Los Ángeles, escenarios de películas

Los Ángeles, escenarios de películas

Por Ariel Duer
Cuando en 1781 el gobernador español Felipe de Nevé decidió fundar el Pueblo de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles de Porciúncula, ignoraba que dos siglos después aquel modesto asentamiento se convertiría en una megalópolis de 1.213 km2 de superficie y 18 millones de habitantes diseminados en toda el área metropolitana. No imaginaba que estaba dando origen al que sería uno de los principales centros culturales, económicos y científicos del mundo. Tampoco existían entonces las modernas autopistas ni mucho menos el cine, dos iconos contemporáneos de la idiosincrasia angelina. Mucha agua ha corrido bajo el puente y mucho sol -que aquí rara vez se rehusa a brillar- ha templado las costas californianas desde aquellos días fundacionales. Los Ángeles es hoy un conglomerado formado por grandes zonas residenciales que se conectan entre sí a través de extensas lenguas de asfalto. Sus dimensiones y distancias pueden desconcertar, en un principio, al viajero. Pero bastarán un par de días, con la bienvenida ayuda del GPS, para adaptarse a la vertiginosa fisonomía urbana y disfrutar de los múltiples encantos que ofrece este destino de la Costa Oeste tantas veces inmortalizado por el séptimo arte. En Los Ángeles se respira cine, y un buen modo de comprobarlo es arrancar el periplo con un vistazo a Hollywood Boulevard, donde músicos callejeros ambientan la atmósfera ejecutando melodías de filmes famosos y actores amateurs se ganan la propina caracterizados como personajes entrañables de la pantalla grande, mientras abrazan la ilusión de triunfar, ellos también, en la meca del espectáculo.

Días de cine
El Teatro Kodak y el Teatro Chino Grauman son paradas obligadas. ¿Cómo no ceder a la tentación de buscar las manos de nuestro actor o director favorito estampadas sobre el cemento, de rastrear sus huellas en la vereda del Paseo de la Fama? Es que aquí las estrellas brillan a toda hora y al ras del suelo. En lo alto, el inconfundible cartel montado en letras blancas sobre una colina nos recuerda que estamos en la fábrica de los sueños. Claro que, a veces, el atractivo y la magia de un sitio se aprecian mejor desde las alturas que desde el llano. Por eso, vale la pena antes de seguir viaje ir cuesta arriba en dirección norte hacia el mirador del Observatorio Griffith, que ofrece las mejores vistas panorámicas.
Los contrastes son un sello de Los Ángeles. De Hollywood al Downtown, para asombrarse con los rascacielos y la variedad de estilos arquitectónicos (acaso un reflejo de su demografía heterogénea y su vibrante pulso multicultural), desde la Estación Central de trenes Union Station, con su impronta española, a las torres Bank o Liberty y el Walt Disney Concert Hall, un auditorio que lleva la firma del célebre arquitecto Frank Gehry, y donde no hace falta presenciar un concierto para admirar sus formas curvilíneas y deconstructivistas, ya que se organizan a diario tours guiados por el interior del magnífico edificio. Otro highlight céntrico es el monumento histórico El Pueblo, un conjunto de edificaciones que forman el Casco Histórico de la ciudad, sobre Olvera Street. Y del Downtown a las playas, previo paso por el distrito de Beverly Hills para husmear de reojo las vidrieras con precios imposibles de la sofisticada Rodeo Drive -la calle comercial copada por tiendas de marcas de lujo- y jugar a ser paparazzi por un rato, fotografiando las enormes mansiones de las celebridades que asoman detrás de muros y vallados. Ahora sí, a Santa Mónica, donde la arena, las olas y los rayos del sol son apenas condimentos de un menú que incluye las ferias y restaurantes del muelle embarcadero y del complejo Pier; el parque de diversiones Pacific Park, frente al océano; y las boutiques y cafeterías del paseo marítimo Third Street Promenade. Si lo que se busca es una atmósfera más hippie, bohemia y surfer, conviene enfilar rumbo a la centenaria comunidad de Venice Beach.

Para todos, todo
Las propuestas invitan a prolongar la estadía: los Estudios Universal garantizan la diversión de grandes y chicos reviviendo los “tanques” de la cinematografía taquillera y popular. ¿Alta cultura? En Los Ángeles hay lugar para todo: el LACMA -el museo de arte del condado- atesora una vasta colección de obras de diversos artistas y épocas. La ruta de los museos estaría incompleta sin los de Arte Contemporáneo (MOCA), el Norton Simón Museum, en Pasadena (tiene obras de Rembrandt, Matisse, Renoir, Goya y Picasso, entre otros) y el Paul Getty, con sus pinturas impresionistas, manuscritos y fotografías de los siglos XIX y XX. En un radio de cien cuadras, los negocios del Distrito de la Moda combinan prendas de diseño con baratijas y accesorios. Y el toque étnico lo brinda Little Tokyo, el barrio que reivindica las tradiciones, los sabores y la herencia de la inmigración nipona. ¿Más entretenimiento? Ahí está el L.A. Live, un predio de 11 hectáreas donde es posible ver jugar a los Lakers o asistir a un recital. ¿Más naturaleza? La isla de Santa Catalina, a sólo 32 kilómetros del continente (se llega en bote o taxi-helicóptero), es ideal para la práctica del buceo y deportes náuticos. Así es Los Ángeles, fascinante y diversa. Un enclave de raíces latinas fundado por un colonizador español que se convirtió en emblema del sueño americano
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