendí un concurso y pasé todas las etapas. Ellos me aceptaron aunque no manejara el idioma. La idea es generar una apertura e incorporar alumnos argentinos”, agrega el directivo.
Para combinar la enseñanza de costumbres, se brindan talleres de tango y de Sa Mul Nori, danza tradicional del país. Las aulas reciben a unos 20 alumnos que aprenden los contenidos en español y coreano. Y a la hora del deporte, los chicos practican taekwondo (deporte nacional de Corea) y fútbol. Mientras juegan, unos piden la pelota en coreano, otros en español. Y cuando alguno hace un gol, todos lo festejan sin ningún tipo de barreras, en el único idioma de la integración.
LA NACION