15 Apr Maduro logró una ajustadísima victoria que Capriles no reconoce
Por Daniel Lozano
El candidato oficialista Nicolás Maduro ganó ayer in extremis las elecciones presidenciales más reñidas de la historia de Venezuela, tras una noche de máxima tensión y sólo 40 días después de la muerte de Hugo Chávez.
Según el boletín “irreversible”, hecho público por el Consejo Nacional Electoral (CNE) al filo de la medianoche, seis horas después del cierre de las urnas, el candidato del chavismo obtuvo el 50,66% de los votos, frente al 49,07% del opositor Henrique Capriles.
Capriles no reconoció su derrota, dijo que había sido el ganador y exigió un recuento de “todos los votos”. Denunció que hubo 3200 “incidencias” (irregularidades). “Maduro, el gran derrotado es usted y lo que usted representa”, afirmó.
A pesar del impacto emocional tras la muerte de Chávez y de los privilegios que tuvo en su campaña, Maduro logró apenas 7.505.338 votos, 600.000 menos que Chávez hace seis meses. En cambio, Capriles se convirtió en la gran sorpresa: creció hasta los 7.270.000 votos, rozando la gloria política durante muchos momentos de la noche, cuando algunos sondeos extraoficiales lo daban ganador. Logró casi 700.000 votos más que en las presidenciales del año pasado, a pesar de que las encuestas habían anticipado que sería derrotado por una diferencia de hasta 10 puntos.
Anoche, en un discurso en el que no podía ocultar su desilusión por los resultados, Maduro recuperó el lenguaje más radical del chavismo y habló de triunfo “legal, justo y constitucional”. El presidente electo, en nombre del “Cristo redentor [Hugo Chávez]”, llamó a la vez a la paz y a la tolerancia, en un clásico vuelco bipolar. “Primera vez que no es candidato el Gigante y dejó a su hijo, que va a demostrar lo que es capaz de hacer por esta patria”, gritó Maduro, que volvió a repetir palabras como provocación, golpe, trampas. Lo acompañaba el vicepresidente argentino, Amado Boudou, al que presentó públicamente, además de agradecer el apoyo de Cristina Kirchner.
En una señal de la magnitud del impacto del resultado, Diosdado Cabello, el presidente de la Asamblea Nacional, escribió anoche en Twitter: “Profunda autocrítica nos obligan estos resultados; es contradictorio que sectores del pueblo pobre voten por sus explotadores de siempre”.
Fue la noche electoral más tensa de los últimos tiempos en el país de la tensión política. Una noche tan intensa como histórica, que recordó durante varias horas el desbordante triunfo de Hugo Chávez en 1998 y la sorprendente derrota del líder revolucionario en el referéndum constitucional del 2007.
Todo el país miraba a la sede del CNE, tantas veces el inicio de la fiesta chavista. Expertos electorales mantenían que lo apretado del resultado provocaría un recuento del 100 por 100 de las actas electorales, tal como confirmó luego Capriles. Tradicionalmente, las últimas boletas por escrutar corresponden a los venezolanos en el exterior. En 2012 el 90% de 170.000 votos fueron para la oposición.
Anoche, Capriles defendía con uñas y dientes políticos todas sus opciones. Según reveló la agencia AP, mantuvo una reunión con un alto mando militar, confirmada por uno de sus colaboradores. El comandante Wilmer Barrientos, jefe del Plan República, pidió públicamente tranquilidad a los venezolanos.
Ramón Guillermo Aveledo, secretario ejecutivo de la MUD, denunció en su aparición a mitad de la noche que el oficialismo hubiera llamado a las calles a sus seguidores. “Nadie está por encima de la ley, nadie está por encima de la Constitución, todos los venezolanos debemos acatar y hacer cumplir el pacto de convivencia de todos”, acusó Aveledo directamente a Jorge Rodríguez, jefe de campaña del Comando Hugo Chávez.
La cúpula chavista se vio sorprendida por la campaña electoral realizada por Henrique Capriles, que partió hace dos semanas con más de 15% de desventaja. Un fenómeno político similar al vivido en Francia cuando el líder socialista Jospin remontó hasta casi superar al presidente Chirac. Una campaña exitosa frente al recuerdo emocional de Hugo Chávez y el liderazgo errático de Maduro, que sumó un error tras otro durante las últimas semanas.
Convicción
Pese a todo, el equipo de estrategas oficialistas se mostraba convencido de que la Operación Remate (la movilización de un millón de personas con fondos públicos, información confidencial de los colegios electorales y distintos niveles de presión a los votantes apuntados en listas estatales) amortiguaría la ola de fervor popular originada por la campaña de Capriles y le daría la ventaja final suficiente para continuar la revolución bolivariana.
“Llegó la hora de la caballería, vamos 1×10 [patrulleros que manejan las listas de la Operación Remate], vamos pueblo, todos a cumplir la orden del Centauro mayor [Chávez]”, ordenó Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, para poner en marcha el operativo a primera hora de la tarde. Un operativo sin complejos: Bandes movilizó 42 ómnibus para llevar a refugiados de Caracas, unos 3000 bajo la amenaza de sacarlos de la lista de la Misión Vivienda. Este banco público es una de las casi 400 instituciones públicas, todas ellas manejan movilizaciones parecidas. En Los Chaguaramos, un ómnibus de la Misión Negra Hipólita recogía a los toxicómanos que deambulan junto a un pequeño poblado de venta de drogas. Todos debían votar a Maduro.
Muchos recordaban anoche la tensión similar que se vivió hace seis años en la noche del referéndum constitucional. Aquel día Hugo Chávez sufrió la única derrota electoral de su carrera política. “Una victoria de mierda”, la calificó el líder bolivariano, al que le costó reconocer los resultados.
Aunque la campaña fue de alto voltaje, con denuncias de irregularidades por parte de ambos bandos, la jornada de votación transcurrió en relativa calma hasta que Capriles sacudió al país con su denuncia.
Inmediatamente después de las denuncias de Capriles, Rodríguez convocó a su gente al Palacio de Miraflores para escuchar el mensaje del “presidente Nicolás Maduro”. Todavía faltaban un par de horas para que el CNE anunciara, con un notorio retraso, el triunfo de Maduro, pero el chavismo prefería matizar la espera con su gente en la calle.
LA NACION