31 May Las mujeres empresarias se autosabotean
Por Gillian Tett
Son las cuatro de la tarde de un miércoles en la moderna sede en Menlo Park de Facebook y Sheryl Sandberg, su directora de operaciones, está sentanda en una oficina de cristal. Tiene un día de trabajo agitado: si bien hablamos por Skype, veo parte de su personal alrededor de la pantalla de mi computadora. En pocos minutos, debe irse para llevar a su hijo a un partido de béisbol.
“¿Cómo hace?” Cualquiera sabe que ser una madre que trabaja es un desafío: la razón por la que estamos conversando por Skype, en vez de reunirnos, es porque nuestra agenda está apretada.
Como sea, parece bastante redundante preguntar a Sandberg cómo “hace”. El mes pasado publicó su primer libro, Lean In, que describe como logró compatibilizar su familia con su trabajo. No debe tenerse en cuenta que en las últimas dos décadas una cantidad récord de mujeres occidentales comenzó a trabajar y estudiar: esto no se extendió a los altos cargos empresariales, solo un 14% de los cuales ocupan mujeres. Y en el Reino Unido la cifra sigue siendo baja, alrededor de 6%.
Algunas mujeres echan la culpa de este problema a prejuicios masculinos o impedimientos institucionales. Pero Sandberg también cree que la mentalidad de la mujer tiene la culpa. Considera que se autosabotean “echándose atrás” en su carrera antes y después de tener hijos, no logran hacerse oír y se niegan a exigir que los hombres realicen tareas domésticas a su par. Por esto, Sandberg quiere que más mujeres “vayan al frente” en el trabajo, aun cuando estén en partidos de béisbol con sus hijos.
Este mensaje enfureció a algunas mujeres (y hombres). Sandberg tiene dinero suficiente para contratar mucho personal doméstico y poder suficiente para imponer las reglas en su oficina. En una tapa reciente, la revista New York mostraba que la nueva tendencia entre algunas mujeres feministas era “echarse atrás”, o elegir quedarse en casa, no abrazar una definición masculina de éxito en el trabajo.
Pero, ¿este show de apoyo no es simplemente un ejemplo del mundo empresarial estadounidense embarcándose en la última tendencia de relaciones públicas? Después de todo, hoy en día casi todos los líderes de empresas se manifiestan a favor de la igualdad. Y exiten otras rezones por las que el mundo empresarial estadounidense podría querer cortejar a Sandberg: no solo es una jugadora influyente de Silicon Valley, sino que se presume ampliamente que tiene ambiciones políticas para el futuro. A comienzos de año, por ejemplo, se llegó a hablar de ella como una posible secretaria del Tesoro.
Pero insiste en que hay razones más importantes por las que los directores ejecutivos están abiertos a su mensaje. Las compañías no deberían hacer esto como un favor a las mujeres sino porque es beneficioso para las instituciones y sus resultados finales. Buffett afirma que le fue muy bien por la simple razón de que solo competía solo con la mitad de la población: los líderes empresariales saben que tiene sentido convocar a más mujeres. Esto favorece la competitivad de las compañías.
También existe un segundo factor, menos obvio. Hay muchos hombres mayores que tienen hijas. En particular, los padres de alto vuelo se están dando cuenta de que si quieren que sus propias hijas vuelen, no basta solo con enviarlas a una buena facultad o ayudarlas a conseguir un trabajo.
Esto último emociona particularmente a Sandberg, ya que se crió en la montaña rusa del cambio de género en las últimas décadas. Descendiente de judíos inmigrantes, Sandberg creció sabiendo que a sus parientes mujeres se le habían frustrado sus ambiciones. Su abuela maternal estaba llena de “energía y determinación”, pero nunca tuvo una carrera o una educación adecuada. Su madre comenzó un doctorado en la década de 1960, pero lo abandonó cuando quedó embarazada. Pero cuando Sandberg ingresó en Harvard en 1987, luego de realizar sus estudios secundarios en Miami, “ambos géneros parecían estar igualmente enfocados en la formación académica”.
Luego de graduarse, Sandberg fue a trabajar al Banco Mundial con Larry Summers y pronto dejó su huella. Pero luego sus sueños feministas se hicieron más complejos. “Cuando fui a la facultad, mis padres hacían mucho hincapié en los logros académicos, pero mucho más en el matrimonio”. Así es que se casó joven. Pero luego se divorció. Por cierto, se sentía tan avergonzada que cuando Summers le ofreció un trabajo importante en Washington (luego de obtener su MBA de Harvard), lo rechazó porque quería huír del lugar donde había fracasado su matrimonio.
En cambio, se fue a California, a trabajar en la consultora McKinsey. Luego, se volvió al oeste de nuevo y empezó a trabajar en Google. En ese momento, Silicon Valley no era muy amigable para las mujeres. Desde entonces, la situación empeoró aún más.
Aun así, Sandberg dejó su huella: tras ascender profesionalmente en Google, se unió a Facebook, y fue aclamada por su capacidad de gestión. Algunos críticos señalan que no es una versión femenina de Steve Jobs. Pero nadie duda de su habilidad para manejar a colegas difíciles, o para armar equipos y promocionar su empresa -y promocionarse a sí misma- con encanto y una fuerza impresionante.
A los cuarenta años, sus sueños feministas de estudiante parecían encaminados: además de avanzar en su carrera, se había vuelto a casar “con inteligencia y muy felizmente” con Dave Goldberg, un empresario de tecnología. Pero cuando miró a su alrededor, se dio cuenta de que muchos de sus mujeres contemporáneas brillantes se iban quedando fuera de carrera.
Al principio, Sandberg se mostró reacia a hablar de esto en público: las mujeres de su edad y de mi edad crecimos suponiendo que el éxito se alcanzaba con trabajo duro, no con slogans feministas.
Pero luego dio un par de discursos en universidades y una conferencia de Ted sobre la cuestión de género
y recibió tantos comentarios efusivos que decidió romper el silencio.
Sin embargo, no le resultaba fácil tanta exposición, y prefirió esconderse tras los números. “El primer borrador de mi libro fueron básicamente todos estudios [académicos]. Pero no le gustaron a nadie: me hicieron sacarlos.” En cambio, su agente y escritor fantasma le imploró que el libro fuese “honesto y personal”.
Ella escribe, por ejemplo, sobre la tensión entre ella y su esposo cuando él consiguió un buen trabajo en Los Ángeles y ella quería trabajar en San Francisco. Analiza los desafíos de llorar en el trabajo, contonearse como una “ballena” con un embarazo avanzado, tratando de negociar un salario, y usar la tecnología para trabajar en línea desde casa. Aborda los problemas sutiles que surgen cuando se está bajo la supervisión de un hombre mayor.
“Tanto Dave como yo sentimos lo mismo: realmente no queríamos tomarlo como algo personal”. Pero también sabía que era la única manera de hacer llegar realmente su mensaje: cada anécdota del libro refuerza su postura de que las mujeres necesitan expresar lo que opinan en el trabajo y, sobre todo, para garantizar que se casen con hombres decentes y que las contengan, como Dave. “Al buscar un compañero de vida, mi consejo para las mujeres es que salgan con todo tipo de hombres. Pero que no se casen con ellos”. “Encuentren a alguien que quiera un par
que piense que las mujeres deben ser inteligentes, obstinadas y ambiciosas [y] valore la justicia.” Y no se casen muy jóvenes.
EL CRONISTA