Donde se trabaja, ahora, también se puede amar

Donde se trabaja, ahora, también se puede amar

Por Ludmila Moscato
Carina Carmona y Pablo Palacios comparten una reunión de trabajo en la empresa Tarjeta Naranja, en la sucursal de Córdoba: él es colaborador del área de compra en comercio y ella, supervisora regional. Al terminar, cuando todos se levantan, ellos se acercan: “¿Nos vemos en casa? ¿Vos llegás primero? ¿Quién va a buscar a los chicos?”
Es que Carina y Pablo son uno de los 38 matrimonios que le dieron a la compañía un lugar en el Guinness World Records : el récord de parejas casadas en una misma empresa.
El tema de las relaciones amorosas en el ámbito laboral dejó de ser un tabú. No sólo ya no se demoniza el hecho de que dos personas que comparten largas jornadas puedan mirarse con otros ojos; en muchos casos, esta realidad se reconoce, se acepta y hasta se celebra. “Nos presentó una compañera que organizó un asado. Los dos habíamos ido con auto, así que cuando terminó la cena seguí a Carina y en un semáforo la paré y la invité a tomar algo”, recuerda Pablo.
Así comenzó una relación que lleva 14 años, derivó en un matrimonio (en cuya celebración, un cuarto de los invitados eran compañeros de trabajo) y dos hijos: Francisco y Lorenzo. Y lo más importante es que esto jamás representó un dilema para la empresa, que tiene una política enfocada en las personas y los vínculos. Como explica Eugenia Patiño, gerente de Recursos Humanos: “La amistad es una relación que se fomenta y se da, como puede darse una pareja. Nosotros esperamos a que nos planteen el tema cuando se sientan en condiciones, según la formalidad que le quieran dar. Después el jefe evalúa si es necesario hacer algún cambio, y si no es necesario sigue todo igual”. La charla es siempre entre el empleado y el supervisor, y entre ambos definen qué creen que es lo más conveniente.
“Vos sos un buen chico, vos sos una buena chica, me gusta que estén juntos. La verdad me pone supercontento por ustedes”, fue la respuesta que recibieron de su jefe Agustina Matijas, creative producer de Social Snack, y Maximiliano Zuddio, online media manager de la misma compañía, cuando le contaron que estaban en pareja. “Él vino a una entrevista de trabajo y justo era un viernes. Nosotros estábamos yendo a comer una pizza, y mi jefe lo invitó. Y en ese momento le dije a una de las chicas: Uf, me encantó el nuevo”, cuenta Agustina.
Todas las personas que trabajan en esta agencia que realiza planes de comunicación estratégicos para empresas están en el rango de los 23 a 33 años, tienen horarios flexibles, un día de home office por semana, tarde de campo, salidas grupales y un ambiente relajado. En otras palabras, un buen clima para trabajar y también, por qué no, para que fluya el amor.
En Taringa se festejan los cumpleaños, los empleados almuerzan juntos y suelen acompañarse en momentos importantes de la vida: un recibimiento, un casamiento, el nacimiento de un hijo. Las fiestas de las compañías, las reuniones informales por sector, los eventos y todo lo que implica el team building no dejan de ser una motivación para que el empleado se sienta parte de la empresa y para que reine el buen clima laboral. No hay una política específica para moldear los vínculos entre ellos, aunque sí se fomentan y se admite explícitamente que, al ser una compañía de Internet joven, las relaciones personales no son jamás tomadas como conflictivas. “Promovemos una integración de equipo que facilita las relaciones personales entre compañeros de trabajo, no sólo de pareja, sino también buenas amistades”, explica Hernán Botbol, director de la entidad.
Sin embargo, los amoríos en la oficina existen desde que se crearon las mismas empresas. Y no siempre es necesario plantearlo, porque puede ocurrir que sea algo aceptado, pero de modo tácito. “Como cualquier pareja normal, los tres primeros meses estábamos medio escondidos, no lo blanqueamos ni con los compañeros ni con nadie. Después de eso no tuvimos problema, pero tampoco fuimos a plantear a la empresa nuestra relación, porque acá históricamente siempre hubo parejas, gente que se conoció, se casó, tiene hijos; nunca escuché que haya sido un problema”, dice Emilse Ares, productora de América, que desde hace dos años está junto a Emilio Chávez, iluminador. Nunca se sintieron incómodos en el ámbito laboral, aunque sí tuvieron que aprender a manejar la relación en la empresa: si están peleados, por ejemplo, intentan no cruzarse en todo el día.
Mariela Pinto, de la consultora Postulatio, entiende que las compañías que son más evolucionadas contienen el tema de las relaciones. “Me parece que estas políticas surgieron de la necesidad de querer regular lo que pasa realmente en las compañías -sostiene-. Este es el mismo planteo que en algún punto sostiene la llamada Generación Y, esa que reclama que se quiere ir a las 6 de la tarde y quiere tener un balance en su vida laboral. La necesidad se instala y es maduro como empresa reconocerlo. Hoy, las compañías generan políticas contenedoras, que piensan a la persona como un ente profesional, pero también personal; todo eso hace que uno se sienta más comprometido y más comprendido dentro de la organización.”
Grupo Rhuo también se caracteriza por ser permeable a este tipo de situaciones: entre los 650 empleados hay aproximadamente diez parejas formadas. Según el caso, una vez que la empresa se da por enterada de la situación puede hacer modificaciones en el esquema laboral. Mariela Aliandri, gerente de Capital Humano, considera que dos compañeros que deben estar todo el día trabajando codo a codo pueden funcionar muy bien si su relación de pareja es armoniosa, pero si hay cortocircuitos eso puede interferir en la tarea laboral. De ahí que estén tan atentos a qué tipo de roles desempeñará cada integrante de la pareja. “El tema es cuidar que no haya conflicto de intereses. Cuando la compañía se entera, lo que hace en general es velar sobre ese punto: si están en un área común se busca otra para alguno de los dos, y si uno es el jefe del otro se cambia esa relación laboral, teniendo en cuenta los roles y entendiendo qué hace esa persona para que pueda seguir siendo efectiva en su puesto de trabajo”, plantea Aliandri.
Mariela Pinto también hace hincapié en ese punto: las relaciones de poder al interior de una empresa no deberían estar afectadas por vínculos amorosos, y si es así, opina, sería correcto que la compañía sea capaz de “reestablecer el correcto funcionamiento”, para evitar los favoritismos.
También existen dificultades que tienen que ver con la forma en que la pareja lleva a cabo su relación en el ámbito laboral. A pesar de que en el proceso de conformación del vínculo probablemente los compañeros hayan sido testigos voluntarios o involuntarios, una vez que la pareja ya está conformada, los empleados saben que existen reglas implícitas, y principalmente una: bajo ningún punto de vista dejar entrever la intimidad ante la mirada de los compañeros y los jefes.
Esto implica no solamente evitar las demostraciones excesivas de afecto, sino también lo contrario, respirar hondo cuando se sienten celos de un compañero o cuando tuvieron una fuerte pelea en el ámbito de la relación amorosa, y deben verse las caras al otro día.
“Si un día discutimos no va a reflejarse acá porque sabemos que es incómodo para todos. Si un día estoy de mal humor porque me enojé por algo, bueno: auriculares, trabajo, no pasa nada, ese día estaré más callada”, grafica Agustina Matijas.
En el caso de Mariela Cardetti y Matías Pietraniera, novios desde hace más de dos años y concubinos, no fue necesario hacer cambios porque el noviazgo comenzó cuando uno de ellos se había ido de la sucursal: ella es encargada comercial de Tarjeta Naranja de Laferrere, y él de San Miguel, por lo que comparten reuniones, pero no un quehacer cotidiano. Sin embargo pueden separar los tantos y se sienten cómodos entre ellos y ante la mirada de sus compañeros de trabajo. “Nosotros nos cruzamos bastante en reuniones y la verdad es que uno se siente supercómodo, en casi todas las sucursales hay parejitas”, dicen divertidos.
Por lo visto, atrás quedaron aquellos tiempos en los que uno o incluso ambos se veían inducidos a renunciar, se escondían de la mirada de los compañeros encontrándose a tres cuadras de la empresa y disimulaban ante el jefe. Hoy es un buen momento para los oficinistas enamorados.
LA NACION